El viejo y polifacético oficio de barbero, ese que se resistió a morir

Coahuila
/ 9 octubre 2022

Aquel olor a espuma y loción y el sonido de la navaja amoldándose y asentándose por el buen hacer del peluquero está de vuelta, démosle un vistazo a su origen que lo liga con la medicina

Ahora que el estilo hipster vive un buen momento y que usar barba vuelve a estar de moda, la actividad del barbero renace de sus cenizas. Este oficio que existe desde hace siglos, en los últimos años se ha puesto cada vez más de moda. Sin embargo, pocas personas saben que esta labor estuvo íntimamente ligada a la medicina. Otro dato sorprendente, el trabajo de barbero es uno de los más antiguos.

En las primeras sociedades paleolíticas, quienes cortaban el cabello eran los de la máxima autoridad entre todas las clases sociales. Se creía que en el cabello estaba el alma de las personas, el cabello era la forma en que se expresaban los pensamientos en forma física.

Cortar el cabello era una forma de quitar la esencia del mal acumulado y renovar las energías. Así que la tarea fue encomendada a los más sabios, sacerdotes y religiosos se convirtieron entonces en los primeros peluqueros.

EL ARTE DE RESCATAR LA BARBA

Cerca del siglo quinto a. de C., el peinado de los hombres consistía en cabellos ondulados y barbas. El arte de recortar y arreglar la barba se convirtió en una importante función en la antigua Grecia. Fue allí donde se crearon las primeras barberías, convirtiéndose en lugares de reunión.

En los primeros tiempos del Imperio Romano, los hombres solían llevar el pelo largo y barba. Pero la influencia de Grecia trajo la moda de las barberías. En el 296 a. de C. Ticino Mena, un senador romano, regresó a Roma desde Sicilia e introdujo la costumbre de las barberías.

En la Edad Media, los barberos no solo afeitaban y cortaban el cabello, también sacaban dientes, vendaban heridas y realizaban operaciones sencillas. Estos cirujanos barberos formaron su primera organización en Francia, después de que el arzobispo de Rouen prohibiera el uso de barba.

No fue hasta 1745 cuando se aprobó un proyecto de ley que prohibía a los barberos realizar procedimientos quirúrgicos. Posteriormente, con el descubrimiento de los microbios y la utilidad de la esterilización, la práctica de la cirugía por parte de los barberos se desvaneció. El oficio de barbero continuó al cuidado, recorte del cabello, barba, patillas, bigote y por supuesto el afeitado de la barba.

EL PORQUÉ DEL AZUL Y ROJO

El característico poste de barbero, con rayas en espiral azules, rojas y blancas, simbolizan diferentes aspectos del oficio. Es una insignia de la época en que los barberos realizaban procedimientos médicos.

Las franjas blancas y rojas representan vendajes y sangre, mientras que las franjas azules representan las venas.

En el Anuario Coahuilense de Esteban L. Portillo, publicado en 1886, se da cuenta de los 14 peluqueros que existían en la ciudad. Las peluquerías antiguas tenían de dos a tres sillones, casi siempre tapizados de terciopelo rojo, de ellos colgaban unos cueros para asentar el filo de las navajas, enfrente un espejo de buen tamaño, en la parte de abajo una consola con cajones, para tijeras, máquinas manuales de corte, peines, jabones, botellas de chambelanes de trompa de soplete de tubo, frascos de lociones, toallas. En la esquina opuesta, el anafre para calentar el agua, en una jofaina con su base.

LOS AÑOS DE AUGE Y
CAÍDA EN NUESTRO SALTILLO

Durante la segunda mitad del siglo XX, las peluquerías vivieron sus mejores y últimos días. Zeferino Valdes Luna y su hermano Enrique, oriundos de Monclova, Coahuila, por la década de los años 50 del pasado siglo, abrieron una peluquería a la que llamaron como su ciudad natal, el local del antiguo foyer del teatro Garcia Carrillo, calle Aldama 317. Por años acaparó la clientela más selecta, contaba con teléfono para hacer citas. Por los años ochenta cerró sus puertas a la muerte de don Zeferino.

La Peluquería Marycel, enclavada en la esquina de las calles de Juárez e Hidalgo, contaba con tres sillones, detrás el mismo número de maestros peluqueros. Al entrar al local para esperar turno, en una de las paredes estaba una caja de madera con cuentos, muchos de ellos de Editorial Novaro, curiosamente se advertía un llamativo anuncio con letras góticas, “Literatura Gratis”. Por cortesía siempre antes de empezar su trabajo, el peluquero preguntaba al cliente ¿Cómo va a querer su corte, natural?

En el lado izquierdo de la entrada al edificio del hotel Arizpe Sainz, por la calle Victoria, se situó por varios años la peluquería, años más tarde se cambió a unos pasos del hotel, frente a la oficina de correos, a un lado del estacionamiento del mismo hotel.

Fue ahí donde alcanzó su mejor época, a pesar del auge de las estéticas y la muerte de varios integrantes, la Arizpe sobrevivió en un local por la calle de Manuel Acuña. Otras más funcionaron en el centro de la ciudad, como la Barbería Ruiz en la calle de Ocampo 348, la Rex en la calle Narciso Mendoza 371, otra más en el hotel Hidalgo y decenas en los diferentes barrios.

Por los años 70 y 80 las peluquerías perdieron popularidad, sobre todo muchos jóvenes prefirieron cortarse el cabello en estéticas, influyó también la moda de traer el pelo largo, pero los gustos regresan. En los últimos diez años las peluquerías han tenido una especie de renacimiento. El famoso y llamativo poste de barbero volvió a cobrar movimiento en las calles de Saltillo.

EL INGENIO DE DON DIMAS

Hace años el doctor Carlos Cárdenas, “el Rayito”, solía contar una anécdota de un viejo peluquero que trabajaba por la calle Venustiano Carranza, hoy Pérez Treviño. “Dimas se encontraba afanosamente asentando el filo de la navaja en el raído cinturón de cuero, de repente apareció en la peluquería un presuroso cliente, preguntó, ¿Qué tal está la navaja maestro?, rápidamente el peluquero respondió, ¡ni se siente!, sin dudar el parroquiano de inmediato tomó asiento, al cabo de unos minutos, la queja no se hizo esperar por parte del molesto cliente, con múltiples cortadas en la cara, le recriminó al peluquero, qué pasó, no me dijo que la navaja no se sentía, Dimas respondió no, yo le dije que no se sentara”.

saltillo1900@gmail.com

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