Ximena Ayala, una mexicana poderosa
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La actriz ganó el Ariel con su primer personaje, tenía apenas 21 años. Hoy sigue siendo un rostro constante en el cine y, como muchas, ella no tiene ganas de irse a Estados Unidos a trabajar
Ximena Ayala es sonriente y platicadora. No piensa mucho las preguntas que se le hacen, pero da respuestas largas. Al platicar con ella no se pensaría que se tiene enfrente a una ganadora del Ariel a Mejor Actriz y uno de los rostros más constantes en producciones nacionales, desde hace algunos 16 años. Su debut en “Perfume de Violetas” (2001) le otorgó el premio y se convirtió en una de las figuras representativas del “nuevo cine mexicano”, junto a nombres como Gael García Bernal o Alfonso Cuarón. Sin embargo, a diferencia de ellos, Ayala no quiere ir a probar suerte a Estados Unidos.
Este año estrenó la serie “Guerra de Ídolos”, que a pesar de ser de Telemundo, grabó desde México. Esta ha sido su mayor conexión con aquel país, antes ya había trabajado para la empresa en la novela “Bajo el Mismo Cielo”, para la que sí tuvo que ir a Miami un tiempo. Pero regresó, porque ella piensa que en México hay mucho por hacer, como para vivírsela en el extranjero. Por ejemplo, cambiar la forma de retratar a las mujeres en la pantalla y ayudar a que el cine nacional le gane más lugar al de Estados Unidos.
En años recientes la hemos visto en cintas de gran distribución como “El Tamaño Sí Importa” (2017) y joyas independientes como “Los Insólitos Peces Gato” (2013), desde donde busca romper con la tradición con lo predecible, siempre desde México, pero siempre buscándole otro ángulo a las cosas.
-¿Qué significa ser actriz?-
“Creo que es un acto de valentía y de humildad, en el sentido en el que dejas de ser tú. Le prestas tu alma y tu experiencia y tu cuerpo al personaje que vas a encarnar. Y de valentía porque vas a encarnar a un alma que no conoces y vas a caminar con ella durante un periodo de tiempo. Tienes que ser muy valiente para prestarle tu tiempo y tus emociones a ese personaje, que seguramente ha vivido cosas que tú no has vivido y las vas a empezar a sentir. El reconocimiento es eso, hacerlo tan auténtico y tan verdadero que te crean el papel. Esa es la parte más íntima. Está la otra parte que es ser una figura pública. Tiene que haber congruencia en las dos. A mí me pasa que yo estoy muy desasociada con esta idea del actor inalcanzable. Para mí un actor tiene que observar, escuchar, tener empatía con mucha gente, con diferentes tipos, no nada más la gente que se parece a ti”.
-¿Recuerdas cuál fue la primera película que viste que te hizo maravillarte con el cine?-
“‘Tiempo de Gitanos’ (1988) de (Emir) Kusturica. Me gustó porque fue una de las primeras películas que me confrontó con la estética, la música y el realismo. Yo estaba acostumbrada a ver cine realista. Esta película yo creo que la vi a los 16, 17 años. Me tocó mucho porque es una película que habla acerca de la vida de los gitanos”.
-¿A quién admiras como actriz?-
“Admiro mucho a Cate Blanchett. Para mí es una mujer que se deja tocar, se deja transformar por el personaje, por la situación en la que la está llevando. Cuando me cautivó el trabajo de transformación de Blanchett fue cuando vi ‘Elizabeth’ (1998). Cómo empieza con una candidez cuando es joven, como una ligereza y de repente vas viendo la transformación de toda la situación hasta volverse la reina Elizabeth con esta energía de hierro, dura, con odio. Ahí sí dije ‘wow, ¿qué es esa mujer?’ Me fascina y no la dejé de seguir y me sorprende en cada película que la veo”.
-Has interpretado personajes muy variados. ¿Cómo haces para elegir tus papeles?-
“Yo considero que tengo una especie de preocupación social. En el sentido de que me gusta arropar y abrazar a personajes a los que normalmente no los vemos, en el sentido de que son un poco marginales o son historias que por su estrato económico o su personalidad parecen imperceptibles en la vida cotidiana. Me gusta traerlos y darles vida y darles voz. Me gusta empujarme a hacer cosas diferentes, me gusta empujar al mismo medio a que me vean en cosas diferentes. Es un medio que te encapsula y te etiqueta muy fácilmente. Pero justo ahí está mi trabajo y mi inquietud de ‘no me etiquetes, eso que piensas que soy, no lo soy’”.
-¿A cuál de todos tus personajes le guardas más cariño?-
“Ay, es que todos, es como los hijos. No puedes elegir uno, porque cada uno tiene un cachito de vida tuyo, tiene una parte de alma tuya, tiene un proceso, un sufrimiento. Es una historia muy personal con cada uno, la verdad no podría elegir. Te podría platicar muchas cosas de cada uno, con cuál me divertí más, cuál me costó más trabajo, cuál fue ahora sí que el hijo rebelde, que no quería, que no quería y al final lo dominé. No podría decirte ‘este es mi favorito’. Yo creo que es el que todavía no conozco”.
-Te has movido tanto en producciones grandes con mayor distribución, como otras más independientes. ¿Cómo es la experiencia trabajando en estos contrastes?-
“Es exactamente igual. Simplemente, ahora sí que el camper es diferente (risas). En unos hay camper, en otros no. Mi manera de involucrarme a los personajes y los proyectos es exactamente la misma, me paguen tres pesos, me paguen cero pesos, me paguen un millón de pesos. Para mí el cheque no determina qué tanto me voy a clavar o a compenetrar en el proyecto. En realidad sí te podría decir que son cambios muy simbólicos en el sentido de que ‘sí, en esta película independiente el ‘catering’ era más reducido y entonces no me daban salmón. Y en esta otra que sí es más comercial pues me daban salmón y leche de soya’. Son cosas que sí cambian, pero en esencia no”.
-¿Cómo crees que se retrata a los personajes femeninos en el cine mexicano?-
“La realidad es que sí hay pocos personajes para mujeres. Y cuando hay personajes para mujeres, siempre es la novia loca o la amiga excéntrica… Sí, yo sé que las mujeres estamos locas, no tengo duda. Pero sí me gustaría que retrataran una parte más real, en el sentido de que somos mujeres luchonas, trabajadoras, mamás jóvenes, divorciadas, ‘multitask’. De verdad tenemos una vida con una funcionalidad más allá que nuestras emociones de locura y estridencia. Me gustaría dar ese ejemplo de mujer mexicana poderosa, creativa, donde no nada más está esperando a su príncipe azul para sentirse completamente feliz. A veces siento que por ahí se va la línea. La historia te está diciendo que sí esta chava está guapa, es muy divertida, pero solamente va a estar completa si tiene un hombre a su lado. A mí eso se me hace un poco triste, porque finalmente el cine sí genera identidad, genera cuestionamientos de cuál es tu vida y dónde estoy”.
-Algunas actrices en el mundo se han manifestado por la desigualdad de género, dicen que los hombres ganan más que ellas. ¿Cómo ves esta situación en México?-
“Pues es que no les he preguntado cuánto ganan a mis compañeros. No he tenido esa información de si le van a pagar más porque es hombre y a mí menos porque soy mujer. No me he visto en una problemática así, no he sido consciente de que suceda aquí en México, la verdad. Lo que yo percibo es una cuestión de taquilla, te pagan más si vendes más, si metes más gente al cine, seas hombre o seas mujer. Si eres Martha Higareda o Poncho Herrera, como meten una cantidad de gente al cine, yo creo que les pagarían igual. Yo lo siento así, ‘no te voy a pagar tanto porque no me metes tanta gente al cine; a este que sí, pues sí le voy a pagar un poquito más’. Y pues sí, dices ‘ah, pos órale’”.
-¿Qué opinas de los actores mexicanos que se van a Estados Unidos a seguir su carrera?-
“Yo no me iría a buscar el sueño americano, definitivamente. En algún momento, más joven, sí era lo que uno pretendía. Pero conforme he ido madurando me he dado cuenta que al revés, estoy más cerca de mi gente. En el sentido en que me gusta estar colaborando con gente mexicana. Creo que aquí hay una cantidad de talento impresionante por lo cual hay que luchar y hay que seguir nutriéndonos. Finalmente sí creo que cada quien tiene un camino. Ir a Estados Unidos a labrar ese camino requiere de mucha valentía, porque te estás codeando con no nomás mexicanos, sino con mexicanos que nacieron allá y además con los gringos. Creo que está difícil. Pero no lo veo para mí. Se me hace un poco desgastante ir a buscar un sueño americano, cuando hay tanto que hacer aquí”.
-¿Qué cambios has visto en el cine nacional desde tus inicios, a principios del 2000, hasta ahora?-
“Creo que la llegada de la nueva tecnología hizo que nosotros como industria pudiéramos abarcar más géneros. Antes en México sólo había un cine muy costumbrista, muy real, todo era realismo. Era la historia de los de la calle, la historia de los del campo, de los de la ciudad y ya. Era con una narrativa muy lineal, cuasi documental. Creo que con el paso del tiempo la industria ha crecido en el sentido de que hemos abarcado los géneros de época, terror, comedias románticas, antes eran contadísimas las comedias románticas. Eso creo que también hizo que nos ganáramos al público y que también el público ya vaya y se empiece a identificar con nosotros como se identifica con el cine gringo”.
-“Perfume de Violetas” pertenece a lo que se llamó como “nuevo cine mexicano”. ¿Cómo recuerdas esa época y qué opinas de ese “movimiento”?-
“Pues sí fue como un ‘boom’, ¿no? Yo misma no sabía nada del cine mexicano más que de los churros del cuatro en blanco y negro. Para mí eso era el cine mexicano, ese era mi imaginario. No había una identidad contemporánea de Ximena con el cine. Hasta esa época. ‘Amores Perros’, ‘Y Tu Mamá También’, ‘Piedras Verdes’… También como la onda de fusionar cine con música y que pusieran a la banda que en ese momento era el súper hit, la ponían en el soundtrack. Creo que a partir de ahí se empezó a crear una nueva generación con una identidad cinematográfica. Era una energía muy de celebración y de recuperar al cine y a la familia cinematográfica. Éramos muy poquitos, tampoco éramos tantos. Yo estaba muy chiquita también no conocía a muchos. Pero sí, surgió una generación nueva, joven, fresca”.
-¿Qué significó para ti ganar el Ariel?-
“En un principio no tenía ni idea de qué era el Ariel. Era muy joven, te lo juro que no sabía de qué estaba compuesta la industria, de que eran festivales, que había entrevistas, que había premios. Era completamente desconocido. Cuando me gano el Ariel la verdad no tenía idea del peso que significaba el tener ese gran reconocimiento que te da la industria a tu trabajo. Había una parte de mí que estaba contenta, pero tímida. Decía ‘no sé si me lo merezco, porque yo apenas estoy empezando’. No sentía que me hubiera costado trabajo ganármelo. Fue un golpe de suerte que con un primer personaje hubiera tenido ese nivel de aceptación”.