Lenguaje político y manipulación

Saltillo
/ 13 enero 2019

    El lenguaje retórico se ha convertido en el lenguaje público. “Una lucha en la que vale toda arma lingüística. El poder explicativo se ha sacrificado por completo en aras del poder retórico”.

    Peter Jay dice: “Existe un sesgo en el periodismo televisivo: no va en contra de ningún partido o punto de vista concreto, es un sesgo contra la comprensión”.

    Cuando el lenguaje público pierde su poder para explicar implicar, pone en peligro el vínculo más general entre el pueblo y los políticos, es el proceso que ocurre hoy en día en las democracias.

    Tucídides postuló en su “Historia de la guerra del Peloponeso” un cambio en el lenguaje como factor de peso en la caída de Atenas desde su condición de democracia a la tiranía y la anarquía a través de la demagogia: la gente empezó a definirlo todo como le venía en gana, explica, y el significado normal de las palabras se vino abajo.

    De todos los monopolios de que disfruta el Estado, ninguno será tan crucial como su monopolio sobre la definición de las palabras. El arma esencial para el control político será el diccionario”.

    Para poder combatir las armas del demagogo necesitamos equiparnos de un escudo. Primero hay que desenmascarar cómo opera ese lenguaje retórico: “El discurso político contemporáneo consigue su impacto rechazando toda complejidad, condicionalidad o incertidumbre, exagera hasta el extremo para expresar su idea, se basa en la presunción de una mala fe incorregible por parte de su blanco político, no acepta la responsabilidad de explicarle nada a nadie, y en lugar de eso trata los hechos como materia opinable.

    Rechaza la posibilidad siquiera de un debate racional entre las partes, con un lenguaje así, no es de extrañar que tantos ciudadanos asqueados den la espalda a la política”.

    Lo peor del caso es que a veces creemos lo que dicen los demagogos que hipnotizan al pueblo. Ante las flechas retóricas requerimos un escudo hecho de estar alertas, de pensar con rigor, del análisis profundo y la precisión.

    El filósofo Alfonso López Quintás propone 10 antídotos contra la manipulación:

    1. Delatar en todo momento los diversos tipos de falacias en que alguien puede incurrir.

    2. Adoptar una lúcida actitud crítica frente a los eslóganes, los tópicos intelectuales. A nadie teme más el demagogo que quien consagra tiempo a revisar el lenguaje y analizar sus diversos recursos. El análisis es el gran adversario de la manipulación.

    3. No doblegarse el imperio de las modas culturales y aprender a estimar lo nuevo que aporta un valor.

    4. Liberar el lenguaje de las adherencias sentimentales que impiden captar el verdadero sentido de vocablos.

    5. Recuperar para todos los grupos sociales los vocablos prestigiosos que han sido apropiados por ciertas orientaciones políticas.

    6. Poner en forma la capacidad de pensar y expresarse con rigor, en perfecto ajuste a las exigencias de la cuestión tratada. Expresar las ideas con justeza, razonar con lógica, pensar en forma ajustada a la realidad. Solo podremos mantener la libertad creativa si instauramos el recto orden del pensar y clasificamos su vehículo expresivo por excelencia que se lenguaje.

    7. Neutralizar el poder seductor de las imágenes, conceder a cada realidad su independencia liberándola de cuestiones sentimentales.

    8. Avivar el amor a la verdad y amenguar el afán de imponer las propias ideas y criterios; mantenerse en todo momento abierto a la realidad y su manifestación luminosa que es la verdad.

    9. Cultivar las auténticas formas de diálogo.

    10. Fomentar la creatividad en todos los órdenes: una persona, un pueblo resultan más fácilmente manipulables cuanto menos creativos se muestran y menos conscientes son del poder creador de lenguaje.

    jesus50@hotmail.com

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