¿Cómo hablamos los de Saltío?
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De qué hablamos cuando hablamos de Saltillo. El maestro Chuy de León nos cuenta del olvido y la palabra
Vito Alessio Robles (1879- 1957) ponderaba la riqueza del habla saltillense. En uno de sus artículos (Excélsior, 10 de mayo de 1951) el historiador se refiere a nuestro sabor regional de la siguiente manera: “Allí se reproducen muchos modismos del norte, en que [los hablantes] se comen las ‘elles’ en algunas palabras, y en otras, las ponen innecesariamente. A la capital de Coahuila llámanla Saltío y a los aledaños de la misma los designan sus orías; en cambio, a la oficina postal le llaman corrello”.
La ponderación de don Vito ha resentido el paso del tiempo. Ahora sólo resulta de interés para algunos historiadores y uno que otro lingüista. Nadie hubiera imaginado que bastaría menos de un siglo para que todo el rico acervo de palabras y expresiones características de nuestro lugar
cayera en desuso y fuera reemplazado por un habla más neutra, en apariencia más eficiente y universal, pero que nos está dejando sin palabras.
Tal vez uno de los primeros en ver este fenómeno y buscar un remedio fue don Ildefonso Villarello Vélez (1905-1973) quien hizo estudios de humanidades, filosofía y teología. Fue maestro en el Ateneo Fuente, en la Escuela Normal Superior y, de 1961 a 1967, se hizo cargo de la Rectoría de nuestra Universidad.
“El habla de Coahuila” (Ediciones Mástil, Saltillo, 1970) es una de las obra de Villarello Vélez, un lexicón que contiene toda una serie de palabras y expresiones populares de uso común entre la gente de las zonas rurales del estado y de nuestra ciudad. Recorramos algunas voces, expresiones y frases que nos obligan a cuestionarnos como saltillenses.
En las redes; ¿Estamos norteaos o de qué estamos hablando?
¿Y qué podemos decir ahora con el auge de las redes sociales? Si me permiten una observación que podría pecar de alarmista, al grado de que espero equivocarme, la forma como se establecen las comunicaciones escritas y orales por Internet, que privilegian la inmediatez y la rapidez sobre la legibilidad, me queda la impresión de que estuviéramos deliberadamente destruyendo el idioma y quisiéramos, pese a todo, comunicarnos con una confusa pedacera de palabras e imágenes, en la que fotografías, videos y memes están desplazando a la palabra escrita y dejando a la palabra oral reducida a una histérica serie de onomatopeyas.
¿Qué es lo más importante de las noticias sobre atentados? Los alaridos de quienes escuchan los disparos y ven caer a la gente. Olvídense del discurso de Hamlet agonizando al final de la obra de Shakespeare o de los parlamentos de las divas del cine mexicano de la década de los cuarenta o del Piporro haciendo comentarios jocosos dentro de sus canciones. Ahora si no comunicas tu mensaje grabado en tu teléfono inteligente, no tendrán ni un solo like (sí, hombre, esa manita con el dedo gordo para arriba) ¿Me explico?
Con ingenio e intención; Peculiaridades en los diálogos de nuestra ciudad
Como toda ciudad, Saltillo tiene sus singularidades lingüísticas. Es conservadora y ocurrente, en el ánimo y la expresión, y si bien puede mantener algún hábito y expresión casi sin cambios por años, de repente ve nacer en el habla alguna palabra o frase cargada de sentido o de intención juguetona.
Cuando el saltillense se vuelve guía turístico y se le ocurre orientar a un conductor por la ciudad, es muy dado a decir: “más adelante das vuelta para abajo”, en lugar de: “para el norte”, o “a la derecha”, según sea su orientación; lo que provoca no pocos inconvenientes.
Si se refiere a algún lugar y lo ubica con una calle, le antepone un genitivo extraño.
No es la calle Victoria, es “la de Victoria”.
Y lo más sorprendente, relaciona lugares y los ubica, tomando como referencia sitios que ya no existen.
No es extraño escuchar que tal colonia está “por El Indio”, refiriéndose a un lugar donde esa estatua ya no está. “O por La Lechera”, inmueble que hace décadas no existe. Hay todavía quien incluso recuerda el “Reloj de la Ford”, un columna que hace más de dos décadas pasó a la historia. (Por Moisés Rodríguez)
Frases y exclamaciones
¡Carancho! (equivale a caray; persona que se porta mal o hace daño es un carancho)
Buir-bullir (mover, provocar, excitar, molestar fastidiar; búyete: apúrate; no le buigas: no lo provoques)
Cala (prueba: dar la cala)
¡Coche! (exclamación para espantar al cerdo)
Combiliado (desasosegado, que no para de hablar)
¡Cuela! (vete, sigue adelante, apártate) Encartado (de dos razas, mezclado el animal y por extensión la persona: encartado de gringo)
Malacanchoncha (juego que consiste en dar rápidas vueltas sobre sí mismo: lo trae a la malacanchoncha)
¡Chino! (exclamación suave para llamar al cerdo y darle el alimento; chino: peine)
Que conque (no importa)
Podría decirse que esas expresiones desaparecieron por falta de espacio, porque el lugar y el momento en que se pronunciaban dejaron de existir. Ahora si decimos ¡coche!, corremos el riesgo de que nos responda no un cerdo, sino nuestro teléfono inteligente.
Se fue el tren... llegó la televisión
Oímos esas palabras o esas expresiones e inevitablemente agarramos carro en el tren de la nostalgia, aunque nuestro boleto tenga regreso.
¿En qué contexto escuchamos los giros consignadas en “El habla de Coahuila”? ¿De quién o contra quién?
Dos años antes de la aparición del lexicón de Villarello, la televisión llegó a Saltillo y con ella el consecuente declive del habla local. La radio no había sido tan efectiva, pero la tele terminó estandarizando el idioma.
Nos hemos quedado con frases cajón, fórmulas que no tienen la intención de decir y sólo establecen que el canal de comunicación sigue abierto y funcionando, que reina la normalidad, que no hay nada nuevo que comunicar.
Ahora los saltillenses hablamos con el español de Televisa.