¡Cómo no vas a querer volver! La experiencia de hospedarse en La Gloria Mesón

Porque la casa es nuestro rincón del mundo: Bachelard Gastón.

Saltillo
/ 4 septiembre 2024
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Lo antiguo se admira. Lo antiguo fusionado con lo moderno se venera. Cuando algo antiguo y moderno se une a lo familiar, se vuelve inmortal.

Esa sensación, la de ser parte de la inmortalidad, es la que cualquier viajero experimenta tras hospedarse en La Gloria Mesón, el hotel boutique apostado en el corazón del Centro Histórico de Saltillo que abrió sus puertas el 28 de agosto de 2024.

Es el último mes del verano y me invitan a pasar una noche en este complejo que, aseguran sus propietarios, quiere devolverle al centro de la ciudad cierta dignidad que se ha perdido y ofrecer la más alta calidad en el servicio.

Si te dicen algo así es fácil cuestionarlo. Por eso llego incrédulo, esperando un poco de espectacularidad en una mundana rutina. Todavía no sé que estoy profundamente equivocado.

$!La experiencia en La Gloria es inmersiva. Su puerta funciona justamente como portal en donde el Saltillo moderno se queda afuera. La antigüedad de los herrajes, las cicatrices de la madera, el candelabro... El pasado respira con fuerza en el hotel.

El sol de la tarde se muere junto con agosto. Al lado del 256 incrustado en la pared, tras la verja de hierro forjado de la fachada, una puerta de madera de casi tres metros, con herrajes que pueden ir de 1750 a 1830, se abre para darme la bienvenida. Esa piel ebanizada es tosca, irregular, rugosa. Austera y auténtica. Esta pieza de madera, como todas las demás en el lugar, fue recubierta con cera de abeja para protegerla.

Apenas dar un paso dentro, la mirada se deleita con claros sillares de piedra y adobe restaurados con cuidado y pintados con marmolina.

A la izquierda del sucinto pasillo que funciona como recibidor está el restaurante. La cocina se surte con ingredientes de huerta y hereda la experiencia gastronómica de Pour La France! Aquí todo combina: los heterogéneos patrones de piedra, las gruesas vigas de madera, las contraventanas, la calidez solar de las siete de la tarde que atraviesa los amplios cristales que dan a la calle Morelos.

$!Todos los espacios están diseñados para ser acogedores. En el restaurante esto se logra por varios motivos: la temperatura, la disposición de las mesas y las sillas, la piedra expuesta como si el edificio contara sus secretos, los grandes ventanales y el bodegón que yace en la pared.

El bar está cruzando el pasillo. Un lugar ligeramente más oscuro que presume sus cocteles, pero cuyo verdadero tesoro es el buen vino. En una vitrina flotante hay 29 botellas de los diferentes viñedos de Coahuila listos para el descorche.

A pocos pasos está el luminoso jardín. Sobre sus muros se extienden largas enredaderas de glicinias que llegan hasta los aleros de la techumbre. Fue lo primero que se hizo aquí hace 25 años. Plantar unos vástagos de wisteria provenientes de Italia que Cecilia Rodríguez Melo, exdirectora del Centro Cultural Santa Anita le obsequió a doña Diana Galindo.

$!Ideal para conversar, desayunar o pasar una tarde agradable, el jardín es un lugar con mucho encanto. Las enredaderas, que tienen casi 25 años, se alzan hasta el techo. Dos fuentes de agua arrullan el momento. Y encima de todo, si la ocasión lo requiere, hay dos cubre soles plegables.

Al fondo, como un misterioso corazón que articula La Gloria de pies a cabeza, está el patio. En los pasillos hay objetos antiguos dispuestos con sutileza como un calentador y una lavadora. Cuando uno recorre las habitaciones también se los encuentra. Estas piezas saben conversar con quien las contempla. Y a veces uno se siente con la responsabilidad de responderles en voz alta para mantener la cordura.

Es el encino siempre verde de un costado el que tiene la voz más potente. Aunque este es originario de San Antonio de las Alazanas, es el tipo de encino de copa generosa que se asociaba en la mitología con la fuerza del griego Zeus y el nórdico Thor. El árbol también es hogar de varias aves. Por eso se le vincula con la hospitalidad y el eterno retorno.

Bajo la sombra de este árbol hay dos bancas hechas de lajas de ladrillo de los productores de la colonia Guayulera. Son idea del arquitecto Luis González Díaz de León, quien se encargó durante los últimos cuatro años del rescate y restauración del mesón. Son también vestigios de la tradición saltillense. Un homenaje a los oriundos materiales de esta tierra.

$!El encino siempre verde le aporta vida, luz y resuena con todo el espacio. A diferentes horas se peden ver pájaros entrando y saliendo de su copa. Bajo su sombra yacen 4 mesas y dos bancas que podrían denominarse artesanales.

A las orillas de la platea se encuentran, si bien más discretos, los elementos que le dan sentido al hotel, que lo vuelven lo que es, su causa final. Son 8 de las 14 habitaciones. Cada una con nombre propio. Cada una con un concepto único. Cada una deseable. Inmejorables.

Aquí cada detalle es también un acto de amor propio. Las losetas de barro que sirven como señalética para identificar las habitaciones fueron hechas a mano por Luisa Castilla Galindo, Luisa Fernanda Guerra Castilla y Federico Jordán. Las elaboraron junto con la hija y la nieta de los propietarios anteriores durante un taller con ladrilleros.

$!Las losetas hechas a mano riman con el estilo arquitectónico de La Gloria Mesón. Alcanzan la sobriedad para no protagonizar, pero tampoco pasan inadvertidas.

La mía es la número dos. La nombraron Nido porque antes de la restauración, encima de este pórtico vivía una bandada de golondrinas. Sin embargo fueron reubicadas por ruidosas y sucias. Una vez terminada la obra, el nombre continuó haciendo sentido porque “es tan acogedora que sientes que te abraza”. Es cierto, te apapacha como si te conociera.

La puerta se puede abrir con una tarjeta inteligente, inusual en accesos con tanta antigüedad. Esas que al presionarla contra un lector de la chapa, desviste los cerrojos y rinde ante ti las entrañas de La Gloria para darte asilo. Pero el futuro te besa la mano si usas la aplicación JustIN Mobile y el equipo de recepción te habilita la llave digital. Acercas la pantalla de tu teléfono y voilá.

El interior es discreto, sobrio y elegante. La cama king size en verdad me trata como un rey. A uno de los costados yace un pequeño sarape enmarcado. La televisión, que incluye una cuenta gratuita de Netflix está colocada a un costado, de manera que no robe el protagonismo a la arquitectura. Ese detalle se repite en todos los cuartos.

$!Al contrario de las habitaciones en cadenas de hoteles en donde las variaciones son mínimas, y se replican acomodos, elementos y estilos, cada dormitorio de la Gloria es diferente. No se trata solo del tamaño, sino de los acabados, muebles antiguos, distribución y concepto.

El colchón está elevado, dando un sentido de amplitud que incluso se respira. Lo mismo ocurre con los burós laterales que se suspenden de la pared. La estructura de madera sin puertas ni cajones otorga al mismo un espacio amplio y una perspectiva diáfana. La parte de arriba está cubierta por una placa de acero negro que procura durabilidad.

El baño se conecta de manera fluida con la habitación. En vez de toscas puertas que aislan como es la usanza, hay estilizados accesos de vidrio que permiten que la luz y el sonido entren al mismo tiempo que se cuida la privacidad con una película de vinil esmerilado.

$!Los espacios de los baño integran elementos que contrastan. En los espejos y cerámica se advierte luz y pulcritud. El tratamiento de la madera y la roca sólida aportan fuerza sin convertirse en rudeza.

Aquí se integran en equilibrio los elementos clásicos y modernos mencionados al inicio. Moderna y fina cerámica en la parte superior. Discretos pero cuidados espacios de madera abajo para colocar las toallas. Son escenas confeccionadas a mano, labradas con la paciencia de quien sabe que para encontrar oro, hay que escarbar más allá de la razón dominante.

La regadera, como es el caso en el resto de alcobas, cae en la parte central del cuarto de aseo, dando más movilidad durante la ducha. Si ya me tenían desde los herrajes bicentenarios preñados de historia, la señorial bata de baño me convence de que debo ser la persona más distinguida entre mis iguales.

Existen dos detalles que se agradecen de sobremanera dentro y fuera de los cuartos. Que no hay un solo cable a la vista y que todo el terreno es plano. Decisiones, ambas, estéticas y funcionales.

Así como Nido, las demás habitaciones tienen algo distintivo. Velo de novia, por ejemplo, se llama así por el peculiar diseño de su chimenea.

$!Las chimeneas son funcionales y no solo cumplen con una labor estética. Por supuesto, los huéspedes deberán solicitar apoyo al personal de servicio para echarlas a andar y respetar las reglas de uso.

Sarape incluye una pieza fabricada por los hermanos Tamayo.

$!La imagen muestra la perspectiva que se tiene desde la puerta. El Sarape fue elaborado por Héctor y Rubén Tamayo, guardianes de la técnica de la tradicional prenda saltillense.

Ojo de buey es por la forma de sus tragaluces.

$!En la parte superior de la cama está el primer ojo. Hay otros dos en la pared que divide el baño del recibidor. Elementos como las bancas fueron trabajadas por un ebanista.

Reflejos es por los trozos de espejo incrustados en el muro.

$!Los espejos fueron colocados con discreción para que no viera fuera tono, específicamente cursi. Desde ciertos ángulos, la luz rebota dando leves destellos.

En el ala norte, el resto de las habitaciones guardan el mismo propósito. Pero es “Susana” quien destaca sin intentarlo. El nombre es un gesto de lealtad hacia la anterior dueña de la propiedad, Susana Farías. Y como es la más espaciosa, está pensada como complejo familiar.

Apenas entrar, los pies descansan en una cicatriz de barro con tonos verdes. El contraste con la tonalidad arenosa brinda de inmediato. Ese detalle es, dicen quienes le han dedicado intelecto, pasión y delirio, una cicatriz elocuente.

Y es que al pasar por el dormitorio, allende la sala de estar donde descansa un autorretrato del legendario Alejandro Carmona y dos postales de la colección del historiador Carlos Recio Dávila, en el baño convergen estructuras metálicas, piedra a simple vista, y ladrillos equívocamente enjarrados de su época original y cubiertos con un pálido verde pistache que hace eco con la entrada.

Hay un espacio adicional en La Gloria Mesón destinado al trabajo y la concentración. Es un privado que cuenta con baño propio, un pequeño recibidor y una sala de juntas con una mesa redonda.

$!Omar Saucedo

Los muros fueron intervenidos por el artista visual Federico Jordán, quien, sobre uno de los grabados que tiene la cabeza de un hombre con dos extremidades abiertas como si fueran alas, yacen las siglas ACS, en memoria de Armando Castilla Sánchez.

Más allá de los trabajos de restauración, remodelación y preservación de La Gloria, ¿cuántas casas habría como estas en el Saltillo de antes? Un historiador cuyo nombre me guardo dice que incluso entre familias ricas eran escasas. Unas 10 a los mucho.

¿Cómo no sentir así que soy un peregrino extraviado en la encrucijada de los tiempos si las dos casonas rescatadas y restauradas son una del siglo XIX y otra de los años 30?

¿Cómo no estar convencido de que en la esquina de Morelos y Ramos Arizpe se respira un Coahuila donde la mística colonial, la nostalgia posindependentista, la resaca de la Revolución y exactas caricias del futuro conviven en armonía?

¿Cómo no soltar un rato la prisa del mundo moderno y dejar que los sentidos exploten cada cual, uno a uno y todos al mismo tiempo, en este diamante bruñido de un México diluido en la historia que firma matrimonio todos los días con la palabra hospitalidad?

$!Los arcos son estructuras predominantes en La Gloria. Además del soporte en la estructura, otorga unas vistas atávicas privilegiadas.

La Gloria está viva. Se convierte en algo diferente según la hora del día. Por la tarde tiene un aire franco y duro. Por la noche se siente como si respirara. Es en las sombras que más se aprecia la exquisita geometría del lugar. Adquiere volumen. Y por los materiales en que está levantada, el barullo del centro se vuelve apenas un rumor. Tanto así que leer durante la madrugada bajo las estrellas es un posible sin tribulaciones.

Las preguntas no dejan de llegar. ¿Quién habrá caminado por estos lóbregos pasillos hace 200 años?, ¿las calles afuera estarían empedradas haciendo sonar los cascos de los caballos y las ruedas de las carretas o ese ruido sería amortiguado por la tierra compacta?, ¿aquello que murmura soy yo o algún otro viajero o el encino?

$!Afuera de algunas habitaciones como Nido, 1836, Velo de novia y Sarape se pueden encontrar sillas en donde uno puede sentarse a conversar o contemplar el paisaje. La idea es que esto funcione como terraza a ras de suelo.

Buenas noches, a todos los que aquí hayan muerto. Buenas noches a todos los que aquí trabajan. Buenas noches, amor. Buenas noches.

Adentro del cuarto, cuando se apaga la luz, todo se queda en silencio y completamente oscuro.

Al amanecer, las traviesas aves del encino son el despertador natural.

Todo el mundo anda con buen ánimo. Aquí todo mundo saluda, asiente, sonríe. Refuta ese dicho acuñado de que los saltillenses son apáticos. Y yo sé que la vibra bonita es real, porque esto también se siente.

$!La naturaleza en La Gloria es un elemento presente de pies a cabeza. Otro aire se respira aquí. Y eso, inevitablemente, termina por transformarte a ti y a tu alrededor.

Voy al jardín para desayunar. Entre una diestra variedad, el menú honra los ingredientes regionales como la salsa de chicharrón, la empanada de chabacano o los huevos montados sobre los tradicionales tamales saltillenses. Yo pido una recomendación para presumirle a mis amigos, y deshabitado de la prudencia, la acepto: unos huevos benedictinos. Dos piezas que vienen entre un croissant bañados con salsa holandesa. Café y jugo de naranja, s’il vous plaît!

El sol que todo lo baña nos alcanza lento, pero conquistador. Qué buena vida. Qué hermoso momento. Qué gran lugar. No quiero que se termine. No me quiero ir de aquí.

Y pensar que este momento es posible porque en 1999 la señora Diana Galindo, vio un letrero escrito con crayola que ofrecía la propiedad en venta. Don Armando Castilla Sánchez, su esposo y fundador de Vanguardia, la compró poco después.

Y pensar que la casa contigua, la de inicios del siglo XX, le pertenecía a Susana Farías. Suerte, destino o privilegio. Llámale como quieras, pero como era amiga de doña Diana, se la vendió en pagos modestos.

Y pensar que hicieron falta 25 años, más 60 personas, cinco arquitectos, mucho celo, profunda obsesión, una visión implacable y mucho dinero para esculpir este lugar.

No tengo duda. La Gloria es la gloria. Un espacio frágil, gentil, transparente, esperanzador, irrepetible. Un momento que no quieres que termine. Me dijeron que era un hotel boutique; yo creo que es más una manifestación del verdadero espíritu del Saltillo antiguo.

Bien dicen que no hay nada mejor para provocar la nostalgia que recurrir a la técnica. Lo que no cuentan es que también es el secreto para hacer que la modernidad nos haga sentido.

Y así, con todo esto, cómo no vas a querer volver a estar en La Gloria.

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