Alejandro Carmona, el fotógrafo que capturó la belleza del Saltillo del siglo XX en postales (imágenes)

El saltillense de oficio relojero se convirtió en fotógrafo cuando decidió presumir a su ciudad a través de las postales. Gracias a eso, captó inmuebles que desaparecieron y cuya memoria prevalece gracias a las imágenes tomadas durante el siglo XX

Coahuila
/ 11 agosto 2023
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Alejandro Víctor Carmona Flores fue relojero, hasta que lo cautivó la fotografía.

Hipólito Carmona Hurtado y Gerarda Flores Rivera eran los propietarios de “El Cronómetro”, el negocio familiar que trajeron a Saltillo a finales del siglo XIX tras su llegada de Guadalajara.

Poco después nació su hijo Alejandro, el 7 de marzo de 1890. Él le dio continuidad a la relojería hasta la tercera década del siglo pasado, cuando encontró en la cámara fotográfica un oficio poco conocido en la ciudad.

Si uno observa con detenimiento su colección de casi 330 fotografías, se dará cuenta del interés de Alejandro en los edificios, las plazas, las calles, los espacios públicos, la gente en su cotidianidad. Quería presumir al mundo su ciudad de cuna.

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En alguno de sus viajes el saltillense se encontró con las postales, esas imágenes que muestran lugares especiales y las cuales los visitantes llevan consigo como una suerte de recuerdo.

El relojero sabía que en Saltillo existían ese tipo de sitios cautivadores y empezó a fotografiar al Ateneo Fuente, la Catedral, la Alameda Zaragoza, la Plaza de San Francisco, la Plaza de Armas, calles, avenidas...

De hecho, si no fuera por su trabajo, probablemente nos hubiéramos perdido los detalles arquitectónicos de gigantes que han sido demolidos con el tiempo. Colegio Roberts, el Asilo Maas, el Hotel y Banco Coahuila...

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Hoy tomamos 30 fotos, o más, para elegir cuál subir a Instagram. Alejandro tenía una, o a lo mucho dos oportunidades para atrapar la fotografía perfecta.

Ni imaginar la posibilidad de soltar una ráfaga fotográfica. Recordemos que hablamos de los inicios del siglo pasado.

En esa época era complicado trasladar el tripié y la cámara. Juntos podían rondar los 10 kilos... o más.

El proceso para sacar la foto no era un rápido clic como ahora, implicaba horas. Desde preparar la emulsión (producto líquido fotosensible que reacciona cuando le dá la luz), alistar los cartuchos, definir el encuadre, marcar la apertura y obturación, soltar el disparo y esperar algunos minutos hasta que la imagen se captara en el negativo.

Hasta este punto aún no podríamos ver el resultado. Luego, se debía acudir al cuarto oscuro para el revelado de los negativos y finalmente al cuarto de luz roja para plasmar la foto en papel.

¿Estarías dispuesto a tomar una fotografía bajo esas condiciones? Alejandro lo hizo, al menos, tres centenas de veces. Aunque no solo.

Casado con Consuelo López de Carmona, Alejandro tuvo nueve hijos: Herminia, Ernestina, Hipólito, Consuelo, Raymundo, Graciela, Minerva, Roberto y Carlos.

Estos dos últimos solían ser sus asistentes, a quienes llevaba para cargar el equipo y disparar la foto una vez que él resolvía las cuestiones técnicas.

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De hecho, el fotógrafo habría aplicado este procedimiento en varias ocasiones para poder autorretratarse, aunque hay que mencionar que no era fanático de exponerse ante la cámara.

Una de aquellas pocas veces posó en el techo de la Catedral de Santiago. Se le ve de traje y sombrero, recargado en una de las estructuras de la fachada y mirando al horizonte.

Por el ángulo, se infiere que la imagen fue tomada desde una altura similar a la que él se encontraba. Aunque no nos adelantemos, tal es la peculiaridad de esa foto, que estaremos dedicando una edición especial para abordarla.

Para este punto de la historia, Alejandro ya vendía en su relojería las postales que tomaba e imprimía. Las tenía sobre un carrusel, sobre un estante. Pero con el tiempo, eso dejó de ser suficiente.

La decisión determinante llegó cerca de 1930, cambiar de giro. “El Cronómetro” se convirtió en “Fotografía Carmona”.

El establecimiento se localizó en la Zona Centro, en la calle Manuel Pérez Treviño, entre Manuel Acuña y Xicoténcatl, justo donde ahora se encuentra la Plaza de la Tecnología.

Al frente estaba el local, al fondo la casa de los Carmona. Los niños jugaban libres por los rincones, excepto en los cuartos oscuros, la única zona restringida. Ahí se localizaba el material sensible de las fotos e incluso representaba un riesgo debido a los químicos.

A donde sí podían ir los niños, y en donde el mismo Alejandro les enseñaba a manipular los artículos, era en donde se imprimían las fotos, el cuarto con luz roja. Lo más que podía perderse estando ahí era el papel, y no la esencia de la foto en los negativos.

En cuanto al nuevo negocio familiar, fue evolucionando para ofrecer servicios de estudio, credenciales, fotos infantiles, revelados de rollos e impresión, todo a blanco y negro, como lo permitía la tecnología de entonces.

Como parte de sus actividades, Alejandro también fungió como el fotógrafo oficial del penal de la ciudad. Él tenía la encomienda de retratar a los presos cuando eran ingresados.

Para que todo esto fuera posible, Alejandro hacía uso de los materiales que distribuía Kodak, fabricante mundial centrado en la impresión y materiales de fotografía, fundado en 1888 y cuyo auge despuntó al mismo tiempo que nuestro personaje saltillense incursionaba en la fotografía.

Hoy la colección de Carmona representa no solo un viaje al pasado de la ciudad, sino un auténtico tesoro al cual han recurrido expertos en arquitectura e historiadores para conocer cómo era el Saltillo del siglo XX.

El 90 por ciento de su material, resguardado actualmente por sus nietos, se conforma de inmuebles, calles y espacios públicos. El otro 10 por ciento lo integran personas que debieron posar con paciencia hasta que la foto se concretara.

Como un grupo de hombres que se paró frente a su lente durante una competencia de ciclismo. O como los paseantes en bote en el lago República de la Alameda Zaragoza.

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Otra pequeña porción, de unas cuatro fotos, llevan la leyenda “Saltillo a ojo de pájaro”. Aunque no se sabe con certeza, su nieto Carlos Gerardo Carmona comparte que esas imágenes pudieron ser captadas desde una avioneta.

Es Carlos quien hasta hoy, 93 años después desde que su abuelo inició el negocio familiar, quien mantiene vigente el legado. Aunque ya no recurre a los cuartos oscuros, pues ahora todo es digital, e incluso ya no existe un local fijo como tal, sigue brindando servicios de foto a escuelas y empresas.

Alejandro murió el 6 de agosto de 1958. Pero no así su trabajo. Se sabe que se han encontrado las postales de Carmona en Estados Unidos, y es muy posible que otras más anden rondando en otros países.

Se desconoce el paradero de la cámara con la que se tomaron las más de 300 fotos, pero el tripié forma parte de las reliquias familiares, junto con un reloj que supera los dos metros de altura y que con su sonar cada hora recuerda el pasado relojero de los Carmona.

“Estamos muy orgullosos. Sí dimensionamos la importancia de lo que se puede conservar, que se puede ver todavía. Si la gente y las nuevas generaciones lo van a conocer va a ser a través de las fotografías”, Carlos Gerardo Carmona.

En julio pasado, con motivo del Aniversario 446 de Saltillo, Vanguardia se sumó al objetivo de promover el trabajo de Alejandro Carmona. En cada una de las ediciones del mes, se compartió una fotografía coleccionable, en formato postal, alusiva al ayer de la ciudad.

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