Coahuilenses revolucionarias: Un ejemplo de coraje bajo fuego y esperanza en la trinchera
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La Revolución Mexicana, el movimiento que transformó profundamente la historia de nuestro país, se logró en buena medida por el arrojo y la determinación de miles de mujeres que, desde distintos frentes, contribuyeron al movimiento.
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En Coahuila, estas heroínas no solo enfrentaron los retos de una sociedad que limitaba su participación, sino que desafiaron el orden establecido, con un coraje que dejó huella en la historia. Entre ellas, destaca la figura de María de Jesús de la Rosa, mejor conocida como “La Coronela”.
ENTRE BALAS, PÓLVORA Y MUERTE
Originaria de Parras de la Fuente, “La Coronela” fue mucho más que una combatiente: se convirtió en un símbolo de la valentía femenina. Su hazaña más célebre ocurrió en 1913, durante la batalla de Palo Alto, cuando, bajo una lluvia de balas, rescató la bandera del regimiento después de que su portador cayera abatido.
Este acto de heroísmo trascendió la Revolución misma, convirtiéndose en la base del popular corrido “Jesusita en Chihuahua” y del ballet “La Coronela”.
Tras años de servicio, en los que llevó siempre consigo dos pistolas como recordatorio de su paso por el Ejército Constitucionalista, María de Jesús vivió hasta 1958, falleciendo trágicamente en un incendio en Nuevo Laredo.
EL ARROJO NO SOLO ES DE HOMBRES
Otra figura emblemática es la de Encarnación “Chonita” Mares, nacida en Coahuila en 1890. A diferencia de “La Coronela”, que dejó su huella en los campos de batalla, “Chonita” asumió un rol dentro de las filas del Ejército Constitucionalista, alcanzando grados militares que pocas mujeres lograron en esa época.
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Alistada en el Décimo Regimiento de Caballería, luchó en combates clave como los de Lampazos, Villa Almada y Sabinas, extendiendo su valentía a otros estados como Puebla, San Luis Potosí y Veracruz.
Disfrazada de hombre y con voz engrosada para ocultar su identidad, obtuvo los grados de cabo, sargento primero y subteniente, hasta que en 1916 un decreto presidencial puso fin a su carrera militar.
BRILLARON FUERA DEL CAMPO DE BATALLA
Las historias de “La Coronela” y “Chonita” Mares no son excepciones, sino ejemplos de un movimiento más amplio en el que las mujeres coahuilenses asumieron roles fundamentales. Muchas, como las hermanas María Trinidad y Eva Flores Blanco, usaron sus habilidades como telegrafistas para conectar a los líderes revolucionarios y coordinar movimientos estratégicos, mientras enfrentaban represalias por parte de las fuerzas federales.
Por otro lado, la familia Blackaller, con figuras como Enriqueta, Carolina y María del Refugio, organizó hospitales de sangre en Piedras Negras, Matamoros y otros puntos del noreste, ofreciendo cuidados médicos a los combatientes.
La Revolución también encontró su motor en mujeres que trabajaron desde las trincheras intelectuales y logísticas.
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Sara Estela Ramírez, periodista y activista, denunció las injusticias del régimen porfirista en su periódico La Corregidora, mientras que Soledad González, secretaria de importantes líderes como Francisco I. Madero y Plutarco Elías Calles, fue clave en la elaboración de documentos fundamentales, como el Plan de Agua Prieta.
Estas mujeres desafiaron los estereotipos de su tiempo, demostrando que la lucha por la justicia y la libertad no distinguía género. En el fragor de la Revolución Mexicana, las coahuilenses no solo se convirtieron en combatientes, enfermeras, mensajeras y estrategas, sino también en símbolos del coraje colectivo de un país en transformación