Un asesor para AMLO
COMPARTIR
TEMAS
Hacía mucho tiempo que no se aparecían por aquí dos personajes: Pimp y Nela. El primero es gigoló, chulo o cinturita –otros peores nombres hay para designar su oficio-, y Nela es su pupila. Cierto día ambos acudieron ante el padre Arsilio y le comunicaron que se iban a ir del pueblo para buscar nuevos horizontes en la ciudad. “¡Qué lástima! –exclamó sinceramente apenado el buen sacerdote-. ¡Ustedes me daban bastantes temas para mis sermones!”… Pepito regresó de la escuela y les dijo muy serio a sus papás: “En la clase de Biología vimos hoy cómo nacen los bebés. Y tengan cuidado. Si siguen creyendo en eso de la cigüeña, y de los pajaritos y las abejitas, se pueden llevar una sorpresa”… Esta chica se llama Pechina, y es dueña de un opimo busto. En el restorán le reclamó al mesero: “Hace media hora pedí una pizza, y no me la han traído”. Sugirió cortésmente el camarero: “Si la señorita tuviera a bien hacer un poco para atrás su silla, todos podríamos ver la pizza”… Una de dos: o le ponen a AMLO un asesor que lo haga pensar lo que dirá en la comparecencia mañanera de cada día, o le designan un funcionario como el que tuvo Fox, que se encargue de decir a posteriori que lo que dijo el señor Presidente no lo dijo, o lo dijo en manera diferente a como quiso decirlo, o en modo que no se entendió, o que se entendió en otra forma de como debió entenderse. En efecto, los pronunciamientos que hace López Obrador en su show cotidiano –la obra principal de su gobierno- son cada día más desconcertantes, por decir lo menos. Eso de que para ser fifí hay que tener más de 500 millones de dólares es una declaración que traspasa los límites de lo racional, y que además no tiene nada que ver con los asuntos que conciernen al bien común y al interés de la Nación. Se dice que el caudillo de la 4T usa manifestaciones como esa para distraer a la gente, y que no fije la atención en los evidentes fracasos del régimen en materias tan importantes como la seguridad y la salud. Si en verdad es así habrá que decir que tal recurso se va desgastando ya, y que los ciudadanos empiezan a preocuparse por esos dichos de AMLO, tan desquiciados y tan desquiciantes. Soy hombre de nostalgias, y recuerdo el tiempo en que las palabras de un Presidente pesaban tanto que el mandatario en turno las cuidaba con esmero, y medía cuidadosamente sus alcances. Ninguno de ellos se exponía a los riesgos de la improvisación, y aunque dijeran necedades -“Defenderé el peso como un perro”; “Ya nos saquearon; nunca nos volverán a saquear”; “Ni los veo ni los oigo”, etcétera- esos desatinos habían sido objeto de escrupuloso cálculo, y se preveían sus posibles consecuencias. Ahora el Presidente da la impresión de que dice las cosas sin pensarlas, y que piensa muchas cosas sin decirlas. Espero que mi propuesta llegue al más cercano círculo de López Obrador, y que por el bien de éste, de la 4T, de Morena, y -sobre todo- de México y los mexicanos, alguien que tenga influencia sobre él le ponga un consejero o consejera que lo asesore antes de que hable, o que le saque la pata después… Doña Fecundina le dijo a la trabajadora social: “Tengo cinco hijos, y otro que viene en camino”. Comentó la visitante: “No se le nota”. Replicó doña Fecundina: “Ya no tarda. Lo mandé a comprar el pan”… Noche de bodas. Inepcio, joven mancebo sin conocimiento del mundo y de la vida, casó con Pirulina, avispada chica con muchos kilómetros recorridos. Al terminar el primer trance de amor él le preguntó con ansiedad a ella: “¿Te gustó, Piru? ¿Te gustó?”. Respondió la flamante desposada: “No te preocupes. Después de todo yo tampoco sé cocinar”… FIN.