La Gloria Mesón abre sus puertas a los viajeros en el corazón de Saltillo
Tras 25 años de minuciosa restauración, este hotel boutique abre sus puertas al turismo como uno de los tesoros arquitectónicos más valiosos del Centro Histórico
La Gloria Mesón abre sus puertas en Saltillo con dos promesas: ofrecer la hospitalidad de más alta calidad en el norte de México y lograr que los viajeros que se alojen anhelen volver.
Este hotel boutique busca redignificar el espacio que ocupa en el Centro Histórico de Saltillo, mejorar el turismo en la parte septentrional del país y ofrecer una de las mejores experiencias de la ciudad. Todo esto en dos propiedades invaluables: una casona de principios del siglo XIX, y otra de 1930.
La inauguración se celebró la noche del miércoles 28 de agosto. Y abrazada por un aura colonial, la familia Castilla Galindo movió los herrajes de las grandes puertas de madera de este edificio ubicadas en el 256 de José María Morelos y Pavón, en la zona centro, para formalizar el inicio de este viaje.
La infraestructura fue restaurada con cuidado, esmero y lentitud, en aras de que cada rincón, pasillo y alcoba desarrollaran personalidad propia, cumpliendo además con los requerimientos del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
El momento fue compartido en una velada íntima con amigos, familiares, funcionarios e invitados especiales.
Alrededor de un grupo conmovido, el arquitecto Luis González Díaz de León, responsable de la última etapa de restauración, dijo en su mensaje que “estar en esta casa es uno de los mayores deleites arquitectónicos que puede vivir una persona. Invita al silencio, la serenidad, el asombro, la inspiración, la nostalgia y la pertenencia”.
La Gloria transporta a los visitantes fuera de este tiempo con sus 14 habitaciones de nombres y conceptos únicos, con muebles antiguos que conversan el mismo idioma que las adecuaciones de alta tecnología, con su jardín adornado por enredaderas de wisteria, y con el patio en donde un encino es hogar de las golondrinas.
Todo el recinto está lleno de detalles trabajados con pulcritud y obsesión: la geometría, la luz, el sonido.
Es el resultado de una familia comprometida con el servicio, de cinco arquitectos diferentes que intervinieron en el proceso, un ebanista, diferentes artistas y decenas de trabajadores que participaron en el rescate de este lugar que espera ganarse la familiaridad de la gente poco a poco.
El inmueble fue adquirido en agosto de 1999 por Armando Castilla Sánchez como un regalo para su esposa, Diana Galindo, quien tuvo la visión de convertirlo en un hotel único en esta parte de la república. No obstante, la muerte de don Armando en enero del año 2000 pausó este proyecto.
Alrededor de 2010, la propietaria realizó algunos avances en la restauración del inmueble, pero la obra se detuvo otra vez. Fue hasta 2020, recién empezada la pandemia, que el proyecto se retomó para ver la luz cuatro años después.
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