‘Le devolví al Ateneo Fuente mi vocación de servicio’; Ricardo Galván, como emblema de la docencia en Saltillo
43 años de carrera como docente distinguen a Ricardo Galván como uno de los pilares de la educación ateneísta, destacando que la juventud se mueve por principios y que es libre por esencia
Ricardo Galván Berlanga es uno de esos maestros que habiendo entregado su vida entera a una institución como el Ateneo Fuente de Saltillo, tuvieron decenas de generaciones que pasaron por su cátedra.
Desde 1974, quienes alguna vez pasaron por su clase tanto de matemáticas como de física, después tuvieron hijos que también pasaron por la cátedra del “Richo”, como se le apoda.
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No tiene reparo en aceptar el apodo, en entrevista para VANGUARDIA narró que uno de los aspectos fundamentales por los que el alumnado le aprecia es porque intenta que lo vean como un igual.
“Yo trato a los muchachos como si yo fuera un muchacho. Cuando uno trata a los jóvenes como igual, tienes la gran satisfacción de que unos te van a querer y otros te van a odiar. Cuando yo llegaba a clase mi propósito era arrancarles una sonrisa”, explicó al respecto.
Su pasión por el centenario colegio nació desde que era alumno, cuando aún se estudiaba a cinco años pues se hacía de primero a quinto, es decir los tres años de secundaria y los dos de bachillerato.
Estudió ingeniería industrial en el Tecnológico de Saltillo para después trabajar en la industria y a partir de 1974 y hasta el 2018, dedicarse a la docencia, pasando por ser el encargado del laboratorio de física.
“Siendo coordinador el licenciado Armando Fuentes Aguirre, porque se acababa de obtener la autonomía, convocó a las áreas de física, química, biología y matemáticas. Yo apliqué para física y matemáticas y me dieron esas clases”, detalló Galván.
De 2003 a 2008, fue director del Ateneo Fuente, por lo que su retrato luce junto al del resto de todos los dirigentes del bachillerato desde su fundación en la biblioteca Don José García Rodríguez.
Al respecto, contó que fue “una gran satisfacción, porque me permitió que uno después de pasar tantos años en esta institución, pueda reafirmar mi vocación de docente. Al ser director le permite a uno devolverle algo a la institución. ¿Qué le pude haber devuelto al Ateneo? Pues mi vocación de servicio”, narró Galván.
“Me encarrilé de lleno a la docencia y luego a la administración en beneficio de nuestros estudiantes, verlos con una visión diferente, con una oportunidad a que reafirmaran su vocación profesional”, explicó el docente.
Agregó que si bien no todos sus alumnos eran buenos para sus materias, no los forzó a serlo, pues entendió que algunos iban a dedicarse a las artes, a la poesía o a las ciencias sociales y no iban a necesitar la física.
Galván Berlanga explicó al respecto que “esa es la función del bachiller, que tenga uno la universalidad del conocimiento para que elija uno hacia dónde va encaminar su razón de ser como profesionista. Y yo creo que este (el Ateneo Fuente) es un perfecto lugar para ello”.
Respecto a los cambios que pudo ver en la juventud a lo largo de su trayectoria como docente, relató que la ve “exactamente igual”.
“Los jóvenes no cambian, cuando entran al bachiller están llenos de ilusiones. Es como una poesía en donde se encamina el quehacer del joven. Tenemos mucha información, pero esa información nada tiene que ver con la formación. Y la formación del individuo se va cimentando primero en la casa con los padres y luego aquí en el Ateneo”, explicó Galván Berlanga.
Asimismo, explicó que la razón por la que tanto alumnos como exalumnos le siguen teniendo un cariño especial al Ateneo es porque “los muchachos hacen lo que quieren cuando quieren y como pueden. Muchas veces aquí encuentran su refugio a muchas problemáticas de la casa, en el estudio”.
“Aquí los muchachos actúan de acuerdo a sus sentimientos y potencialidades. De tal manera que cuando se dan procesos políticos en el Ateneo o en cualquier parte de la universidad, el Ateneo siempre resalta, porque el muchacho no está sujeto a intereses, sino a lo que él verdaderamente siente. Podrá estar equivocado, pero dice ‘esto es lo que yo considero mejor para mí’ y actúa con esa libertad. Los jóvenes son, en esencia, libres”, detalló el docente.
En ese sentido, puso como ejemplo el emblema del Ateneo es “Alere Flammam Veritatis”, porque “cuando el muchacho está a esa edad se maneja por la verdad, por ideales. Por eso ser ateneísta es lo que más me enaltece como estudiante, como profesionista y ahora como jubilado”.
Una de las particularidades de Ricardo Galván, al inicio de cada semestre en la materia de física, era pararse, aún cuando le era complicado físicamente, encima del escritorio y desde ahí lanzar una bola de papel al piso.
Al respecto de cuál era el sentido para hacerlo, Galván Berlanga explicó que lo hizo hasta el último día que dio clases a manera de homenaje a Galileo Galilei.
“Porque echó por tierra cerca de dos mil años de preparación aristotélica. Aristóteles decía que si dos cuerpos de diferente peso se sueltan al mismo tiempo, el más pesado llegará primero que el más ligero. Entonces, Galileo dijo ‘no’.
“A través del método científico reprodujo y dijo ‘les voy a demostrar que hay un factor que impide que los cuerpos caigan al tiempo con una misma velocidad. Quiten ustedes ese factor que es el de la resistencia del aire’. Cuando la eliminas al máximo, dos cuerpos de diferente peso llegan exactamente al mismo tiempo”.
“Eso es física, porque es una ley de atracción de fuerzas gravitacionales. Entonces para mí siempre fue un modelo, Galileo Galilei, de no estar contento con lo que se decía durante 2 mil años sino que transformó al mundo de la ciencia. Para mí ha sido uno de los más grandes científicos y era un homenaje que yo hacía”.
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