Un Clásico peculiar y sabroso
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El Clásico regio es peculiar. Siempre dispara conclusiones sabrosas, incluso, hasta en los juegos más agrios. Pasan los años y se pone cada vez más bueno. Nunca pierde su esencia. Nunca se destiñe.
Un Rayados-Tigres ofrece singularidades que lo distancian de otros duelos de la misma especie por su alborotado contexto. Es más ardiente que pasional. Es un Clásico vivo por su naturaleza deportiva, por esa rivalidad inoxidable y, definitivamente, por su gente.
Esta vez, los dos equipos llegan de buena forma en lo general, pese a algunos baches y asteriscos. Tienen propuestas claras, rutas definidas y ambiciones altas. Como pocas veces coinciden en un punto dulce de sus respectivas campañas.
Precisamente por producción y atributos colectivos son los dos equipos del momento, y con esa aura luminosa se disponen a inaugurar una nueva época de Clásicos en la casa albiazul.
Romper la virginidad del BBVA Bancomer ya es un estímulo por sí solo que abona a la predisposición de ambos equipos, si es que le faltaba algún aderezo extra al enfrentamiento.
Rayados, en su condición de superlíder, y Tigres, abrazado a ese rol protagónico que lo mantiene a tope en la doble competencia, tienen las armas bien cargadas como para no defraudar. Un partido de estos puede tomar cualquier rumbo, pero resulta improbable que con tanta calidad se neutralicen.
Sobre todo porque tanto Monterrey como Tigres poseen ataques calificados, con una variedad de recursos individuales al servicio del gol. El cuadro de Ferretti está más estructurado; el de Mohamed, es más sofisticado, pero son igualmente letales.
Tigres se alimenta y cobra fuerza con el manejo del balón y suele depender de una inspiración para martillar. Tiene al francés Gignac, un hándicap que cualquier equipo quisiera tener de su lado.
Rayados también acredita talento, pero ha aprendido a gobernar los partidos desde la organización y el músculo. Puede que se asemeje a Tigres en varios conceptos, como el subordinarse a un criterioso –en este caso a Cardona-, aunque su fuerte está hoy en la compatibilidad de sus líneas y en la coordinación de movimientos.
En un Clásico los pronósticos salen sobrando y el de este sábado sugiere estar lleno de interrogantes. Monterrey, pese a sus ricos números, está en proceso de consolidación y es ahora cuando debe saber administrar las altas presiones para mantenerse competente.
El golpazo ante Cruz Azul y la casi eliminación en la Copa MX han encendido las alertas sobre su estabilidad y capacidad de control. De hecho, Monterrey está en un punto de quiebre y el Clásico puede tener un efecto determinante. Su salud futbolística y la productiva cosecha de puntos, por ahora, le permiten algunas distracciones, pero ello no lo exime de riesgos.
Lo de Tigres es distinto porque se ha acostumbrado a vivir con la tensión deportiva sobre sus hombros. Puede que se haga el desentendido en algunos partidos, pero su vena competitiva y la contundencia la trae intacta. Es un equipo automatizado, pero a su vez, impredecible, porque nunca se sabe cuándo va a gatillar para someter a su víctima.
Más allá de algunos considerandos y equivalencias, el derbi encuentra a Rayados y Tigres en el camino de la abundancia. Dependerá de qué tanto se suelten para confirmar que la luminosidad que tienen en sus planteles es otra de las razones que hacen a este Clásico diferente.