Jorge Ibargüengoitia y el cine; cuatro acercamientos al Séptimo Arte
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Su primer acercamiento al séptimo arte se dio en 1967 en el díptico Juego peligroso, que contaba con cortometrajes dirigidos por Luis Alcoriza.
La prosa de Jorge Ibargüengoitia estaba llena de un humor pícaro, excelente para abordar la realidad de nuestro país y el resto de Latinoamérica. Una mirada que hacía transcurrir las acciones como parte de un cotidiano inevitable, lleno de apuntes que nos permiten identificar perfectamente con aquello que sucede en cada relato.
Sus temas y estilo parecen hacerlo el blanco perfecto de adaptaciones cinematográficas, sin embargo, el cine mexicano se ha acercado poco a la obra del escritor nacido en Guanajuato. Él, gran aficionado al cine, incursionó en la crítica cinematográfica y en la adaptación de un par de sus obras, además de aparecer a cuadro junto a Juan José Gurrola en el cortometraje Ensayos (1978), de María Antonieta Álvarez.
Su primer acercamiento al séptimo arte se dio en 1967 en el díptico Juego peligroso, que contaba con cortometrajes dirigidos por Luis Alcoriza –el segmento Divertimiento– y Arturo Ripstein, quien juntó algunas de las mejores plumas de su generación para participar en el libreto de HO, en esas páginas compartieron pluma Gabriel García Márquez, Pancho Córdova e Ibargüengoitia.
Pasarían un par de años antes de que el primer largometraje inspirado en su trabajo viera la luz del proyector. En 1977, Jorge Estrada (Recodo de purgatorio, El profeta Mimi), uno de los grandes reaccionarios de nuestro cine, decide plasmar en celuloide la novela Maten al león con Jorge Reynoso y Jorge Rivero como los actores principales.
La cinta captura la vida de una pequeña isla caribeña (inspirada por las varias naciones latinoamericanas que bajo el mando de dictaduras de izquierda o derecha), Arepa, donde gobierna con mano dura y bonachón humor el Mariscal Belaunzarán (Reynoso, de impactante parecido con el actual Nicolás Maduro), para disgusto de sus contrincantes políticos, quienes buscando dar un golpe de timón a su pequeña patria llaman como su candidato en las próximas elecciones al exitoso empresario, Pepe Cussirat (Rivero). No obstante, sus planes políticos se verán frustrados una y otra vez en negras bromas del destino.
Estrada e Ibargüengoitia comparten un humor similar y, aquí, ambos juegan con las patéticas intenciones de sus personajes, más preocupados por maniobrar cada uno de sus pasos como si estuvieran en una corte europea que en actuar para concretar sus objetivos. Maten al León es una sátira de la pantomima en que vive gran parte de nuestra clase política. El ridículo parece ser su razón de ser.
La siguiente parada cinematográfica de los textos de Ibargüengoitia se dio en 1979 con Estas ruinas que ves. Una novela llena de humor y picardía que cuenta el regreso del profesor Paco Aldebarán (Fernando Luján) a su natal Cuévano, un pequeño pueblo del Bajío que su familia abandonó años atrás para buscar la prosperidad en la Ciudad de México. Su vuelta lo hará encontrarse con amigos del pasado, las viejas costumbres del lugar y un inesperado despertar sexual cuando su mirada se posa en la escultural figura de una de sus alumnas, Gloria Revirado (Blanca Guerra). Una mentira cardiaca impedirá que Aldebarán satisfaga sus deseos carnales y desatará varias peripecias entre el grupo de intelectuales de Cuévano.
A diferencia de Estrada, quien intentó canalizar el espíritu del escritor en su adaptación, el realizador Julián Pastor opta por buscar su propia voz en el relato, modificando y aumentando situaciones que rompen con el estilo de Ibargüengoitia, aunque la mirada pícara de éste permanezca. El mejor ejemplo de dicha ruptura es esa escena de febril orinismo sexual en que Aldebarán fantasea con el objeto de sus deseos o el extendido homenaje que Pastor rinde al clásico francés Jules et Jim (1962), dónde Luján, Guerra y Pedro Armendáriz Jr. toman los lugares a cuadro de Oskar Werner, Jeanne Moreau y Henri Serre.
Estas ruinas que ves juega continuamente a enfrentar las costumbres de aquel México con el deseo de cambio. Una clase alta acomodada llena de apariencias, incapaz de identificar (o atrapar) al exhibicionista que provoca al pequeño pueblo. Aldebarán lucha por seguir con la fachada o darle rienda suelta a sus instintos, así queden las meras ruinas en pie.
Pasarían casi dos décadas antes de que una novela de Jorge Ibargüengoitia fuera transformada en luz y de nuevo fue bajo la dirección de un cineasta que deseaba plasmar su voz y no la del escritor. El realizador Roberto Sneider estrenó en 1994 Dos crímenes, que narraba las peripecias de Marcos (Damián Alcázar), un joven que es acusado de un crimen que no cometió en la Ciudad de México y debe huir a la finca de su tío en Muérdago, un pequeño poblado del Bajío.
En el lugar, deberá enfrentar las envidias de sus primos, buitres que llevan esperando la muerte del patriarca para quedarse con su dinero y los esfuerzos de la policía por encontrarlo. Dos crímenes se trata de una comedia de enredos en tono casi costumbrista, las situaciones se suceden con la cotidianeidad de la provincia mexicana y los personajes están llenos de detalles que los hacen habitar en una zona de valores bastante difusa.
Es una película que comparte temas y más de un apunte con Estas ruinas que ves, sin embargo no alcanza el nítido retrato del comportamiento mexicano de esta última. Dos crímenes existe en un México donde la tranza y el cariño parecen conviven de iguales.
La última incursión de los trabajos de Jorge Ibargüengoitia en el cine se dio en 2011, con el corto de animación Take Me To Acapulco, de la artista sueca Krystallia Sakellariou. La obra pasó desapercibida fuera del circuito de festivales.
Los fanáticos de Ibargüengoitia seguirán esperando esa película que le haga total justicia a la obra de uno de los escritores más importantes que ha dado el habla hispana.
Artículo escrito por Rafael Paz para UNAM Global