Leyendas de Coahuila: El feminicidio cometido por el Marqués de Aguayo
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Esta versión de la leyenda es una suerte de reclamo de justicia para todas las doncellas asesinadas por cualquier marqués, al que le hirvió la sangre por celos
El crimen detrás de la leyenda del Marqués de Aguayo encendería hoy las voces de colectivas, mujeres y niñas. El galope del caballo que se escucha estremeciendo las noches de General Cepeda es un cuento de hadas comparado con el asesinato atroz cometido por su jinete.
Cuenta la gente que el famoso propietario de la Hacienda Patos mató a su esposa en un arranque de celos. No supo lidiar con una supuesta infidelidad de ella con su sobrino, revelada por uno de sus guardias.
“Le hirvió la sangre”, “quiso defender su honor montado en cólera”, son algunas de las expresiones que la tradición oral machista ha perpetuado como las razones del Marqués. En medio, un feminicidio ancestral que quedó en total impunidad.
Al feudal se le atribuye además cierta inteligencia, “para borrar toda huella del asesinato”, e incluso benevolencia, “con quienes le servían lealmente”, pero el relato solo refleja a un hombre de horca y cuchillo, cruel y despiadado con quien considera que le ha fallado.
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Sobre la forma en que dio muerte a la doncella, esta varía según la versión: envenenada, acuchillada o partida a machetazos. Cada quien elige el método que considera que equilibra la promiscuidad atribuida a la mujer.
Antes de ello, trasladó su dinero, oro y joyas a túneles que atravesaban las entrañas de General Cepeda. De ahí que aún tome su corcel por las noches para ahuyentar a todo el que aspire a su tesoro.
El miedo que estremece cuando el viento sopla fuerte y cimbra las ventanas es porque el jinete aparece para proteger lo suyo, pero a nadie parece espantar el verdugo que obligó a una doncella 20 años menor a casarse con él, y que atormentado no encontró otra forma de callar sus pensamientos más que matándola.
El fantasma de ella es, en cambio, mucho más dócil. Ronda debajo de la luz tenue de las farolas de las plazas y en ocasiones hasta gusta de aparecer en alguna fotografía. Pero siempre es una mujer sin rostro, que murió sin justicia.
Las versiones más recientes de la leyenda revelan que tiempo después del crimen el Marqués se enteró de que su esposa no le había sido infiel, y que todo había sido una calumnia urdida por un mal amigo, por envidia del amor y devoción que ella le ofrecía.
Ayer, como hoy, pareciera que hay que entender a los marqués que asesinan mujeres, porque al final también son víctimas. El problema es que pocos buscan comprender la necesidad de justicia de las mujeres mártires, o al menos la importancia de que se les recuerde con todo y rostro.