La vida después del huracán Dorian en Bahamas
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Las pérdidas totales de bienes asegurados y no asegurados en las Bahamas, sin incluir infraestructura y automóviles, podrían alcanzar los 7,000 millones de dólares.
Cuando el huracán Dorian golpeó la casa de Sylvia Cottis en una playa de Bahamas, la temible tormenta de categoría 5 destrozó las ventanas supuestamente a prueba de huracanes, convirtiendo el cristal en afilados trozos de metralla que le hicieron un gran corte en la rodilla.
Entonces, la mujer de 89 años y su cuidadora decidieron esperar a recibir ayuda, y la situación no tardó en empeorar. La casa se inundó de aguas residuales después de que la fosa séptica se desbordara por las aguas crecidas. No podían tirar de la cadena sin utilizar agua de un estanque. Rodeada de suciedad y sus pertenencias empapadas, Cottis pasó los días sentada en su silla de ruedas y las noches durmiendo en una tumbona metálica.
Pasaron cinco agónicos días. Entonces, el miércoles, un vecino y su amigo lograron abrir con un destornillador la puerta atorada para ver cómo estaban Cottis y Kathryn Cartwright, de 58 años. Para entonces, el corte estaba hinchado e infectado.
Las dos mujeres formaban parte de los miles de personas que necesitaban ayuda con urgencia tras el paso de Dorian. La devastación causada por la tormenta iba quedando más clara conforme la cifra de muertos ascendía a 20 personas y muchas personas salían de los refugios para ver el estado de sus casas.
Los vecinos de las islas de Ábaco y Gran Bahama, conocidas por sus puertos deportivos, campos de golf y complejos turísticos, encontraron un paisaje embarrado y lleno de escombros. Las pérdidas totales de bienes asegurados y no asegurados en las Bahamas, sin incluir infraestructura y automóviles, podrían alcanzar los 7,000 millones de dólares, según una estimación de los modeladores de catástrofes Karen Clark & Co.
Mientras tanto, la ya distante tormenta volvía a ganar fuerza en su avance junto a la costa estadounidense como una tormenta de categoría 3. Su ruta ponía en peligro Georgia y las carolinas, donde millones de personas recibieron órdenes de evacuación.
El huracán golpeó las Bahamas con vientos de hasta 295 kilómetros por hora (185 millas por hora) y lluvias torrenciales, inundando vecindarios con aguas color marrón y según una estimación destruyó o causó graves daños en casi la mitad de las casas en Ábaco y Gran Bahama, que tiene 70,000 habitantes.
El gobierno de Bahamas envió cientos de policía y marines a las islas afectadas, al igual que médicos, enfermeras y otro personal sanitario. La Guardia Costera de Estados Unidos, la Marina Real británica y organizaciones humanitarias como Naciones Unidas y la Cruz Roja, se unieron al enorme esfuerzo de llevar comida y medicamentos a los sobrevivientes, y transportar en helicóptero a los más desesperados.
En la casa de Cottis, las dos mujeres habían oído pasar helicópteros y autos, pero el clima y la enorme inundación habían impedido que recibieran asistencia.
“No puedo dejarla aquí demasiado tiempo”, dijo Cartwright, que también estaba preocupada por sus hijos, un hijo y una hija de los no había sabido desde la tormenta. La mujer alternaba entre comentarios alegres y las lágrimas. Se disculpó por el estado de la casa.
La ayuda terminó llegando en forma de Ben Allen, un trabajador de la construcción y empleado de mantenimiento de 40 años, que llegó en una camioneta para llevar a Cottis a donde pudiera recibir asistencia médica.
Una vez estuvieron todos a bordo, la camioneta emprendió la marcha entre torres de celulares caídas, tendidos eléctricos rotos, árboles despojados de sus hojas y grandes embarcaciones que quedaron colocadas sobre edificios. Se veían contraventanas de metal arrancadas de sus marcos y arrojadas dentro de los comercios.
“Ábaco ha desaparecido”, dijo Allen. Una semana antes, dijo, era “el lugar más hermoso en el que uno querría estar”.
Cartwright, aún preocupada por su familia, dijo “Solo quiero ver a mi hijo esta noche”.
En ese momento, la camioneta atravesó una zona anegada, y un auto que iba en dirección contraria en esa carretera redujo la velocidad. De pronto, Cartwright exclamó “¡Ese es mi hijo! ¡Ese es mi hijo!”.
Salió corriendo del vehículo y abrazó al soldador naval de 29 años, padre de dos hijos, mientras lloraba. Hasta ese momento no sabía si seguía vivo. Su hijo, Carlton Nixon, le dijo que “los bebés están bien”, pero que su hija había tenido que ser evacuada de Ábaco. Mientras se abrazaban y hablaban, los autos se iban acumulando en ambos sentidos y los conductores empezaron a hacer sonar sus bocinas. Cartwright y su hijo hicieron planes de verse más tarde y se separaron.
La maltrecha camioneta continuó su marcha hasta el Marsh Harbor Healthcare Center, el principal hospital de la isla y donde cientos de personas viven ahora de forma temporal. Varios niños jugaban fuera entre cables de tendidos eléctricos, mientras familias que se habían quedado sin hogar descansaban en el patio del hospital.
En el interior, la gente abarrotaba los accesos, los pasillos y la sala de espera. Había niños pequeños durmiendo en sábanas extendidas y sacos de dormir, mientras otros niños con pañales esperaban de pie en un corralito portátil.
El personal médico recibió a Cottis y la llevó a la sala de urgencias.
A las 8 de la mañana del jueves, hora de la costa este de Estados Unidos, Dorian mostraba peligrosos vientos de 185 kilómetros (115 millas) y empezaba a rozar las Carolinas, donde podría dejar arrojar en torno a un pie (30 centímetros) de lluvia en algunas zonas, además de provocar peligrosas marejadas ciclónicas.
El centro del meteoro estaba 115 kilómetros (70 millas) al sur-suroeste de Charleston, Carolina del Sur, moviéndose a 13 kilómetros (8 millas) por hora. Los vientos con fuerza de huracán se extendían hasta 110 kilómetros (60 millas) desde el vórtice.
Residentes de Bahamas evalúan daños causados por Dorian
El suelo crujió bajo los pies de Greg Alem mientras caminaba el miércoles entre las ruinas de su casa, destruida por el huracán Dorian. Tocó una viga, señaló los árboles caídos, hasta que los recuerdos lo abrumaron.
“Esos árboles los plantamos nosotros. Todo tiene un recuerdo”, dijo. “Es muy, muy triste... En la Biblia hay una persona que se llama Job y ahora me siento como Job. Él lo perdió todo, pero su fe lo mantuvo fuerte”.
La devastación provocada por Dorian, y el terror que provocó durante su día y medio de asedio sobre las Bahamas, se volvió más clara el miércoles cuando el paso de la tormenta reveló un panorama fangoso y lleno de escombros de casas destrozadas e inundadas, en las islas Ábaco y Gran Bahama. La cifra oficial de muertos por el huracán más potente en azotar el archipiélago del que se tenga registro subió a 20, pero existen pocas dudas de que el número aumentará.
Mientras Dorian se abre paso cerca de la costa del sureste estadounidense y amenaza a Georgia, Carolina del Sur y Carolina del Norte, muchas personas en las Bahamas quedaron conmocionadas después de salir lentamente de sus albergues para revisar sus casas.
En una comunidad, George Bolter se paró bajo el intenso sol y revisó las ruinas de lo que alguna vez fue su casa. Recogía el escombro intentando rescatar algo, lo que fuera. Un par de muros fue lo único que quedó en pie.
“Lo perdí todo”, dijo. “Perdí toda la ropa de mi bebé, la ropa de mi hijo. No tenemos en donde quedarnos, en donde vivir. Todo se fue”.
El gobierno de Bahamas envió a cientos de policías y marinos a las islas afectadas, junto con médicos, enfermeros y otro personal médico, en un intento por llegar a las impactadas y empapadas víctimas y tener un panorama completo del desastre.
"Ahora mismo hay muchas incógnitas", dijo Iram Lewis, un miembro del Parlamento. "Necesitamos ayuda”.
La Guardia Costera de Estados Unidos, la Marina Real británica y organizaciones humanitarias, incluidas Naciones Unidas y la Cruz Roja, se unieron al enorme esfuerzo de llevar comida y medicamentos a los sobrevivientes, y transportar en helicóptero a los más desesperados. El gobierno de Estados Unidos también envío equipos de búsqueda y rescate.
La tormenta categoría 5 golpeó las Bahamas con vientos de hasta 295 kilómetros por hora (185 millas por hora) y lluvias torrenciales, inundando vecindarios con aguas color marrón y destruyendo o dejando seriamente dañadas, según un cálculo, casi la mitad de las casas en Ábaco y Gran Bahama, que tienen 70,000 residentes y son conocidas por sus marinas, campos de golf y centros turísticos.
El ministro de Salud bahameño Duane Sands dijo que 17 de los fallecidos eran de las Islas ábaco y tres de Gran Bahama.
Para el miércoles por la noche, Dorian había vuelto a alcanzar la categoría 3 con vientos de 185 kph (115 mph). A las 11 de la noche tiempo del este, se ubicaba a unos 170 kilómetros (105 millas) al sur de Charleston, Carolina del Sur, y se desplazaba hacia el norte a 11 km/h (7 mph).