Saltillo: Irving, el chofer que regala balones y trozos de su alma de niño
Este hombre recorre Saltillo y Ramos Arizpe en una ‘juguetería ambulante’ que lleva felicidad a los pequeños en su dia
Así como toma el volante, toma la vida; así como le dijeron sus padres desde su infancia, así es él. Un hombre que cree en los niños, en sus sueños y retos y por eso se encarga de brindarles un momento de felicidad, para muchos quizá la única alegría que pueden tener en este su día.
Irving Agustín Jerónimo Rivera llegó a Saltillo hace cuatro años. Él es un migrante que aprendió el oficio de chofer desde su juventud y desde entonces ese es su modo de vivir, entre las calles se desenvuelve con pasión por la manejada.
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En el camino, cada 30 de abril y desde este año el 6 de Reyes le resulta gratificante entregar balones a niños y a veces a los adultos para que ellos se les lleven la sorpresa.
“También cuando voy en ruta, me paro y les doy sus balones y así”, dice con gran entusiasmo este chofer relajiento y conocido por colgar balones a manera de adornos en la unidad que maneja, mismos que van a parar a las manos de los niños que se le van cruzando en su camino.
¿Por qué lo hace? Sería la pregunta que se responde con otra similar: ¿y por qué no? si la vida le ha dado muchas cosas positivas, pero, sobre todo, la necesidad interior de activarse y dejar huella en las futuras generaciones.
Al hablar de su vida, el hombre de 33 años, a quien sus compañeros cumbieros y checadores le dicen “El Cocho”, se recuerda en un hogar donde se valora mucho lo que se posee y se enseña que dar un poco de eso es esperanzador, es divino.
Sus padres le inculcaron ese valor de compartir; ahí comienza la historia y esos consejos los aplica desde hace años, siendo los más pequeños quienes se benefician con sus acciones.
En Saltillo y Ramos Arizpe desde hace cuatro años en que arribó desde el poblado Ocotito, en el estado de Guerrero, comenzó su labor en el transporte público. A él lo mueve la combi, pero también, su inquebrantable fe en San Judas Tadeo.
“Es una forma de agradecerle lo que me da. A San Juditas le pido que no me falte trabajo y como siempre me socorre pues yo le pago dando algo a los demás”, dice orgulloso.
RECAUDACIÓN DIARIA DE SONRISAS
Para eso se prepara con un bote al que le va echando diariamente, 30, 40 pesos y llega el gran día, el 30 de abril y hace el corte. De ahí se dirige a la juguetería, los balones son su regalo preferido, son grandes, vistosos y a nadie le desagradan. Así, enciende la unidad número 14 de la Ruta Express y va repartiendo sonrisas por todo el camino.
El camión adornado con los balones hace de los adultos volver a ser niños, por lo menos durante su recorrido y además, se llevan el recuerdo para sus niños. Pero los más felices son los chiquitines que tiene la suerte de abordar y se llevan uno de los balones
REPITE LA FÓRMULA QUE SE SABE PARA LA FELICIDAD
Irving sabe que la vida puede ser efímera y por eso toma las situaciones que se le presentan con calma, sabiendo que con esfuerzo diario y constante se puede aspirar a un mejor lugar, así enfrenta el haberse separado hace cuatro años. Inmediatamente tomó metros desde Guerrero hasta Saltillo y se estableció en Ramos Arizpe.
Entonces se aplicó en su trabajo, el volante lo requirió y su enorme corazón lo hizo siempre tener el compromiso con su entorno, mejorarlo un poquito, como dicen “poner su granito de arena” y no solo regalar un juguete, sino un trozo de su alma.
Entonces la gente ve pasar esa “juguetería ambulante” llamada Expréss y con beneplácito le dan mensajes de aliento para que su iniciativa siga vigente por muchos años más.
“El Cocho” lo hace también para repetir una fórmula, es decir, inculcarle a su hijo de 15 años a hacer el bien y compartir lo que se posee, aunque no viven juntos, sino que permanece en su tierra natal y siempre está al pendiente de él. Por eso la labor que lleva a cabo tiene un gran significado, por eso envía a todos los niños a quienes les puede llegar este mensaje que valoren lo que sus padres hacen por ellos, porque la vida es dura y cada acción puede ser recompensada, solo se requiere un gran corazón y eso, a Irving le sobra.
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