Fernandito, el niño que quiere vender barcos de papel en Arteaga para ayudar a su familia
Entre la inocencia, el juego y una propuesta que suena a emprendimiento, esta es la estampa de un niño que acompaña a su madre mientras ellas trabaja. Una imagen humana que entre tanta noticia puede pasar inadvertida.
Es 29 de enero de 2023. Una tarde de invierno especialmente calurosa: 22 grados. Aun así, el agua helada corre por la acequia que se extiende entre los árboles centenarios de la Alameda de Arteaga. Bajo los puestos de techos de lona atados a los faroles y postes se vende lo de siempre: manzanas e higos de temporada, dulces de leche, pasteles, elotes. Pero apartados de la plaza, sobre una angosta acera, hay un artículo más inusual: barcos de papel.
Fue idea de Fernandito. Lo dice su madre Emilia Hernández mientras dirige la vista hacia el niño de 5 años que hace de la acequia su río, su mar. Descalzo, en el agua, muestra una ventana en su sonrisa. Sus mejillas son dos manzanas rojas y sus ojos, un par de rendijas que se cierran cada vez que ríe a carcajadas. Como si este niño solo supiera reír a carcajadas.
Él y su madre suelen ir de Saltillo a Arteaga los domingos. Ella vende algodones de azúcar.
Aquel día era un domingo como cualquiera. Llegaron a la acequia y Fernandito se quitó las chanclas de hule. Dejó sus huellas en la tierra, se sostuvo de los enormes tronos que la adornan y se sumergió en la corriente de agua fresca. Chacoteó. Nadó con medio cuerpo afuera del agua. Salpicó todo todo con sus manos. Alzó olas de agua dulce. Y a pesar de sus sonrisa, algo le hacía falta.
El niño le pidió a su madre que le hiciera un barco de papel para entretenerse. Mientras otros niños visitaban el Pueblo Mágico con sus padres y recorrían este mismo canal de agua con las manos ocupadas de dulces o juguetes. Fernandito, con la naturalidad que cualquier emprendedor envidiaría, pensó que podrían hacer muchos más barcos y venderlos. En 5 y 10 pesos, los más grandes.
Emilia decidió hacerle caso. Armaron juntos varios buques de diferentes tamaños con envolturas de regalo y papel estraza para finalmente venderlos en su visita a la alameda de Arteaga.
Cada fin de semana los barcos esperan estacionados en una banca a niños con la misma inquietud que Fernandito.
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