Rechinar los dientes, dolor en el pecho, manos sudadas, uñas mordidas, rascarse hasta sangrar, antojos compulsivos, sensación de peligro, respiración acelerada, llorar constantemente o caer en excesos, son los indicios que evidencian la ansiedad, estrés y depresión que las personas enfrentan a diario.
De forma simultánea al brote de coronavirus y el confinamiento que impuso, una pandemia invisible acecha a los coahuilenses con un desorden mental, que a su vez detona fenómenos como el suicidio o la violencia intrafamiliar de forma exponencial.
Actualmente, el nosocomio tiene más del 90 por ciento del cupo de pacientes hospitalizados, pese a que permitieron regresar a su casa a los pacientes que pudieran hacerse cargo de ellos, con 10 de 12 camas ocupadas en cada área de varones y mujeres.
Un incremento similar reportan especialistas de psicología y psiquiatría particulares, así como otras instituciones de seguridad social, donde las manifestaciones somáticas y emocionales han aumentado de forma considerable.
Lo cual, expresó Mario Alberto José de los Santos, psiquiatra y ex director del Cesame, ha sido desestimado por el sector salud, volcado a la atención de pacientes contagiados de COVID-19 y dejando en un segundo plano a una gran parte de pacientes que requerían un tratamiento psicológico o psiquiátrico.
Actualmente, la sociedad se sumerge en episodios de estrés y ansiedad sin darse cuenta, ante un suceso que no habíamos enfrentado nunca antes, consideró de los Santos, que provoca el desequilibrio psíquico esperado.
Sin importar la edad, sexo, religión, profesión o cualquier particularidad, reconoció, todos los coahuilenses experimentan al menos una situación que vulnera la estabilidad mental.
También quienes padecieron COVID y enfrentaron pensamientos catastróficos, quienes perdieron a un ser querido sin que pudieran despedirse con el ritual fúnebre que acostumbraban, adicional a la culpa que los invadió por ser la posible vía de contagio.
Los que permanecieron en confinamiento junto a sus familiares detonando episodios violentos, quienes vieron frustrado su negocio ante el cierre obligatorio, perdieron su empleo o se endeudaron.