Historia de terror de Saltillo: cruzar la Alameda y tener que comprarle creminos al ‘Conde’

Saltillo
/ 30 octubre 2024

Este particular personaje merodea por el centro de Saltillo, ofreciendo experiencias de compra que no se olvidan

Te atreves a caminar por la Alameda Zaragoza, ese pulmón verde de Saltillo que, a primera vista, parece inofensivo. La gente trota con sus audífonos puestos, las parejas se besan en la banca de siempre, y los vendedores ambulantes pululan con frituras y papitas. Todo parece normal... hasta que lo ves.

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Ahí está él, el legendario “Conde”, un personaje cuya existencia trasciende la lógica y la decencia. De mediana estatura, con ojos azules como un pozo insondable de tristeza y algo más oscuro, y tatuajes faciales que lo hacen parecer salido de un ritual ocultista o de una banda de punk olvidada. No llevas ni tres pasos cuando su figura, envuelta en prendas negras, empieza a flotar hacia ti con la elegancia de un vampiro desempleado.

“Cómprame un cremino, están bien ricos, ayúdame”, susurra, como si te estuviera ofreciendo no solo un dulce, sino la solución a todos los problemas existenciales de la humanidad.

Intentas escapar con la excusa más básica del siglo XXI: “No traigo cambio”. Pero él no se da por vencido. Una sonrisa traviesa se dibuja en su rostro. “Ándale, amiga... ayúdame con uno. No seas así”, insiste, como si la salvación de tu alma dependiera de esa pequeña compra.

Empiezas a sudar. Te preguntas qué fuerzas oscuras gobiernan este encuentro. ¿Es el “Conde” una criatura sobrenatural? ¿Un ser atrapado entre dimensiones? O peor aún: ¿un vendedor ambulante que jamás aceptará un “no” como respuesta?

Finalmente, al descubrir que no llevas efectivo ni tarjeta, el Conde da un paso atrás, sus ojos pierden el brillo penetrante, y con un suspiro casi teatral, se desvanece entre las sombras de los árboles. No queda nada, ni una pizca de su presencia... solo el inconfundible sentimiento de que esta no será la última vez que cruzarás su camino.

Te alejas rápidamente, pero algo es seguro: en esta ciudad, nadie escapa de “El Conde”. Nadie.

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