Vuelve la sombría locura de Black Mirror
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¿Cómo se construye “Black Mirror”? Imagino que Charlie Brooker y sus colaboradores parten de teorías precisas sobre gadgets, aplicaciones, avances tecnológicos médicos o redes sociales ya existentes y se plantean: ¿cómo esta tecnología puede crecer y volverse contra nosotros?, mientras que otros toman el riesgo de construirse a través de los típicos deseos futuristas que todavía no están a nuestro alcance. Surgen de preguntas como: ¿qué pasaría si, finalmente, pudiéramos ver los pensamientos o los recuerdos de los demás? ¿Qué sucedería si fuéramos capaces de conectarnos a la vista de otra persona? ¿Cómo sería crear copias de nosotros mismos y qué uso le daríamos a éstas? Todo ubicado en un futuro cercano, entretejido con el presente, tan palpable que es capaz de perturbarnos. Aquí no hay cyborgs capacitados para dominar la inteligencia artificial para destruirnos; seguimos siendo nosotros mismos los que, con nuestra naturaleza obsesiva, provocamos nuestras tragedias… de a poco, quizá sin darnos cuenta.
Esta esencia reflexiva se mantiene también en la cuarta temporada de “Black Mirror”, estrenada hace unos días en Netflix. Los nuevos episodios son muy interesantes, el problemaaaa… es cuando comienzan a repetirse. En esta cuarta temporada, ¿qué elementos hemos visto con anterioridad en la propia “Black Mirror”? Me cuesta creer que Brooker se esté quedando sin ideas, ojalá no sea así. Sin embargo, aunque ahora los capítulos no serán épicos, están filmados con el mismo respeto y la misma intención que sus antecesores: provocarnos una angustia casi inaceptable. Aunque ninguno irá a la lista de los mejores –creo yo–, en la que siguen como favoritos “White Christmas”, “The Entire History of You” o “San Junipero”.
Creo que en general, las seis nuevas historias equilibran el aspecto sombrío con una ligera brisa de optimismo. El primer episodio, “USS Callister”, hace de la referencia a “Star Trek” una amenaza que aunque muy inteligente, es tan positiva como la propia serie original. “Arkangel”, dirigido por Jodie Foster, será visto con verdadero terror por las mamás que han tenido la idea de vigilar a sus hijos desde lejos y en todo momento. “Crocodile”, un thriller sobre un asesinato envuelto en una bella experiencia visual, no aporta nada novedoso, pero se mantiene fiel al género. Mientras que “Hang the DJ”, el supuesto “San Junipero” de esta temporada, es la versión romántica y quizá más optimista del compendio (no fue mi favorito como para la mayoría). “Metalhead” es la apuesta arriesgada y la peor acogida por el público: en blanco y negro, algo pretenciosa y de ritmo inconsistente. Por último, veremos “Black Museum”, que al cerrar la temporada ya de entrada promete ser uno de los mejores capítulos. Y lo es. Se trata de una extraña colección de historias (algo así como lo planteó “White Christmas”) con toques de inquietud exasperante.
Quizá esta cuarta temporada le quede debiendo a las interiores, pero continúa manteniendo el espíritu de perturbación como si nos aplicaran un sedante con gotero. No le encuentro negligencia, solamente una pequeña fuga de la magia pasada. Pero las fugas se arreglan, ¿o no? Hay que disfrutar “Black Mirror” mientras exista. ¡Lo mejor para el 2018!