Tras diez años de guerra civil, Siria está sumida en una crisis humanitaria
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El lunes 15 de marzo Siria cumple una década de una dolorosa y sangrienta guerra civil sumida en una grave crisis económica y los efectos de la pandemia del coronavirus, pobreza, inseguridad alimentaria y millones de personas desplazadas.
Una década de guerra, a la que se suma una grave crisis económica y los efectos de la pandemia del coronavirus, han dejado en Siria los peores datos de pobreza, inseguridad alimentaria y dependencia de la ayuda humanitaria, mientras millones de personas siguen desplazadas en el país.
Según datos de la ONU, más del 80 % de los sirios viven por debajo del umbral de la pobreza; más de 11 millones de una población de algo más de 17 millones necesitan ayuda humanitaria; el 60 % no puede permitirse una comida al día y 6.2 millones están desplazados en el país, además de casi otros tantos que han huido de él.
El director del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) para Oriente Medio, Fabrizio Carboni, enumera los efectos y factores de la crisis: la destrucción, el impacto psicológico del conflicto, la "terrible" crisis económica y financiera, y la covid-19 con su correspondiente impacto.
"Para nosotros en Europa hay solo covid, la covid es el alfa y el omega de todo lo que hacemos y pensamos en la mañana y en la noche. Ahí (en Siria) la covid es una fuente más de miseria, una fuente más de riesgo, una fuente más de muerte y de enfermedad", destaca a Efe el responsable del CICR.
Además, Carboni asegura que Siria no es como otros países en los que se puede categorizar a los grupos de población según las necesidades, pues en la nación árabe "todos están de una manera u otra afectados".
LA INSEGURIDAD ALIMENTARIA, DISPARADA
Tras una década de conflicto, Siria es testigo de una situación humanitaria "sin precedentes" en la que 12,4 millones de personas o el 60 % de la población sufren inseguridad alimentaria, "la cifra más alta desde que comenzó la crisis", explica a Efe la portavoz del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en ese país, Jessica Lawson.
Cerca de 4.5 millones de sirios pasaron solo en el último año a engrosar la lista de aquellos que no se pueden permitir una comida sencilla.
"El conflicto, los desplazamientos, la pérdida de trabajos debido a los confinamientos de la covid-19, la crisis financiera en el vecino Líbano, los desorbitados precios de los alimentos y el desplome del valor de la lira siria se han combinado para crear la tormenta perfecta de hambre y pobreza", agrega Lawson.
Por ejemplo, los precios de los alimentos básicos han subido un "impactante" 222 % en el último año, en medio de una grave crisis económica, y las familias sirias han informado al PMA de que llevan meses sin poder adquirir carne, lácteos y fruta.
La portavoz asegura que muchos de los 4.8 millones de sirios que reciben comida del Programa Mundial de Alimentos cada mes "dependen enteramente de ella para sobrevivir" y necesitan "ahora más que nunca" apoyo después de "huir del conflicto y perder sus casas, a sus seres queridos y su sustento".
IDLIB, SIN MUCHO ACCESO A AYUDA
La provincia de Idlib, el último bastión opositor en el noroeste del país, es si cabe la región más necesitada. Allí están presentes grupos armados de la oposición e islamistas, pero también un gran número de civiles.
Fuad Sayed, fundador de Violet, una ONG que colabora con varias agencias de la ONU y que opera en Idlib, señala en declaraciones a Efe que el periodo entre finales del año pasado y principios de 2021 "fue casi una de las peores fases humanitarias por la que ha pasado la región".
Lo atribuye a los nuevos desplazamientos internos registrados en 2020, los "peores", y a los efectos de la pandemia en el abastecimiento de la provincia, donde residen cerca de 4 millones de personas: virtualmente "todos" precisan asistencia humanitaria, según Sayed.
Sin embargo, la peor parte se la llevan el millón de desplazados internos que viven en Idlib y que necesitan "de todo", desde asistencia sanitaria y tiendas de campaña, hasta los productos más básicos, "ya que todo el mundo se fue sin ninguna posesión o capacidad para empezar una nueva vida".
Para el fundador de Violet, la mayor necesidad en los campos de desplazados es la construcción de refugios permanentes, sin olvidarse de los proyectos para que estas personas puedan tener un trabajo que les proporcione sustento y ayude a restaurar el ciclo económico.
El pasado julio, por falta de consenso en el Consejo de Seguridad de la ONU quedó cerrado un paso fronterizo a través del que entraba ayuda al noroeste de Siria desde Turquía, directamente a las áreas opositoras, un "salvavidas" para casi 3 millones de personas, según Naciones Unidas.
Desde entonces solo está en funcionamiento el cruce de Bab al Hawa, cuya apertura se revisará el próximo julio.
"Esto afectó al acceso a algunas áreas e hizo aumentar los costes, tenemos mucho miedo de que cierren también este paso en los próximos meses porque la decisión tomada expirará pronto", advierte Sayed.
Estado Islámico incrementa sus ataques en Siria
Dos años después de su derrota y tras una década de conflicto en Siria, las células durmientes del grupo yihadista Estado Islámico (EI) han incrementado sus ataques y operaciones, principalmente en el desierto central del país, y tienen como objetivo tanto a las fuerzas gubernamentales como a las kurdas.
Desde el pasado diciembre, la formación terrorista ha llevado a cabo una serie de acciones de envergadura contra vehículos y convoyes en las carreteras del extenso desierto, causando decenas de muertos civiles y de las fuerzas leales al presidente sirio, Bachar al Asad.
"Pese a las continuas campañas militares y de seguridad del Ejército sirio y las tropas rusas contra los remanentes del EI en el desierto sirio, extraordinariamente continúan llevando a cabo ataques", reconoció a Efe el comandante de las tropas sirias para la Región Central, el general mayor Rafiq Kulthum.
Con apoyo aéreo de la aviación rusa, principal respaldo militar del Gobierno, y en respuesta a los recientes ataques contra vehículos en esas carreteras, el Ejército sirio lanzó el mes pasado una nueva ofensiva contra el EI, centrada en proteger la autovía que une la provincia oriental de Deir al Zur con Damasco.
EL DESIERTO, UN ESCONDITE PERFECTO
De acuerdo con Kulthum, el EI todavía tiene "células aisladas" en vastas áreas desde el pico de Jabal Abu Jaymayn, en la histórica Palmira, hasta las zonas rurales de Deir al Zur, además de en el desierto de Al Sukhna o las montañas de Al Balas y Al Tanaj.
La orografía de Badia, como se conoce a este vasto desierto que ocupa cerca de la mitad del territorio sirio y se extiende más allá de sus fronteras, permite a la formación yihadista perpetrar ataques y emboscadas contra las tropas sirias y luego "desaparecer en las cuevas, valles y áreas abiertas".
El desierto conecta siete importantes provincias sirias -Deir al Zur, Hama, Al Raqa, Homs, Alepo, Rif Damasco y Al Sudeida- y sus estepas y dunas ayudan a las células extremistas a "esconderse y moverse", además de que conocen los puntos en los que plantaron minas y explosivos antes de su derrota en la zona en 2018.
Las Fuerzas de Siria Democrática (FSD), una alianza liderada por kurdos que encabezó la lucha contra el EI junto a la coalición internacional capitaneada por Estados Unidos, también ha detectado un aumento de la actividad yihadista.
Uno de sus portavoces, Siyamend Ali, coincide en declaraciones a Efe en que hay un movimiento "grande y significativo" de elementos del Estado Islámico al oeste del río Éufrates, especialmente en Badia.
Las FSD, que no colaboran con Damasco, continúan por su parte con las operaciones contra el grupo terrorista y en las últimas semanas han destruido una gran cantidad de túneles y arrestado a "decenas" de sus miembros con armas y explosivos.
LOS CAMPAMENTOS, UN PROBLEMA SIN RESOLVER
Según Ali, después de que las FSD tomaran en marzo de 2019 la localidad de Al Baguz, el último reducto del EI en Siria, marcando su derrota territorial, el grupo radical "cambió su método de lanzar operaciones, especialmente a través de sus células durmientes".
Recientemente "han aprovechado la oportunidad para lanzar operaciones terroristas" porque, según el portavoz, las FSD están luchando en otros frentes: defendiendo las localidades de Ain Issa y Tal Tamer del ataque de los rebeldes sirios apoyados por Turquía, que en los últimos tres meses han desarrollado ofensivas contra las áreas kurdas.
Además, achaca el aumento de la actividad por parte del EI a la existencia de "decenas" de prisiones y campamentos que albergan a sus combatientes y familiares en el noreste de Siria, sin que la comunidad internacional haya prestado ayuda a las autoridades kurdas que los gestionan.
La autoproclamada Administración Autónoma kurdosiria ha llamado reiteradamente a los países de origen de los yihadistas y sus familias a ayudar a gestionar campamentos como el de Al Hol, donde hay unos 62,000 internos, de los que alrededor de 45.000 son extranjeros, casi todos mujeres y niños relacionados con los combatientes.
El pasado octubre, esa Administración anunció que daría una amnistía general a cerca de 25,000 sirios vinculados a la formación yihadista y que dejaría de hacerse responsable de miles de extranjeros. Desde entonces ha liberado a varios grupos de cientos de ellos.
Esto coincide con una oleada de violencia dentro de Al Hol, donde desde principios de año han muerto más de una treintena de personas, en su mayoría asesinados, según datos de organizaciones como Médicos Sin Fronteras, presente en las instalaciones.
El portavoz de las FSD mantiene que si no se resuelve el problema "desde todos los ejes", especialmente el de las decenas de miles de personas detenidas tras la derrota del grupo radical, "existe una alta posibilidad de que el EI retorne”.