¿No hay mujeres coahuilenses ilustres? Rotonda en Saltillo las excluye
Mujeres como Elena Huerta, María Ignacia de Azlor o Enriqueta Ochoa no han sido reconocidas de la misma manera que otras personalidades masculinas
A pesar de que el decreto de 1910 nombra a la Rotonda como de “los Coahuilenses Ilustres”, lo cierto es que el nombre por el que se le conoce al recinto en el Panteón de Santiago es de “los hombres ilustres”.
Y con razón, desde entonces y conforme se fueron agregando restos de personalidades de la entidad, hasta la fecha no se ha incluido a alguna mujer.
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De acuerdo con la historiadora Esperanza Dávila Sota, es el Congreso del Estado el que determina qué personalidad debe ser incluida en la Rotonda tras una solicitud previa.
La creación de la rotonda se dio tras un decreto del entonces gobernador Jesús de Valle en 1910 y conforme fueron pasando los años se fueron integrando los restos de otras personas.
“Si volteamos a ver la historia de Coahuila, reconoció muy tardíamente a sus mujeres. Realmente por ese tiempo apenas había cierto reconocimiento para las mujeres y seguramente que no encontraron a quién poner allí”, explicó Dávila.
Por su parte, el también historiador Lucas Martínez señaló que al abordar este tema es importante tener en cuenta la perspectiva histórica con la que se evalúan dichas decisiones.
“Uno tiene que considerar, en gran medida, lo vemos desde hoy. Más bien que mal, somos por fortuna, generaciones donde el género, el papel de la mujer, de un joven, de un adulto mayor, han cobrado una relevancia que cuando yo fui niño no la había. Eso es una premisa fundamental, de que estamos analizando algo desde hoy, y a veces, no es muy recomendable”, explicó.
“El papel de la mujer ha ido tomando por supuesto el lugar que le corresponde en justicia, pero en el caso de los prociudadanos, de los héroes, acá todavía somos remisos, todavía hace falta bastante esa reivindicación, nos hemos ido por las áreas más nobles de la vida pública, la educación, la tecnología, la pintura, las artes, que es bien valioso y se lo merece cualquier mujer que haya destacado”, detalló.
HA PERDIDO SOLEMNIDAD
Para Dávila Sota, la inclusión de personas en la Rotonda de Coahuilenses Ilustres es un acto cívico que ha ido perdiendo “cierta solemnidad” o al menos considera que antes se tomaba con mayor seriedad.
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Aseguró que es importante no hacer una distinción sobre “mujeres ilustres” sino seguir un reconocimiento hacia las mujeres, principalmente en artes como la pintura, la música, la poesía y en gran medida la educación.
“Ese el objetivo de una rotonda de personas distinguidas de una entidad, es para perpetuar su memoria y para honrar su memoria, ese es el objetivo de la rotonda de los coahuilenses, sería en este caso coahuilenses distinguidos, entonces igual se puede perpetuar la memoria de un varón coahuilense que hizo algo por su entidad, tanto como de una mujer coahuilense que hizo algo por su entidad también”, explicó.
LAS MUJERES PROPUESTAS
En ese sentido, Dávila Sota consideró que una de las mujeres coahuilenses que ha recibido poco reconocimiento es María Ignacia de Azlor y Echeverz, originaria de Villa San Francisco de Patos, hoy General Cepeda.
Dávila contó que su labor como monja en el siglo XVIII, particularmente en la Ciudad de México, la llevó a realizar la primera escuela para niñas de lo que entonces era la Nueva España.
“Es la primera escuela para niñas que enseñaba, además del catecismo y las labores del hogar, enseñaba a hacer cuentas y a leer y a escribir y que admitía también tanto a las hijas de los nobles de la colonia como a las hijas de los caciques indígenas que todavía, todavía estaban en la Ciudad de México”.
“Es de un gran mérito porque es una precursora de la educación de la mujer mexicana a la que no se le ha reconocido. Entonces yo me atrevería a decir que María Ignacia sería la primera mujer que yo pondría allí, porque la base de todo es la educación”, apuntó la historiadora.
No obstante, detalló, el traslado de sus restos podría ser complicado debido a que su cuerpo fue inhumado en la que hoy es la Capilla de La Enseñanza, donde antiguamente fue el convento que ella fundó.
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Para el historiador Carlos Recio, otra de las mujeres coahuilenses que deben reconocerse es la pintora Carmen Harlan Laroche, nacida el 14 de mayo de 1909 en Saltillo y quien destacó por ser maestra de otros destacados pintores como Emilio Abugarade.
La pequeña calle que separa al Palacio del Congreso del Teatro de la Ciudad Fernando Soler lleva su nombre. Instaló una academia de piano que formó a generaciones de concertistas y fue alumna de Margarita Prince Rojo.
De acuerdo a una publicación del historiador Ariel Gutiérrez en VANGUARDIA, la academia fundada por Carmen Harlan Laroche se convirtió también en un centro cultural que recibió a los mejores músicos de la época como Luis Sandi, Cipriano Maldonado y Lauro D. Uranga.
Además, perteneció al Seminario de Cultura Mexicana, participó activamente en la vida cultural de Saltillo, merecedora de innumerables distinciones y reconocimientos por sus méritos artísticos. En 1977 le fue otorgada la presea Saltillo.
Otra de las personalidades a reconocer es la pintora Elena Huerta Múzquiz, nacida también en Saltillo en 1908, reconocida principalmente por sus murales.
Datos de la Secretaría de Cultura federal indican que realizó sus estudios en la Academia de Arte de Saltillo, donde después de cuatro años fue acreditada como profesora de dibujo.
“A partir de 1926, cursó durante un año estudios de arte con el pintor Rubén Herrera y al concluir se trasladó a la Ciudad de México. En 1928 se inscribió en la Academia de San Carlos, institución en la que permaneció hasta 1933. También estudió pintura en la entonces Escuela Nacional de Artes Plásticas, participó en la fundación de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, y se integró al Taller de Gráfica Popular”, indica su página web.
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Es autora de un mural en la Universidad Autónoma Agricultura Antonio Narro y otro más en el Centro Cultural Vito Alessio Robles, de poco menos de 500 metros cuadrados.
Murió en Monterrey en 1990 y en 2016 su nombre fue el primero de una mujer en ser escrito en letras doradas en el Congreso del Estado.
Una más de las propuestas de Carlos Recio descansa en la poeta torreonense Enriqueta Ochoa, cuyo nombre es el del Concurso Nacional de Poesía.
Nació en 1928 y murió en 2016 dejando obras como “Las urgencias de un Dios”, “Los himnos del ciego” (1968), “Las vírgenes terrestres” (1969), “Cartas para el hermano” (1969), “Retorno de Electra” (1973), “Bajo el oro pequeño de los trigos” (1984), “Canción a Moisés” (1984) y “Enriqueta Ochoa de bolsillo” (1990).
Fue profesora en la Universidad Veracruzana, la Universidad Autónoma del Estado de México, la Universidad Nacional Autónoma de México y en la escuela de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM). Además, impulsó talleres literarios para el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) en Aguascalientes, Torreón, Tlaxcala y diversos espacios del Distrito Federal.
Perteneció al Sistema Nacional de Creadores de Arte desde 1999, y su obra forma parte de las principales antologías de autores mexicanos, por lo que fue traducida al francés, inglés, japonés y alemán.
En 2015, el INBA, a través de su Coordinación Nacional de Literatura, le otorgó la Medalla de Bellas Artes, como reconocimiento a su trayectoria literaria y su influencia sobre las nuevas generaciones de poetas mexicanos.
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PROPUESTAS MÁS CIUDADANAS QUE POLÍTICAS
Martínez explicó que tras la Independencia de México, se comenzó a honrar a los héroes con nombres de calles, escuelas, instituciones, entre otras, lo que se reafirmó durante el porfiriato con las rotondas o paseos de personas ilustres.
En Coahuila, contó, una de esas primeras manifestaciones fue el reconocimiento de personalidades en letras doradas en el Palacio del Congreso.
“Somos una sociedad de banderías políticas, por eso yo pienso que el Congreso debería, en su momento, la comisión de cultura, retomar el tema y tener todo una especie de instructivo muy bien hecho de a quién podemos proponer, quién puede proponer, qué méritos debe hacer alguien para que pueda estar en un espacio distinguido a quienes han trascendido poco más o mucho más que nosotros, el resto de coahuilenses”, señaló.
Asimismo, hizo énfasis en que, independientemente de a quién se incluya, deben ser propuestas lo más ciudadanas posibles, es decir, alejadas de compromisos o reconocimientos políticos.
Hasta el 23 de noviembre de 1993, en el recinto descansan 22 hombres, de acuerdo al libro “La Rotonda de los Coahuilenses Distinguidos y sus Moradores”, de Leonel Rodríguez.
Según el documento, del lado poniente se encuentran el Profr. Federico Berrueto Ramón, el Gral. Andrés S. Viesca Bagues, el Profr. José Rodríguez González, el Profr. Carlos Espinosa Romero, el Profr. Leopoldo Villarreal Cárdenas, el Lic. Carlos Pereyra Gómez, el Lic. José García Rodríguez, el Gral. Vicente Dávila Aguirre, el Gral. Lucio Blanco Fuentes, el Lic. Francisco García Cárdenas y Don Nazario S. Ortiz Garza.
En el lado oriente descansan el Gral. Victoriano Cepeda Camacho, el Lic. Juan Antonio de la Fuente, el Gral. Adolfo Huerta Vargas, el Poeta Manuel Acuña Narro, el Mayor Salvador F. Treviño, el Mtro. Rubén Herrera Flores, Don Antonio Narro Rodríguez, el Profr. Apolonio M. Avilés Muñoz, el Gral. Jesús Carranza Garza junto al Cap. Ignacio Peraldí Carranza y al Teniente Abelardo Carranza Strasburguer, el Profr. Rubén Moreira Cobos y el Profr. Severino Calderón González.
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