Danzan matlachines para celebrar el aniversario de Saltillo
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Bajo un cielo amenazante de lluvia, al menos unos 30 grupos de matlachines danzaron este domingo, cuesta abajo, desde la iglesia del Ojo de Agua hasta la Catedral de Santiago.
Ante la mirada de decenas de familias que, desde antes de las 16:00 horas, aguardaron a lo largo de la calle Miguel Hidalgo el descenso de los danzantes, coloridos penachos, sonajas, tambores y el sonido de los huaraches de llanta y lámina podían observarse desde el primer cuadro de la ciudad.
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El tradicional evento que antecede al aniversario de Saltillo, arrancó minutos después de las 16:00 horas. Monseñor Hilario González encabezó la oración, bendijo los estandartes de los grupos participantes y bendijo a los danzantes. Pidió a Dios guiar el camino de los saltillenses.
Las autoridades municipales reconocieron a dos mujeres, una post mortem, a Dolores Guerrero Carmona, quien fundó uno de los grupos de danzantes; y a Rosa María Guerrero Costilla, por trayectoria de las mujeres danzantes.
Segundos después los tambores comenzaron a sonar, los huaraches golpearon el suelo y los coloridos penachos semejaban el movimiento de una serpiente. La danza de los matlachines es originaria de la región norte de México, y se origina a partir de las costumbres de los pueblos prehispánicos de danzar con sus dioses.
Al centro de los danzantes, “el viejo”, representado con temibles máscaras, y trajes que semejan suciedad. Este personaje, significa el mal que existe en la sociedad. Algunos cargaban muñecos decapitados y otros látigos. Cuando burlaban el centro de los danzantes, atemorizaban a los niños.
Algunas mujeres dejaron de lado el miedo al “viejo de la danza” y bailaron con ellos al ritmo de los tambores. Las banderas de México y Estados Unidos ondearon en el contingente de los danzantes apaches.
Hachas de hueso, arcos y flechas hacían como que disparaban hacia el centro del contingente mientras se escuchaban gritos de guerra, que confrontaban los latigazos del mal.
Algunas gotas de lluvia cayeron y contrastaron con los rayos del sol, que al final se impusieron e hicieron cálida la tarde. Uno a uno, los grupos fueron llegando a la Catedral de Santiago, donde daban su último baile, siendo celebrados con aplausos por los presentes.