A mis novelas no les gusta entrar por la puerta, afirma Jordi Soler
COMPARTIR
TEMAS
En “El cuerpo eléctrico” su personaje Cristino Lobatón es un diputado mexicano que fabrica un imperio del opio usando un espectáculo circense como pantalla.
La crisis de opioides en Estados Unidos es uno de los temas que aborda el libro más reciente de Jordi Soler. En su novela “El cuerpo eléctrico”, el autor mexicano traza una ruta de tráfico de opio montado en un tren de costa a costa por el territorio estadounidense del siglo XIX.
En el libro publicado por Alfaguara, su personaje Cristino Lobatón es un diputado mexicano que fabrica un imperio del opio usando un espectáculo circense como pantalla, creando un mercado de consumidores cautivos en cada uno de los pueblos a donde se presenta.
La temática de la nueva novela resuena con la declaración del presidente Donald Trump del 10 de agosto sobre la crisis de opioides en su país, la cual calificó de “emergencia nacional”.
“Creo que la historia es cíclica... y cíclicamente Estados Unidos es azotado por una plaga de adictos”, dijo Soler en entrevista con The Associated Press. “Los hombres, los portadores de la testosterona de aquellos pueblos en Estados Unidos, se entregaban a la opiomanía que distribuía con gran talento Cristino Lobatón”, agregó.
La novela es un clásico western con trenes, caballos e indígenas de la etnia ficticia chikuapawa, en la cual la fortuna de Lobatón le permite tener cada vez más poder.
“Cuando me metí a la historia me di cuenta que en el siglo XIX se inventó el ‘american way of life’”, dijo Soler. “Si no conoces esa historia, esa parte que se narra en esta novela, no entiendes muy bien qué hace Donald Trump ahí. Es así de determinante, ahí se fraguó el capitalismo salvaje, que es del que proviene el presidente de Estados Unidos. Tiene lógica si empiezas a pensar en este empresario: se lo podía permitir todo, era un territorio fundado para eso, para que el más talentoso, el que mejor lo sepa hacer, el que más dinero logre acumular puede incluso comprarse la presidencia del país”.
Como en “Ese príncipe que fui” (2015), “Los rojos de ultramar” (2005) y “La última hora del último día” (2007), Soler sitúa parte de la historia en Veracruz, el estado selvático en el Golfo de México donde nació en 1963.
“No salgo de ahí en realidad”, dijo. “La infancia define muchas cosas. Cada vez que estoy en cualquier sitio del mundo donde me siento físicamente afinado me siento exultante. Estoy seguro que estoy en un sitio a 810 metros de altitud sobre el nivel del mar y cada vez que pregunto me lo confirman. Así sea en Bulgaria, es el altímetro que tenía al nacer”.
En la actualidad Veracruz ha dado mucho que hablar: además del problema de inseguridad por el narcotráfico, su exgobernador Javier Duarte, quien tras darse a la fuga y ser encontrado en Guatemala fue extraditado a México, donde está acusado de delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita, abuso de autoridad y tráfico de influencias, entre otros.
“Me da vergüenza y quisiera creer que es un momento malo y que vendrá después gente que limpie esto que está pasando”, dijo Soler.
Si bien gran parte de la historia de Cristino Lobatón es producto de la imaginación del autor, la vida de una enana veracruzana que lleva a este personaje a Estados Unidos es real. Las fotografías de Lucía Zárate se pueden ver en internet.
“Vio a la reina Isabel, vio al zar de Rusia, tuvo una gira exitosísima”, explicó el escritor. “Todos querían ser beneficiarios del Wi Fi que desprendía su cuerpo eléctrico, era como un hotspot, te acercabas a ella y te llenabas de energía”.
A Lobatón y a Zárate los acompañan una mujer hirsuta, unos siameses italianos y un chino experto en opio.
“Son las que me gustan a mí, historias raras”, dijo Soler. “Cuando iba a la mitad pensé que era mi oportunidad de escribir una súperproducción. Si fuera cineasta probablemente no podría rodar esta película porque debe ser carísima. La ventaja de la literatura es que puedes escribir súperproducciones en el mismo cuaderno en el que haces novelas más íntimas”.
El narrador de la novela se topa con los diarios de Lobatón y así comienza el relato. A Soler le pasó algo similar en la Universidad de Lovaina, en Bélgica, donde una profesora que le enseñó los documentos de un diplomático veracruzano, que “no daban ni para un poema”, le dieron la idea de cómo entrar a este mundo fantástico.
“En mis novelas no me gusta entrar por la puerta, porque esa sería la entrada convencional. Siempre busco la mirada oblicua, por eso me meto por la ventana”, dijo. “Me parecía divertido que el narrador fuera el exégeta... Eso me daba juego para meterme yo en la historia porque me apasiona convertirme en personaje de mi propia historia. Siento que puedo tutear mejor a mis personajes si estoy yo ahí adentro”.