Javier Villarreal, el bueno y el malo
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El último día de la Feria del Libro de Arteaga, acudí a realizar un recorrido rápido, mientras los vendedores empacaban, alcancé a comprar unos libros, entre éstos, uno editado por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México y la Secretaría de Educación Pública: De la caída de Madero al ascenso de Carranza. En esta obra, 8 autores retornan al lector 100 años en el tiempo, para recorrer los acontecimientos desde el asesinato de Madero hasta la Constitución de 1917, promulgada en Querétaro por mi ilustre antepasado don Venustiano Carranza.
La semana pasada, al no conciliar el sueño, a mitad de la noche tomé el libro y le quité el celofán que lo envolvía. Leí con agrado que uno de los autores es Javier Villarreal, el bueno, como solemos referirnos a él afectuosamente. Él y otros historiadores como Elsa Aguilar Casas, Daniel Barceló, Luis Barrón, Luis Garfias, Josefina Moguel, Manuel Plana y Santiago Portilla, nos ubican con una excelente narrativa en la puerta del desierto: Cuatro Ciénegas, y en los cargos públicos que don Venustiano Carranza ocupó a finales del siglo antepasado y principios de 1900. Sí, el viejo Varón —barones, los de la droga—, como los 60 y ochenteros que vendrían medio siglo después, se propuso cambiar el sistema desde adentro y no lo consiguió: tuvo que tomar finalmente las armas, cosa que los Niños Héroes de Tlatelolco intentaron también, aunque desastrosamente, en las guerrillas urbanas de la década de 1970.
En este texto, Villarreal Lozano, el decano funcionario cultural de Coahuila, destaca la experiencia y oficio adquiridos a nivel local por el Varón en su solar natal, y que fueron llevados al plano nacional. Diputado local, presidente municipal, senador, Gobernador de Coahuila y Primer Mandatario: recorrió pues, todo el cursus honorum, como se llamaba en el Imperio Romano a toda la retahíla de cargos públicos que podía y debía desempeñar un patricio, un varón de pro.
Otro extraordinario ensayo de Javier Villarreal Lozano: Venustiano Carranza, la experiencia regional, realizado en 1993, le valió el primer lugar en el certamen convocado por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana y la delegación Venustiano Carranza de la Ciudad de México, hoy CdMx, la ciudad del cemento en seco y a secas. La investigación permaneció inédita hasta el año 2007, cuando el Gobierno de Coahuila imprimió y publicó la obra.
Aquí, resume Villarreal Lozano los rasgos más destacados de la vida de Carranza, en un pueblo alejado de los centros políticos del poder público, de la capital del Estado y de la República.
El abuelo de Javier Villarreal, don Gustavo Villarreal Rodríguez, fue tesorero de don Venustiano en la Gubernatura de Coahuila. Javier creció entre conversaciones con olor a pólvora —como escribió Octavio Paz refiriéndose a su propio abuelo, don Irineo y a su padre, también de nombre Octavio—, de ahí la vena por hurgar en la historia y abundar en la obra de Carranza. Lleva Villarreal Lozano implícito un código genético revolucionario y carrancista —sin las connotaciones problemáticas que conlleva ese adjetivo cuando se lo sustantiva—, aunque en sus propias palabras, él se define solamente como un estudioso de la historia.
“Los libros tienen memoria”, me dijo una mañana en su oficina del Centro Cultural Vito Alessio Robles, mientras examinaba con un cuentalíneas lo que parecía ser un ejemplar de la Constitución de Coahuila y Tejas de 1824. Del libro que tenía en sus manos, revisaba acuciosamente la portada, el lomo, la contraportada; detenidamente estudiaba la tipografía, mientras se alisaba la barba con ademán erudito.
Otro historiador, Luis Barrón en su libro: Carranza el último reformista porfiriano, trata espléndidamente al escritor coahuilense, al destacar la existencia de cuatro estudios académicos relevantes sobre Venustiano Carranza, uno de éstos, es el realizado por Villarreal Lozano: Venustiano Carranza la experiencia regional.
Para la elaboración de esta obra, tesis para obtener el grado de doctor por la Universidad de Chicago, Luis Barrón fue a las investigaciones publicadas por Villarreal Lozano, para abundar en los antecedentes del Primer Jefe, antes de la irrupción en la escena nacional al iniciar la Revolución constitucionalista, con la firma del Plan de Guadalupe del 26 de marzo de 1913. En la extensa bibliografía de Barrón, se destacan también los nombres de Douglas Richmond, Enrique Krauze, Frederick Katz y John Womack... para que vea usted que nuestro historiador no se codea únicamente con tocayos nefastos.
Aprendiz de muralista, periodista, historiador y ensayista, Javier Villarreal desde hace 18 años tiene bajo su resguardo la biblioteca de don Vito Alessio Robles, en la antigua casona que ocupó la Presidencia Municipal de Saltillo, en la esquina de las calles de Aldama e Hidalgo. Las remodelaciones realizadas por el Gobierno de Coahuila al edificio, abarcan ahora hasta la calle de Nicolás Bravo, por lo que el inmueble recuperará el espacio que estuvo destinado a la cárcel municipal.
(Sitio que, dicho sea de paso, con unos barrotes que le adecuarán estaría que ni mandado hacer para mazmorra del prófugo de la justicia coahuilense, Javier Villarreal Hernández, el malo, nomás que termine de resolver sus asuntos judiciales en las cortes de Texas. Hecho que tendrá lugar, al parecer, y como si de un cuento de García Márquez se tratase, el 4 de junio próximo, mientras tienen lugar las elecciones para la Gubernatura del Estado…).
www.jesuscarranza.com.mx.