Silbato del tren; un ruido que lleva a la 'locura' a habitantes de la colonia Panteones

200 mil personas del poniente de Saltillo podrían padecer desequilibrios emocionales; algunos dicen que se puede convivir con el ferrocarril, pero no con su silbato, que alcanza a escucharse a 70 cuadras a la redonda

Saltillo
/ 16 enero 2017
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Por: Karla Tinoco / Fotos: Omar Saucedo

Son las 02:00 de la madrugada de un domingo cualquiera. En la calle Fernando Proal, de la colonia Panteones, los vecinos despiertan con el motor de una locomotora que transporta coches, maíz, frijol, diesel, materiales o cualquier otra cosa. Ese sonido que les interrumpe el sueño en las madrugadas, equivale a 100 decibeles, lo mismo que despertar en medio de un concierto de rock dos veces por hora.

Saltillo.- Sandra Dalila López ha aprendido a dormir y despertar con esa intensidad en sus oídos durante 22 años, el mismo tiempo que tiene de vivir a espaldas de las vías del tren.

“Desde que se llevó a la combi, viene desde el puente Madero a pite y pite, no les importa que sea media noche. En ocasiones el tren tarda en pasar, pero otras son hasta tres o cuatro veces las que pita en una hora”, asegura la mujer. 

Sandra habla del accidente que ocurrió la mañana del 25 de septiembre pasado a unas cuadras de su casa. Ese día, José Eduardo Rangel Martínez, un muchacho de 19 años que tenía apenas 4 meses como chofer de la concesionaria, conducía luna unidad de la ruta 7-A del transporte público y al llegar al cruce de las calles Lerdo de Tejada y Fernando Proal, le quiso ganar el paso al tren, pero no alcanzó y el vehículo fue arrastrado unos metros.

De ese accidente quedaron 30 pasajeros heridos, algunos fueron repartidos a clínicas de los alrededores y otros atendidos por la Cruz Roja en el mismo lugar. 

Afortunadamente el impacto fue en la parte lateral posterior derecha, si hubiera ocurrido en la parte central, otra cosa hubiera sido, detallaba esa mañana a la prensa un comandante de la Policía Municipal, encargado de atender el accidente. 

Cuando fue detenido José Eduardo Rangel, dijo a la Policía que el tren no había pitado y por eso no se dio cuenta que estaba cerca. Además, los testigos contaron que las plumas que advierten del paso del ferrocarril no bajaron, aunque están colocadas ahí desde hace casi dos años. 

Estruendos en la salud

El silbato del tren antes y después del accidente, siempre ha sido el mismo. El doctor Jorge Fuentes Aguirre, vecino de la privada Narro —localizada a menos de 100 metros de las vías—, dice que el ruido del ferrocarril afecta a 200 mil personas que viven cerca de las vías en el poniente de la ciudad. 

“Si el silbato del tren alcanza entre los 90 y 100 decibeles, quiere decir que ese ruido intempestivo se escucha prácticamente a 70 cuadras a la redonda. Esto implica que interrumpe la paz, la tranquilidad, el dormir, sobre todo el bienestar de niños recién nacidos hasta la edad escolar. También afecta a personas de la tercera edad y enfermos”, dice.

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Las estridencias llegan fácilmente al Hospital Universitario, que está a 550 metros de las vías. Además, tanto la Clínica de Medicina Familiar número 73 como el Seguro Social número 1 están a un kilómetro de distancia de la estación del ferrocarril. 

Durante 25 años el doctor Jorge Fuentes Aguirre, quien también es director de Comunicación Médica y Asistencia Humanística del Hospital Christus Muguerza, ha estudiado la estridencia de los silbatazos del tren que lo ha llevado a consultar cardiólogos, otorrinolaringólogos y otros expertos que pueden explicar las afectaciones que tiene el ruido en el cuerpo humano. 

La respuesta de los especialistas es que, para tener una idea más clara acerca de la intensidad, una televisión en nuestra casa es audible entre 45 y 50 decibeles a un nivel normal. Cuando pasa a 55 ya escuchamos la televisión en los cuartos adyacentes y cuando subimos el volumen de 57 a 60 decibeles ya la escuchan los vecinos.

Algunos expertos comparan la intensidad del ruido con presenciar un concierto de rock. Un sonido de 70 decibeles es capaz de producir efectos psicológicos negativos en actividades que requieren concentración y atención, mientras que los ruidos que alcanzan entre 80 y 90 producen estrés, cansancio y alteración del sueño.

Los sonidos entre 100 y 110 decibeles están clasificados en el “umbral tóxico” y pueden ocasionar lesiones del oído medio. Mientras que los superiores a los 120 entran en el denominado “umbral del dolor”, es decir, son tan insoportables que provocan dolor en el oído. 

Los cardiólogos dicen que una estridencia de esta naturaleza afecta la vía acústica, cardiológica y neurológica ocasionando arritmias cardiacas. El ruido del tren a los bebés les altera la vía de la audición. 

Tras 25 años de estudios, el doctor Fuentes Aguirre terminó por inaugurar el “síndrome neurogénico del ruido”, que explica cómo al percibir un sonido estridente se alteran algunos órganos que sufren consecuencias a veces graves.

“Hay algunos vecinos que me han dicho que tienen que tomar tranquilizantes para poder dormir después del paso del tren en la madrugada, eso es preocupante”, dice. 

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LAS VIBRACIONES DEL ESTANQUILLO

Sobre la calle Bordo del Ferrocarril, frente a las vías del tren, vive desde hace más de 30 años Guillermina García García, la dueña de una tienda a la que conocen en el barrio como El Estanquillo. 

Esta mujer de estatura bajita y piel morena sabe cuándo el tren está por llegar, porque los vidrios de la tienda empiezan a vibrar poco a poco hasta que en unos minutos el sonido del silbato se vuelve ensordecedor. 

“Se cimbran las paredes… cuando vienen muy cargados los vagones de tráileres, frijol, maíz, cebada, coches y diesel, la sensación es como si estuviera temblando, el piso se siente como si vibrara”, dice resignada la mujer. 

Por tanto tiempo que ha vivido aquí ha terminado por acostumbrarse aún con el sonido del ferrocarril; cuenta que ya no se le va el sueño, porque su cerebro ya se educó a que el tren pase de madrugada y a cualquier hora. 

A Guillermina no es que le haya dejado de preocupar el sonido del silbato, sino que piensa en los accidentes que podría provocar un descarrilamiento y los imprudentes que se atraviesan corriendo al otro lado de la calle. Por las mañanas, cuando el tren se estaciona frente a su casa, algunas madres de familia se quedan atoradas al intentar cruzar para llevar a sus hijos a la escuela. 

“Las mujeres van a corre y corre porque ya viene el tren, a veces hasta se atraviesan. Eso es muy peligroso como para que se arriesguen”, advierte. 

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 Tampoco sabe cuántos accidentes le ha tocado ver, porque han sido tantos que no tiene un registro de cada uno de ellos. A veces no es necesario salir a la calle, porque desde su puerta, a menos de 10 metros de distancia, se distingue y se oye todo.

“No, olvídese, muchos (accidentes). Más de migrantes porque el tren les corta sus piernas. Una vez en la noche, cuando todavía no había luz, me dijo un muchacho: ‘Se oyen unos quejidos’, y le digo: ¡Súbete, a ver qué es! Y era un migrante al que el tren le había cortado sus piernas. 

—¿Y qué hizo usted?

—“¡Nomás imagínese!, hablarle a los de la Cruz Roja, pedí auxilio para que vinieran por él”, responde la mujer.

LA CONTAMINACIÓN ACÚSTICA DEL TREN

Al pasar por las calles que están frente a las vías del tren, se distinguen unas casas vacías y otras de plano abandonadas. Algunos vecinos dicen que las personas que las habitaban no soportaron el estruendo del tren cada vez que pasaba y prefirieron buscar otro lugar doónde vivir. 

“Una vecina tiene que ir consecutivamente a Monterrey con uno de sus hijos, porque el ruido no la deja quedarse”, dice Sandra Dalila López. 

El doctor Jorge Fuentes Aguirre está seguro de que se puede convivir con el tren, pero no con su silbato. 

“La estridencia de los silbatazos rompe con toda la serenidad del ambiente, ecológicamente. Desde el punto de vista de derechos humanos, es una violación, porque no es posible que una empresa totalmente ajena a la ciudad se entrometa en emitir esa cantidad de contaminación acústica”, dice.

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El especialista ha cronometrado el paso del tren y el silbato ha durado hasta dos minutos ininterrumpidos; aunque pareciera que no es mucho tiempo, al ver el reloj y concentrarse en el bocinazo estridente, el paso se hará una lenta tortura. 

INCONFORMIDADES DESDE 1992

Las primeras inconformidades por el silbato del tren fueron en 1992, cuando se convocó a una reunión con la superintendencia que llegó desde Monterrey para arreglar el problema del sonido en Saltillo. 

“Sí se tuvo la reunión, pero no se logró absolutamente ningún resultado”, —recuerda el doctor Jorge Fuentes Aguirre, quien fue uno de los asistentes del encuentro con las autoridades de la delegación de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT). 

También estuvo presente Sergio Avilés de la Garza, el entonces encargado de Ecología del Gobierno Estatal, y Héctor Franco López, quien en ese momento era el secretario del Medio Ambiente de Saltillo y actualmente es el delegado federal de la SCT. 

“Él (Héctor Franco) asistió a esa junta y estaba a favor de que se suprimieran estos silbatazos. ¿Cómo se iba a lograr? Se pensó en el cambio de vías hacia un sector que quedara fuera de la ciudad, pero luego salieron las personas de los ferrocarriles con que no eran ellos quienes habían invadido la ciudad, sino que era la ciudad quien había invadido las vías. A mí me pareció un argumento totalmente insostenible, pero son cosas administrativas en las que yo prefiero no meterme”, dice.

Desde enero de 2013 que Héctor Franco López fue nombrado como delegado federal de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes en Coahuila, y en Estos 3 años que ha estado en el cargo se olvidó de la promesa que hizo 25 años atrás en aquella reunión con la superintendencia de Monterrey: suprimir o evitar que los silbatos del tren sean tan prolongados en la ciudad. 

El doctor Fuentes Aguirre dice que él no quiere entrometerse con las normatividades que tenga la compañía ferrocarrilera Kansas City para anunciar su paso, aunque pide la existencia de un reglamento para el uso de los silbatos. 

“En lo que sí quiero entrometerme es que las autoridades tienen que poner atención a salvaguardar a esta población tan numerosa (200 mil habitantes del poniente de la ciudad) a quienes hace daño el ruido del tren, porque así como es un problema de salud pública, también es un conflicto ambiental”, aclara. 

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