Hoy el movimiento es más grande, más diverso, más contrastante. No somos las mismas que hace uno, dos, diez años.
Unas son las voces de nuestras niñas sanando en la calle. Algunas son las fortalezas incansables de las buscadoras en el desierto. Otras somos acompañamiento para quienes se acercan por primera vez al movimiento. Acompañamiento de las mujeres trans que por momentos sienten que no caben ni aquí ni allá. Y también acompañamiento para quienes no gritan, pero sienten, explotan, se desbordan.
Pero todas luchadoras, eh. Todas sanadoras en la vida diaria. Y a veces también todas enfrentando el rechazo, el señalamiento, el repudio. Y somos ese dolor de ser congruentes al cortar lazos violentos, no importa si es compañero, amigo, hijo, padre, hermano. Somos amistades o familias rotas por machismos. Mujeres heridas por ser mujeres.
Nuestra voz está del otro lado del miedo. En toda nuestra historia. En el arte que ha florecido en la sombra. En la ciencia no premiada. En el deporte menospreciado. En el trabajo mal remunerado, invisibilizado, robado. En el grito de las colectivas, marchantas y activistas.
No hay un solo feminismo. No todas estamos donde mismo; algunas se acercan, algunas se reconstruyen, algunas voltean, otras llevan años en la batalla.
Las mujeres estamos en evolución, en deconstrucción, en revolución. ¿Nos equivocamos? Sí. ¿Reflexionamos? También. ¿Somos responsables con nosotras, de nosotras y por nosotras? Por supuesto. ¿Y de lo demás quién se hace responsable?, ¿de la violencia?, ¿cuándo rompen los pactos?, ¿qué harán para que ya no haya muertas?, ¿por qué tanta comodidad con el silencio?
Somos vidas arrebatadas, abusadas, silenciadas. Somos los años de mujeres ocultándose en seudónimos para ser publicadas. La valentía de aquellas que bajaron la voz por temor a ser incómodas. Somos la herida por dónde está saliendo la culpa, y la vergüenza y el miedo de ser nosotras mismas. Somos la digna rabia.
Hoy todas tenemos voz. Pese a los silencios incómodos que tuvimos qué aguantar, chistes machistas a los que asentir, miradas obscenas que aguantar. Por los aplausos que alguien más nos arrebató, los señalamientos injustos, las amenazas descaradas, la difamación vil, el llanto impotente y por la justicia. La justicia.
Todas tenemos voz. Y la lucha es por mí, por las que buscan, por las que no están, por las que vienen, por las que nos miran de reojo y quienes nos critican.