Seductor legado de Caravaggio se exhibe en el Museo Thyssen-Bornemisza

Vida
/ 20 junio 2016

Tres largos años fueron necesarios para que saliera adelante la muestra "Caravaggio y los pintores del norte", que reúne obras maestras de las colecciones del Metropolitan Museum de Nueva York, los Uffici de Florencia o el Ermitage de San Petersburgo.

Michelangelo Merisi Caravaggio fue un genio rupturista que hizo escuela: no sólo fascinaba su singular uso de la luz y el color, también la manera en que sus obras respiraban un estilo de vida desordenado que contribuyó a engrandecer el culto en torno a su figura.

A partir de mañana, una ambiciosa exposición en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid rinde homenaje al maestro del claroscuro centrándose en cómo influyó en sus contemporáneos del norte de Europa. En total, 53 lienzos, 12 de ellos destacadas obras de Caravaggio, que suponen una "ocasión histórica", como afirmaba hoy sacando pecho el director de la institución, Guillermo Solana.

La felicidad de Solana no es para menos. Tres largos años fueron necesarios para que saliera adelante la muestra "Caravaggio y los pintores del norte", que reúne obras maestras de las colecciones del Metropolitan Museum de Nueva York, los Uffici de Florencia o el Ermitage de San Petersburgo. Y es que como señaló el director tras subrayar su agradecimiento, "hay que agarrarse los machos para prestar un 'caravaggio'". El propio Thyssen ya no presta el suyo.

Comisariada por el holandés Gert Jan van der Sman, profesor de la universidad de Leiden y miembro del Instituto Universitario Olandese di Storia dell'Arte de Florencia, la exposición pone de relieve el legado del artista confrontando sus obras con las de sus seguidores. Y entre los primeros que admiraron la singularidad de Caravaggio figura nada menos que otro maestro del Barroco: Peter Paul Rubens.

La muestra abarca la trayectoria del pintor lombardo (Milán, 1571 - Porto Ercole, 1610) desde su llegada a Roma hasta sus últimas obras. Sus primeras pinturas en la Ciudad Eterna son escenas de género como "Muchacho mordido por un lagarto" o naturalezas muertas, y su rápida evolución queda patente al contemplar "Los músicos" y "Santa Catalina de Alejandría": en apenas dos años, pasa de una colorida paleta a un marcado claroscuro.

Entre finales del siglo XVI y principios del XVII, Caravaggio se convierte en "toda una estrella" en una Roma en plena ebullición artística, explica el comisario Van der Sman. Más de 2,000 pintores, muchos de ellos extranjeros, se establecieron allí para seguir el estilo de este maestro sin ataduras academicistas, que trabajaba "ad vivum" inspirándose en aquello que veía.

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"No se puede reducir la influencia de Caravaggio en el uso del color", añadía el experto. Su habilidad para las composiciones, la predilección por tomar como modelos a gente de la calle, el uso de la luz en sus claroscuros, el sensual atractivo de sus personajes o el naturalismo dramático de sus obras hicieron de él "el primer artista moderno en todos los sentidos", como lo definió Solana.

Pero además de admirar esa intensidad que traslucen "El sacrificio de Isaac" (que por primera vez puede verse en España) o "San Juan Bautista en el desierto", procedente del museo Nelson-Atkins de Kansas, la exposición descubre también a una legión de caravaggistas holandeses, flamencos y franceses.

Rubens fue uno de los primeros, y la influencia de Caravaggio es patente en lienzos como "Cabeza de joven" o el claroscuro de "La adoración de los pastores". Menos conocido fuera de casa es el holandés Dirck van Baburen, que tuvo como mecenas al español Pedro Cosida y entre cuyas obras destaca "El entierro de Cristo".

A él se suman otros pintores de la escuela de Utrecht como Hendrick ter Brugghen o Gerard van Honthorst y artistas franceses como Simon Vouet o Valentin de Boulogne, todos ellos "artistas de primer nivel que podrán apreciarse por primera vez en España", destacaba el comisario.

La exposición, que podrá contemplarse hasta principios de septiembre, cierra con la imponente obra "El martirio de Santa Úrsula" (1610), que Caravaggio pintó pocas semanas antes de su prematura muerte. En ella, el artista se autorretrata sujetando una lanza justo en el momento en el que el rey de los hunos hiere con su flecha a la santa.

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