Cuestión de justicia
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Un buen número de delitos, robos, violaciones, abusos, agresiones a migrantes, no se denuncian. El ciudadano ya no le tiene fe a la justicia. El ciudadano sabe que la justicia es lenta, tiene la báscula alterada y los ojos sin venda. A la justicia ya no la sostienen las vértebras de la libertad, la virtud y el bien común. Las injusticias provocan indignación y enojo entre la población. El patrimonio no está seguro, la integridad ni la vida tampoco.
Basta ver las notas para darse cuenta de que las injusticias abundan: “Ignoran autoridades recomendaciones de derechos humanos del Estado…”.
Esto es un grave síntoma de la falta de interés de la autoridad en algo elemental. “Quedan en regaño irregularidades en 5 dependencias del Poder Ejecutivo y 5 municipios de Coahuila”.
Hasta el mes pasado, 10 mil 054 mujeres víctimas de violencia en Saltillo fueron atendidas. En promedio son mil 436 por mes, 54 diarias más o menos. Ante tal cantidad es difícil que una dependencia tenga el personal para atender con profundidad o resuelva tanta denuncia.
Nuestro sistema de justicia esta corrompido, los dados están cargados. Los buenos abogados saben que litigar es inútil. Los derechos quedan desprotegidos. La impunidad es la reina. La vida no es justa, pero la autoridad encargada de impartir justicia no debería serlo. Parte de la indignación del ciudadano es porque siente que la autoridad no merece un sueldo alto porque no cumple con su función.
Si justicia es dar a cada quién lo que le corresponde, ¿Quién decide que merece cada quién? ¿Por qué hay personas que trabajan duro y ganan menos que otros? ¿Por qué Obrador propone bajar sueldos? La Constitución moral que propone Obrador es una buena intención, una serie de principios éticos que incluyen la cartilla moral de Alfonso Reyes. Aunque ya existen códigos de ética para funcionarios y ley de responsabilidades de servidores, el problema es que no se cumplen. La Constitución moral, al no tener carácter obligatorio ni sanción por incumplimiento, quedaría en letra muerta.
La autoridad, por su fuerza y tamaño es la encargada de impartir justicia. Si las personas que forman las instituciones no son justas y no empiezan a serlo primero en su ámbito, no podemos esperar una justicia social, ni distributiva o de cualquier tipo. Para ser justos se requiere una serie de principios, valores o referentes morales que guíen las decisiones y los juicios. De otra manera se pierde la brújula moral y la injusticia se hermana con la impunidad. Por ahí debemos empezar.