La extraña historia de un pueblo donde la gente se quiere morir

Torreón
/ 6 diciembre 2015

El lugar con la tasa más alta de suicidio en el mundo está en Coahuila. Se llama Laguna del Rey. Es un pueblo lejano del desierto que respira alrededor de una mina. Viajamos ahí en busca de motivos. Encontramos además de sulfato de sodio y tristeza, leyendas extrañas de brujas que salen de noche en busca de víctimas, en busca de los suicidas del rey.

                                                        Por Francisco Rodríguez

                                                        Fotos y video: Héctor garcía

                                                        Postproducción:  Ernesto Cadena

                                                        Edición: Kowanin Silva

                                                        DIseño: Edgar de la Garza

En el patio, ni las gallinas cacarearon ni la perra ladró. La madrugada del domingo cuatro de octubre en el pueblo de Laguna del Rey, era como todas las madrugadas después de un baile en la comunidad: música y alcohol en la sangre vibraban en la oscuridad del pueblo escondido en el centro poniente de Coahuila, al norte de México. En el desierto. 

Juanita Grado y sus dos hijos –Karín y Génesis, 5 y 2 años- dormían profundamente. Como cada que había baile en el pueblo, su esposo, Karín González, albañil, con gusto por el mole y adorador de la santa muerte, se fue a bailar. 

Por la mañana del domingo Juanita se levantó y no vio a su esposo. “Debe seguir en la fiesta”, pensó como siempre ocurría cada que había baile. Miró la sala vacía, sin rastro del hombre con el que llevaba 12 años de casada. Tomó el alimento para las gallinas y la perra que no habían cacareado ni ladrado en la madrugada, cuando Karín, 37 años, entró al patio de su casa como sombra, mareado en alcohol y cargando la pena del suicidio de su sobrino Jaziel, cinco meses atrás. Esa madrugada del cuatro de octubre, a un kilómetro de donde el sobrino se había ahorcado, Karín también pendía de un lazo colgado a una tarima. Alrededor: las gallinas y la perra no cacarearon ni ladraron hasta que Juanita entró a alimentarlas.

Eran las ocho de la mañana y Laguna del Rey se levantó con la resaca de la víctima número seis de suicidio en menos de 10 meses. Algunos lugareños seguían de fiesta.

II. Laguna del Rey Laguna del Rey, comunidad que pertenece al municipio de Ocampo, representa la zona con la mayor tasa de suicidios en el mundo. Los datos así lo confirman: Desde el 21 de diciembre de 2014 hasta el 4 de octubre, esta comunidad minera de cuatro mil 500 habitantes ha registrado seis suicidios, una tasa proporcional de 133 suicidios por cada 100 mil habitantes: 11.6 veces más que la media mundial (11.4) y 26 veces más que la media en el país (5), según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). 

A Laguna del Rey también se le conoce como Química del Rey, el nombre de la minera propiedad del gigante Industrias Peñoles, propiedad de Alberto Bailleres, el tercer hombre más rico de México y el 121 del mundo según Forbes. 

El pueblo, inmerso en el desierto, brotó porque en 1962 la minera llegó a extraer sulfato de sodio de donde hace millones de años era el mar Tetis. Debajo de este pueblo donde ahora azotan los suicidios, el alcohol, desempleo y desintegración familiar, se halla un acuífero con potencial millonario. 

Hace cinco décadas la empresa empezó a contratar a los chiveros, vaqueros, la gente que pasaba por la zona. “Ayúdenos a hacer agujeros”, les pedían para las cimentaciones de la planta. Después los capacitaron y se quedaron a trabajar cuando inició operaciones en 1964. La empresa traía en camiones o tren, gente de Durango, Zacatecas y Torreón. 

Empezó a construir una colonia para sus trabajadores, hoy llamada colonia Industrial. Fue hasta la década de los noventas que Peñoles entregó terrenos a la segunda generación de habitantes del pueblo, una generación que creció idealizando a la empresa y se topó con pocas oportunidades laborales. Laguna del Rey quedó partida en dos: la colonia Industrial y el resto del pueblo. En la Industrial habitan la mayoría de los empleados de mejor nivel jerárquico. Aquí las casas son viejas pero amplias. Es una colonia al estilo de las fronteras: con terreno amplio alrededor de la vivienda que permite distanciar una de otra casa. Hay grandes árboles alrededor. Las calles están pavimentadas y bien trazadas. En la colonia Industrial se halla el único banco, el único súper mercado, una iglesia católica y un club social para los empleados. La colonia está cercada con alambrado, como para diferenciar los que están adentro de los de afuera. Así piensa la gente, la realidad es que cercaron para evitar que los caballos y burros entraran a la colonia a comer del pasto. En Laguna del Rey, además de perros callejeros, hay caballos callejeros que galopan con la libertad de un equino de comercial de marlboro.. 

Afuera del cercado, en las calles de las colonias Chulavista, Nuevo Progreso, Infonavit, Esperanza, se percibe una atmósfera tediosa, rutinaria; esa calma de los pueblos a mitad de un tramo carretero. No corre el aire. En cada esquina hay estiércol de caballo. De vez en cuando el silencio lo interrumpe alguna camioneta que transita a toda velocidad. Muchas casas tienen algún grafiti tatuado. No hay ninguna vivienda con una segunda planta, todas están como en serie, apretadas. Cada dos cuadras hay una casa que vende ropa de segunda en las banquetas. Desde que la empresa dejó de patrocinar la luz, el pueblo vive en la penumbra. Hay un enorme llano que Peñoles trató de parchar poniendo una cancha de futbol de pasto sintético que nadie usa porque no tiene porterías. 

Frente a la cancha y jueguitos que nadie usa, el 21 de diciembre de 2014, Miguel, un jovencito alegre de 19 años, se ahorcó. Era huérfano de madre desde los ocho años. Lo crió su hermana mayor. De Miguel se dicen muchas cosas.. Que se drogaba; que su padre no lo procuraba; que la madrastra lo trataba mal. Fue el primer caso de seis en total que se desencadenarían. 

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III. Antecedente suicida En la entrada de la casa de Sanjuana Vázquez hay una cama, un mueble viejo con un aparatoso televisor de antaño y cerros de ropa apilados en un sillón arañado por el tiempo. La altura del techo no es mucha. Levantas el brazo y casi lo alcanzas. 

—Mis papás todo le permitían –se excusa Sanjuana de bote pronto.

Estoy en casa de la mamá de Joel, el joven de 19 años que se suicidó la madrugada del 6 de marzo de 2015. Sin embargo Joel se suicidó en casa de sus abuelos, a dos casas de donde estoy, en la colonia Chulavista, en la Chula como le llaman. Si en Laguna del Rey existieran las colonias de la periferia, La Chula sería una de ellas.

Sanjuana quedó embarazada muy joven de Joel pero el papá, Aurelio López, negó al hijo y huyó rumbo a Ciudad Juárez. Joel, de pequeño se empezó a criar con sus abuelos. Para Sanjuana simplemente fue más fácil, no lo reclamó. Joel llamaba a Sanjuana por su nombre y la veía como una hermana mayor. Era un joven hiperactivo, había abandonado los estudios en el primer año de secundaria y le gustaba el rap. Escuchaba al Cártel de Santa. 

—Mis papás todo le permitían. Decía maldiciones, me decía de lo que me iba a morir –insiste la mamá.

Después de los 10 años, Joel conoció a su papá cuando regresó desempleado pero nunca cargó su apellido. Siempre fue Joel Vázquez. Lo procuraba ocasionalmente. Cuando Joel tenía 13 años, entró a la casa de su papá, desempleado, y lo miró colgado. Se había suicidado. Después se suicidó un tío (hermano del papá) y un primo de Joel. 

Una investigación de la Universidad Iberoamericana de Torreón titulada “Suicidios en Laguna del Rey: la percepción juvenil”, refleja que 25 por ciento de los jóvenes encuestados de población abierta entre 18 y 35 años y 15 por ciento de los jóvenes (15-18 años) del Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos (Cecytec), admitieron tener un antecedente familiar suicida. Además, 2 de cada 10 jóvenes del Cecytec confesaron que al menos un familiar había intentado suicidarse. En seis años, Joel, como muchos de esos jóvenes encuestados, nunca acudió a un psicólogo ni fue apoyado emocionalmente por algún profesional. 

 

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Me pedía dinero, no le daba y me decía que se iba a matar, que se iba a caer a la fosa, que iba a agarrar un cuchillo y se iba a cortar. Yo le escondía los lazos por el miedo"

“Me voy a matar”, amenazaba constantemente Joel a la familia, a su mamá Sanjuana. No trabajaba ni estudiaba, como 7 de cada 10 jóvenes en el pueblo, según la investigación de la Universidad Iberoamericana. A lo mucho le ayudaba a un amigo a vender elotes a cambio de 20 pesos. 

—Me pedía dinero, no le daba y me decía que se iba a matar, que se iba a caer a la fosa, que iba a agarrar un cuchillo y se iba a cortar. Yo le escondía los lazos por el miedo. Unas semanas antes yo tenía mucho miedo, me daba miedo ir al patio, a los tendederos. Presentía eso de tanto que me amenazaba, que me chantajeaba.  Ahora me preguntan que por qué no lloro y yo les digo que como que me fue preparando.

Sanjuana tiene otros cuatro hijos con otro hombre, padrastro de Joel. La pareja -mirada fija en Sanjuana- está presente en la plática. Los hijos entran y salen del cuarto, se suben y bajan de la cama. De fondo se oye música norteña. La vivienda alberga el tono sombrío de un lugar que no tiene ventanas. La noche que Joel tomaría la decisión, andaba alegre, jugueteaba con la novia. Ese día, Sanjuana no escondió los lazos. Miró contento a su hijo y no dio importancia.

Esa noche, Joel se encerró en su cuarto en casa de los abuelos. Subió el rap a todo volumen. Su abuela escuchó abrir y cerrar una puerta. En unos segundos otra vez lo mismo: abrir y cerrar la puerta, como si alguien hubiera entrado y después abandonado el dormitorio. La abuela acudió al cuarto a pedirle a su nieto que apagara la música. Nadie atendió. “Bájale a la música”, gritó la abuela. Nadie atendió. Entró y vio a Joel colgado de una viga. Estaba medio hincado. -Como si hubiera estado escribiendo –describe el padrastro. Como si alguien lo hubiera empujado. En el suelo se hallaba un bote de cerveza vacío y otro lleno.

 Sanjuana no entiende cómo, con tan poca altura entre el tendedero y el suelo, su hijo no reaccionara o no buscara enderezarse. –Le dije a mi señor ‘se me hace que vinieron y lo mataron’. Aparte mi mamá oyó la puerta dos veces. Estoy con esa idea pero le voy a dejar las cosas a Dios. No estoy segura. 

El padrastro de Joel piensa igual. Dice que los suicidas se han ahorcado de lugares con poca altura; que lo normal sería reaccionar cuando calara en el cuello. Vecinos comentan lo mismo. Creen que alguien los ayuda. –Por la forma como se encuentran no es normal, algunos casi hasta parados –me contó un policía que ha acudido a los auxilios. Ahora en diciembre, Joel cumpliría 20 años. 

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IV. Brujería, catrines 
y hombres de negro —¿Qué dice la gente sobre los suicidios que están ocurriendo? –le pregunté por teléfono a un ingeniero contratista en Laguna del Rey, antes de viajar al pueblo.

—La gente aquí cree en la brujería. Dicen que ven gente vestida de negro que es la que incita a las personas a suicidarse. También dicen que hay brujas –me respondió a 200 kilómetros de distancia.

Según cuentan los habitantes, hace unos años en el show de la presentadora cubana Cristina Saralegui, se hizo referencia a Laguna del Rey como un pueblo donde habitan brujas. Unos me dijeron que se hizo aquí un reportaje sobre la Sierra del Rey, a la que llamaron Sierra de las Brujas. Otros contaron que la presentadora entrevistó a supuestas brujas que le confiaron que en Laguna del Rey llevaban a cabo sus reuniones. Navegué por internet y no encontré nada que hiciera referencia a ese supuesto programa y ni siquiera algo que relacionara a Laguna del Rey con el tema de las brujas. Lo más cercano fue una historia del diario Crónica de Hoy de la ciudad de México, fechada el ocho de enero de 2015 en el pueblo minero de Naica, Chihuahua. En la historia hacen referencia a la supuesta “Cueva de las brujas”, donde los habitantes relatan sobre brujas que salen de las minas abandonadas en forma de bolas de fuego. La historia menciona que la leyenda trascendió porque en 2002, “una reconocida conductora cubana de televisión”, convocó a un grupo de supuestas brujas y esotéricos para debatir sobre el lugar. 

La gente en Laguna del Rey rumora que en la sierra existe una cueva de brujas donde supuestamente están las fotografías de las personas que se suicidarían. Otros cuentan que en la cueva han encontrado la figura de un pentagrama y monos con alfileres. Otros más hablan de que algunos de los jóvenes que se suicidaron, habrían quemado la cueva y que a raíz de eso un catrín y una catrina se han empeñado en matar a la gente. La mayoría habla de que hay seres –hombres o mujeres- vestidos de negro que fueron vistos antes del suicidio de un habitante. –A mí me dijeron del caso de un encapuchado que entró a la casa de una señora y la estaba ahorcando pero que el niño vio y empezó a gritar –me contó un lugareño pero ni él ni nadie me supo decir dónde encontrar a esa señora. Un trabajador de Peñoles me habló sobre señoras vestidas de blanco; que son ellas las que han inducido al suicidio. Hay quien dice, inclusive, que cuando se suicidó Joel vieron al demonio entrar en el cuarto. Unos más rumoran que serán 16 los ahorcados, y que con esa cantidad se formará una cruz, y que la última persona suicida será una mujer. 

La primera vez que vi la sierra de las brujas fue un viernes por la noche. Laguna del Rey tiene dos áreas asignadas para beber alcohol. Antes la gente bebía en la vía pública como si la comunidad fuera una enorme feria de pueblo. Entonces, para evitar tanto alboroto de rancho, se acordó designar los dos sitios. Un lugar está en el Pozo 4 donde Peñoles construyó un pequeño parque con lugares de descanso, y el otro en un simple llano al que le llaman malecón, pero que su única atracción puede ser una noche con el cielo estrellado. Los dos sitios están alejados de la comunidad, como si buscaran esconder los pecados. 

El compañero fotógrafo y yo vamos hasta el Pozo 4. Conducimos en medio de una oscuridad lúgubre, apenas aluzada por las farolas de los coches transitando por carretera. Atravesamos un camino de terracería para llegar al lugar, como a un kilómetro de las colonias. Al fondo del parque, un grupo de ocho hombres beben cerveza y cocinan una discada. No hay luz y se alumbran con una lámpara. Hay cerveza.

—Aquí no tardan en escucharse las brujas.. Por aquí se ven, andan chillando –platica uno de ellos-. Todos son trabajadores de Peñoles. –Aquí nos quedamos hasta las 11 porque sí nos da miedo –añade otro.

A nuestras espaldas está la supuesta sierra de las brujas. Pregunto dónde está la cueva y nomás dicen “que por allá”. Pero nadie la ha visitado.

—¿Cómo ha impactado a la comunidad los suicidios? –pregunto al grupo.

—¿Y no será que alguien los está ayudando? –responde uno mientras otros más asienten.

—¿Por qué?

—No nos explicamos, porque se ahorcan de ramitas y no está claro. No tienen algo macizo. De la bañera, cómo es posible, quién los empuja, quién los ayuda.

En eso aúllan unos perros callejeros que están en el parque. –Yo sí estoy preocupado porque tengo hijos jóvenes –menciona un hombre cuarentón como si aceptara el rumor público que los suicidados fueron elegidos por un poder sobrenatural. Hasta las 10:30 de la noche, no salió ninguna bruja.

Quizás el caso más famoso de suicidios inducidos fue el del 18 de noviembre de 1978, en Jonestown, Guyana. 918 personas se suicidaron simultáneamente estimuladas por la secta religiosa El Templo del Pueblo (Peoples Temple), del reverendo estadounidense James Warren Jones. Los suicidas se envenenaron con cianuro. En 2012, Guyana, un país azotado por la pobreza y el alcoholismo, documentó una tasa de 44.2 suicidios por cada 100 mil habitantes según la OMS, la más alta del mundo en ese año. En Laguna del Rey la tasa sería tres veces mayor que la de Guyana. 

Al día siguiente volvemos de día al lugar. Por el camino de terracería, grandes aves rapaces color negro custodian el camino. El tramo parece que conducirá a un basurero clandestino. La sierra luce indefensa, desértica. En el parque, un jardinero riega el pasto con la paciencia y soledad de un pescador. 

—Oiga, que aquí hay brujas –le suelto.

—Pues un compañero me contó que una vez estaban unos jóvenes aquí de noche y que vieron a lo lejos a unas muchachas, se acercaron a sacarles plática y cuando las mujeres voltearon, haga de cuenta que tenían la cara de zopilote. Se fueron asustados.

Siempre son historias del amigo de un amigo; historias narradas de una a otra persona y otra más.. Pese a que en el pueblo la mayoría profesa la religión católica, todos esparcen el rumor de la brujería con el convencimiento de un Testigo de Jehová que toca a la puerta. 

Más tarde me encuentro con el ingeniero que trabaja para una empresa contratista de Peñoles. Le cuento lo que me ha dicho la gente sobre el tema de la brujería. Entonces él relata su historia. 

—Pues una vez estábamos trabajando y nos topamos, de día, con un perro que estaba colgado de un árbol. Ahorcado. Eso nadie me lo dijo, yo lo vi y lo vimos otros más. 

Pese a ser una persona oriunda de otra ciudad, que regresa cada fin de semana a su lugar de origen, el relato del ingeniero tiene ese tono de quien ya forma parte del pueblo, de alguien que también hace suyas las fobias del lugar. El perro -afirma el ingeniero- era color negro. Lo vieron unos días ahí colgado. Nadie lo bajaba. Hasta que la empresa Peñoles mandó tumbar el árbol completo. 

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Nomás llega el fin de semana y me da miedo. Pido que ya no sea ninguno más.

V. El regalo de mamá A Natividad, como a muchas mujeres en Laguna del Rey, la embarazó un hombre que llegó a trabajar por unos meses y después se fue para no regresar. Era un vigilante de Peñoles y es todo lo que se sabe. O es todo lo que quiso platicar. Jaziel Alejandro López nació de ese amorío fugaz. Creció en el vientre de su madre en Laguna del Rey pero nació en Torreón. Casi nadie nace en el pueblo. 

Su mamá trabajaba en la limpieza de la planta. Jaziel se crió con su abuela a lado de su hermana Nancy –hija de otro hombre- y de sus tíos Mayín, Laura y Karín –también de diferente padre-. 

Jaziel creció como crecen todos los jóvenes en Laguna del Rey: quería trabajar en Peñoles, tener una mujer y beber cerveza a lado de la familia y amigos. Se graduó del Cecytec pero no halló trabajo.

Vivía con su tía Laura Luna, en una casa de la colonia Chulavista.. Con piso pulcro y muebles recién comprados. Veía todos los días a su mamá Naty. En septiembre de 2014 se casó con una jovencita que ya tenía un bebé de otro hombre. –Lo quería como si fuera de él –dice Laura, su tía-.

En diciembre se registró el suicidio de Miguel y en marzo el de Joel. En abril, la mamá Natividad enfermó de los riñones. Estuvo a punto de un infarto porque ya no tenía sangre. Le prohibieron trabajar y la internaron en Torreón. –En una semana se acabó mi tía –recuerda Laura-.

A Jaziel, los médicos le advirtieron que su madre no viviría mucho, que necesitaba un trasplante de riñón, que harían lo posible por mantenerla con vida. 

La familia acudió al sindicato de Peñoles a pedir ayuda y conseguir un trabajo a Jaziel, aunque éste empezaba a deambular triste y sin anhelo por la casa, por el pueblo.

—Días antes me dijo que tenía que ser él para que no fuera su mamá. No tenía motivos, estaba malita mi tía pero no era para eso –piensa Laura, sentada en su sala. A unos pasos, la imagen de la Virgen de Guadalupe custodia una foto de ella con Jaziel. 

Nadie atendió emocionalmente a Jaziel. El sábado nueve de mayo estuvo en casa de Laura haciendo un trabajo y tomando cerveza con los amigos. –Aunque él casi no tomó –aclara Laura como si excusara el factor del alcohol-. Esa misma tarde dijo a su tía que quería viajar a Torreón para visitar a su mamá en el hospital.

 El sábado por la noche la familia se fue al baile de las mamás. A las cinco de la mañana del domingo, Laura lo dejó con sus suegros pero Jaziel no entró. Se desvió a casa de su mamá sin decirle a nadie. Una vecina contó después que lo vio merodeando, como buscando algo en el patio de la casa. A veces se ponía a tomar cerveza ahí. Se escuchó el alboroto de las gallinas y de rato se callaron.

A las 7:30 de la mañana, la abuelita y la suegra de Natividad, fueron a casa de Naty a ver las gallinas para darles de comer, como todos los días.. En el patio, Jaziel, 21 años, estaba ahorcado. Era 10 de mayo, día de las madres. 

A las nueve de la mañana Laura recibió una llamada. Le dijeron que algo le había pasado a Jaziel. Fue a buscar a su sobrino a casa de sus suegros, donde lo había dejado unas horas antes. No estaba allí. Su esposo y el suegro de Jaziel bajaron al muchacho que ya tenía un tono morado. El Ministerio Público tardó siete horas en llegar a la escena. Más del tiempo que se hace de Torreón a la frontera. Las oficinas de la agencia del Ministerio Público en Laguna del Rey están de adorno. Son recursos públicos convertidos en la oquedad de una oficina inservible. 

La gente en el pueblo dice que Jaziel fue el único que dejó un recado póstumo pero no es cierto. Laura su tía lo esculcó y no encontró nada. Quizás no era necesario: La salud de la madre y la falta de empleo es a la conclusión que ha llegado la familia. 

Más tarde, la mamá Natividad habló y preguntó por su hijo. “Está dormido”, le dijeron. Natividad dudó. Nadie le pudo decir lo que había ocurrido. Laura le propuso a su mamá, que estaba junto a Natividad, que le pidiera a los doctores que hablaran con ella.

Al día siguiente, el 11 de mayo, Jaziel iba a firmar su contrato para trabajar con Peñoles. Desde entonces, su mamá ha estado a punto de morir en dos ocasiones. 

Después del suicidio de Jaziel, Laura intentó quitarse la vida con una hamaca que adornaba su casa. Su hija Vanesa y su sobrino Leonel la salvaron. Ningún hombre vestido de negro la ayudó ni la incitó como sugiere el pueblo. Fue ella sola. Actualmente visita a la psicóloga de Peñoles para tratarse. La hamaca la escondieron.

Jorge Márquez Gurrola, el único psicólogo del Desarrollo Integral de la Familia (DIF) del municipio de Ocampo, empezó a viajar a Laguna del Rey con más regularidad desde que se presentaron los suicidios. En las pláticas con jóvenes, el especialista ha detectado al menos a 10 con algún rasgo suicida: personas que se mutilan o que se cortan intencionalmente. Unos sí intentaron suicidarse. Otros tienen la idea. La mayoría son hombres.

La investigación de la Universidad Iberoamericana también abona a la problemática: 3 de cada 10 jóvenes encuestados del Cecytec confesaron haber tenido algún pensamiento suicida; 4 de cada 10 se han imaginado sin vida. 

En la comunidad la gente habla de muchos intentos de suicidios, la mayoría supuestamente inducidos por un poder maligno. Nadie tiene un dato. Sin embargo, hace unos meses, durante la carrera atlética de 10 kilómetros ‘Reto del Desierto’ en Laguna del Rey, un corredor se desmayó y cuando volvió en sí, se desvió del camino, tomó un envase de cristal, lo quebró y empezó a encajarse los vidrios al cuello. –Yo lo rescaté, el chavo no se dejaba y de milagro lo salvamos. Nadie entiende cómo, en qué momento –me cuenta un policía del pueblo. 

En julio, después del intento de suicidio, Laura se tatuó en el antebrazo izquierdo una cruz, el nombre de Jaziel y unas golondrinas. Después se suicidó el ingeniero. Después Mario, un incipiente veinteañero con una hija. Después se suicidó su hermano Karín. Ahora su hermano Mayín habla que le gustaría hacer lo mismo que Karín. Tiene tres hijos, no tiene trabajo y anda batallando para el sustento de la familia. 

—¿Alguna vez han pensado en irse de aquí? –le pregunto a Laura.

—Uno está impuesto a vivir aquí. Yo llegué desde los 13 años. Pero nomás llega el fin de semana y me da miedo. Pido que ya no sea ninguno más.

—¿Cuál cree que es la razón por la que esté pasando esto?

—No hay en qué divertirse más que tomar y tomar y tomar. Hace falta el trabajo para los muchachos. Si no tienen piensan muchas loqueras, piensan mucho en el dinero. También creo que es porque no creen en Dios.

Ocho días antes de estar aquí conmigo, Laura se tatuó en el mismo antebrazo el nombre de Karín su hermano. –Se siente la preocupación, todos pensamos quién va a ser el que sigue –suelta y traga saliva. 

Un operario gana alrededor de 30 dólares diarios, mucho dinero para una comunidad donde no existe otra cosa en qué gastar el dinero excepto en cerveza. Y nada es nada. No hay un cine, no hay teatro, no hay un deportivo o un parque público".

VI.El ingeniero, empleo y alcohol El ingeniero Jesús, jefe de eléctricos de Peñoles, se suicidó el 17 de junio. Tenía 47 años. Lo encontraron en el baño del hotel 2 de la colonia Industrial. Estaba colgado del tubo de la bañera. Tenía 12 años viviendo solo. Padecía migrañas muy fuertes y era padre de tres hijos. También era depresivo y tomaba medicamento para dormir. 

Del ingeniero se dicen muchas cosas. Que los últimos días lo veían con la mirada al suelo y las manos enfundadas en las bolsas del pantalón; que la última semana no estaba tomando sus medicinas; que era un buen hombre; que económicamente no batallaba; que era líder; que es el caso que pone en entredicho el factor del empleo como detonante de los suicidios; que no es creíble que se haya ahorcado de la bañera.

 En Laguna del Rey únicamente se halla una psicóloga. Pertenece a Peñoles, aunque de alguna forma todos en el pueblo pertenecen a Peñoles. Se contactó con ella pero nunca regresó el llamado. 

A mediados de la década de los noventas la empresa reestructuró su planta laboral. De mil empleados la redujo a 350. Actualmente son cerca de 520 trabajadores, más unos 200 indirectos. Recientemente inauguró una ampliación millonaria pero no un aumento significativo en su planta laboral porque todo es automatizado. En este pueblo se producen 780 mil toneladas de sulfato de sodio, tres veces más que hace cinco décadas. En otras palabras, 9 de cada 10 detergentes que se producen en México contienen sustancias elaboradas en medio de este foco rojo de suicidios. Aquí la gente se baña con agua dura, agua salada, y bebe agua tratada que reparte la empresa en pipas. Química del Rey es la tercera planta productora de sulfato de sodio más grande del mundo.

En 1998 la empresa amenazó con cerrar porque los chinos empezaron a introducir los productos a precios irrisorios. “Tenemos 45 días para salir de esta situación”, advirtió a los trabajadores el entonces director Jaime Lomelín. La gente se aferró al trabajo. En febrero de 2015, Lomelín se vio envuelto en un escándalo de conflicto de interés que lo llevó a renunciar de su cargo como consejero de Pemex, pues a la par era ejecutivo de la compañía Petrobal, la nueva empresa del gigante Peñoles. 

En Laguna del Rey, Peñoles es la meta de todo varón. –Yo trabajo en Peñoles y mi hijo ya dice que quiere trabajar en Peñoles como su papá –me cuenta un treintañero empleado de la empresa. 

En los noventas la empresa condicionó a la gente a terminar la preparatoria para trabajar con ellos. En la comunidad hay dos primarias, una secundaria técnica, una preparatoria de Peñoles donde acuden estudiantes de otras comunidades mineras y el Cecytec, de donde egresan como técnicos en laboratorio. 

—Cada año egresan muchos preparatorianos. Cuántos se van a universidades. Los chavos están encasillados y tienen miedo. No alcanza para dar trabajo a todos. Aparte la empresa prefiere contratar gente de fuera –critica un veterano docente-.

En la comunidad permea la mentalidad que si la gente trabaja en Peñoles, son gente valiosa, si no, no sirven. Rico el que trabaja en la planta y pobre el que a duras penas consigue trabajo con los contratistas. –Aunque tengan otro trabajo inclusive mejor, si no están ahí se sienten frustrados -comenta Jorge Márquez Gurrola, el psicólogo del DIF de Ocampo. 

Pareciera -dice Rafael Mora- director del Centro de Integración Juvenil (CIJ) de Torreón, organismo que busca involucrarse en la dinámica de los jóvenes de la comunidad, que todo el pueblo espera que alguien se jubile o se muera en la empresa para entrar a trabajar.

Sergio Garza, investigador de la Universidad Iberoamericana y cabeza del estudio en Laguna del Rey, que incluyó a alumnas de la carrera de psicología, expone que el joven que quiera explorar otros terrenos de estudio tiene que migrar forzosamente. No hay oportunidades de desarrollo educativo. Aunque mayoritariamente, dice Garza, no se ve el interés de hacerlo porque se observan acomodados. 

Hay muchachos inteligentes -cuentan algunos maestros- que consiguen un buen trabajo en otro lado pero las familias los jalan de vuelta. La meta es Peñoles. En muchos casos en que el papá trabaja en la planta, el hijo no necesita trabajar porque el sueldo alcanza para vivir bien y mantener incluso a los hijos con sus jóvenes esposas. Un operario gana alrededor de 30 dólares diarios, mucho dinero para una comunidad donde no existe otra cosa en qué gastar el dinero excepto en cerveza. Y nada es nada. No hay un cine, no hay teatro, no hay un deportivo o un parque público. Sí hay un par de expendios y algunas cantinas en la Chula, en la periferia.

—El factor esencial es la falta de empleo. Pero también la falta de distracción, de diversión, de dispersión –considera el psicólogo Márquez Gurrola.

La investigación de la Iberoamericana reveló que seis de cada 10 estudiantes del Cecytec consumen alcohol, y cuando lo hacen, el 25 por ciento dijo tomar arriba de 10 bebidas. Mientras que de la población abierta de los jóvenes, 4 de cada 10 mencionó que sí tomaba y cuando lo hacía, 60 por ciento de ellos bebía 7 o más bebidas. Peñoles pide a los trabajadores de empresas contratistas que cada día pasen por el alcoholímetro.

El problema del alto consumo de cerveza –al menos cuatro de los suicidados bebieron alcohol antes del acto- involucra un problema de autoridad en la comunidad. También altas cifras de violencia intrafamiliar y abuso sexual. 

Sergio Morales es un policía estatal asignado a cuidar el pueblo y mandar a ocho elementos policíacos que todos conocen porque son el tío, el primo, el cuñado de alguien. Morales cuenta que los auxilios más comunes de la pequeña comandancia que, entre otras cosas sirve para almacenar tambos de gasolina, son atender llamadas porque los jóvenes andan corriendo los autos, por tomar en la vía pública o porque los hombres golpean a las mujeres. –Llegó un momento en que fácil era una llamada al día –asegura el comandante sobre la violencia doméstica. 

El psicólogo Márquez ha encontrado un común denominador entre las pláticas de prevención: familias incompletas, carencia de comunicación, denigración y humillación del padre al hijo. “No me pelan”, “siempre me hace menos”, son algunas de las quejas que recibe el psicólogo por parte de los jóvenes. 

También el consumo de drogas persiste. En el estudio de la Iberoamericana, uno de cada 10 jóvenes de población abierta y del Cecytec confesó consumir alguna droga, principalmente mariguana. La gente así como habla de brujas, platica de avionetas que han caído cargadas de droga, aterrizajes forzosos en el desierto. En la madrugada –dicen- circulan camionetas del narco con rumbo a Ojinaga, Chihuahua, frontera con Texas. Me contaron también sobre casos de prostitución, de jovencitas que se ofrecen al mejor postor porque tampoco tienen mucho horizonte a dónde voltear. 

Otros resultados reveladores de la investigación de la Universidad Iberoamericana: 8 de cada 10 preparatorianos del Cecytec, dijeron no sentirse satisfechos con ellos mismos. En el Cecytec, 9 de cada 10 estudiantes creen que las brujas influyen positiva o negativamente en el comportamiento de los habitantes y 48.6% cree que la secta de brujas está castigando a la comunidad. 

 

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Cuando el hombre está desligado de la sociedad se mata fácilmente; también se mata cuando está integrado demasiado fuertemente en ella".

VII. Falta de comunidad Emile Durkheim, sociólogo francés, escribió El suicidio en 1897, un amplio estudio basado en registros oficiales de suicidios de países de Europa occidental. Durkheim explicó el fenómeno del suicidio como resultado de una falta de integración del individuo a la sociedad. 

El francés escribió que las tendencias de la colectividad son las que, penetrando en los individuos, los determinan a matarse. Para Durkheim, cada pueblo muestra colectivamente una tendencia al suicidio que le es propia y un suicidio nada tiene de individualidad. 

En Laguna del Rey todo gira en torno a Peñoles, la empresa que reportó ganancias arriba de los 61 mil millones de pesos en 2014. Peñoles es el papá. Y mamá. Y proveedor, alcalde, gobernador, gestor, constructor, animador, conciliador… Si la empresa no arregla una fuga de agua, la gente no arregla la fuga de agua.

—La gente que llega piensa que nomás estará unos meses, un par de años quizá. Pero en un momento ya pasaron 25 años, seguimos ahí y no hicimos nada por la comunidad, reflexiona un ingeniero jubilado de Laguna del Rey que llegó de Zacatecas y pensó, al ver la desolación del pueblo, que nomás estaría seis meses. Ya lleva 32 años. 

En la comunidad está asumido que Peñoles debe solucionar todo. Los lugareños le piden y reclaman antes que al presidente municipal. En la colonia Industrial, por ejemplo, los trabajadores viven en casas donde no pagan renta pero no desembolsan ni un peso en pintar las fachadas. 

—Los señores no atienden a los hijos porque piensan que al rato llega Peñoles y les va a dar lo que necesitan –lamenta el psicólogo Jorge Márquez.

Parece no existir mucho sentido de pertenencia. Mucha gente no se siente de Laguna del Rey y mucho menos de Ocampo. Hace años el pueblo pertenecía al municipio minero de Sierra Mojada, a 50 kilómetros de Laguna del Rey. De hecho muchas casas y credenciales oficiales siguen registradas territorialmente como parte de Sierra Mojada. El Ayuntamiento de Ocampo reclama a muchos habitantes el pago de sus impuestos pero la gente sigue pagando en Sierra Mojada. No saben a quién hacerle caso. Aunque tampoco se sienten parte de Sierra Mojada. La distancia a Ocampo como cabecera municipal, es mayor que la distancia a Torreón. 

A finales de los ochentas, un grupo de trabajadores sindicalizados buscó la forma de independizarse y formar el municipio 39 del estado. “Se querrán quedar con la gallina de los huevos de oro”, les dijo el entonces gobernador Eliseo Mendoza Berrueto, un octogenario que hasta hace unos años seguía chupando del erario público.

Para Márquez, la dinámica de convivencia está extrapolada: familias con nula protección pero otras sobre protectoras. Cuenta que en una ocasión citaron a un hombre de 30 años para una cuestión de pensión alimenticia y primero llegó la mamá antes que el hombre adulto. -Hay esa necesidad de cuidar, de proteger, que también cae en la exageración.

En la preparatoria, es común que las madres les lleven desayuno a sus hijos adolescentes. –Eso implica una bronca de desprendimiento, de desarrollo personal –considera Rafael Mora del CIJ.

Para Sergio Garza, investigador de la Iberoamericana, la poca proyección hacia el futuro implica fenómenos como las consolidaciones de relación de pareja a muy temprana edad, lo que desencadena en parejas con hijos antes de los 20 años. –Esto limita todavía más aspirar a otro tipo de futuro –considera-. El investigador de la Iberoamericana detecta otra problemática: el escaso acceso a las tecnologías, al internet. En Laguna del Rey únicamente hay un café internet al que todos llaman ‘ciber’. Para Sergio Garza, esta limitante tecnológica y electrónica se refleja en la poca apertura informativa y de conocimiento de dinámicas juveniles propias de la edad. 

–Es como si toda esa falta de oportunidades a futuro generaran un vacío, esa culpa que se deposita en asuntos como el de las brujas. Viven como estacionados en el tiempo –ahonda Garza-. 

Durkheim postula: “Cuando el hombre está desligado de la sociedad se mata fácilmente; también se mata cuando está integrado demasiado fuertemente en ella”.

Estaba desesperado porque no le hablaban de Peñoles. Andaba muy apurado, la niña ya iba a entrar al kínder. Le decía ‘mijo, no te preocupes, mientras nosotros te apoyamos’. Decía que lo traían con puras mentiras".

VIII. Las dudas  Mario González no entendió que sus amigos Miguel y Jaziel se suicidaran. “Por qué lo hicieron”, cuestionó a su madre Norma, trabajadora del municipio. Cuando se suicidó Joel Alfonso también preguntó: “Por qué lo hacen, por qué lo hacen”. Después vino el suicidio del ingeniero y la misma duda: “Por qué si tenía trabajo, por qué”. Norma, su madre, le decía lo que podía. 

Mario había egresado del Cecytec ocho meses antes y andaba desesperado porque no hallaba trabajo. Tenía 21 años y ya llevaba 5 casado, casi un cuarto de su corta vida. Cintli, había llegado a su vida cuatro años atrás y estaba por ingresar al kínder. Mario estaba angustiado por conseguir empleo, pese que sus papás lo apoyaban económicamente y su esposa trabajaba.

—Tienen que estar estudiados si no, no les dan chance. Prefieren gente de fuera. Son puras mentiras que los hijos de trabajadores tienen oportunidades. Mi esposo es trabajador de Mgnelec (Peñoles).

Habla Norma, brazos cruzados, mirada fija, el semblante de una mujer que a tres meses no entiende la razón del suicido de su hijo. Mario había ingresado solicitud a una empresa contratista de Peñoles. Desde enero le decían que ya estaba dentro, que ya casi, que era cuestión de papeles. En Peñoles no entró por un problema auditivo. 

Mario era el mayor de tres hermanos. Su mamá Norma nació en Ceballos, Durango y llegó a Laguna del Rey porque su papá consiguió trabajo en Peñoles. Conoció a Mario, quien ya arrastra 23 años trabajando para la empresa y que a su vez es hijo de padres que llegaron aquí por trabajo. 

—Estaba desesperado pero le gustaba estar con la familia. Les hacía de comer a los hermanos. Se ponía a recoger, a barrer, pasear a la niña. Andaba muy apurado, la niña ya iba a entrar al kínder. Le decía ‘mijo, no te preocupes, mientras nosotros te apoyamos’. Decía que lo traían con puras mentiras. 

El martes 11 de agosto, Mario habló a la empresa en Torreón para preguntar por el trabajo. El patrón le aseguró que ya debía estar en las filas de la empresa. De rato se comunicó: “Mañana preséntate a las 12”, le ordenó el jefe en Torreón. Después se comunicó la gente en Laguna del Rey: “Todavía no entras y ya andas haciendo problemas”, le reclamaron. 

Al día siguiente se presentó y lo recibieron de mala gana. “Yo creo no voy a entrar”, le dijo a su mamá. El jueves 13 de agosto volvió a presentarse. “Ya no vengas, ya preséntate el lunes”, le lanzaron molestos. Norma lo miró triste. “Por qué son así, apá, por qué se enojan si uno nomás quiere trabajar”, lamentaba Mario.  

Ese día la familia hizo una carne asada. Norma llegó pasada la media noche del trabajo. -¿No vas a cenar? –le preguntó su hijo Mario. -No tengo hambre –respondió Norma y prefirió acostarse. En la reunión estaba el tío Juan, a quien Mario le preguntó si se iba a tomar los dos últimos botes de cerveza. El tío ya no quiso. Mario tomó los dos. Le quitó la correa al perro y empezó a andar, como mesero de cantina, de un lado a otro. De esquina a esquina. De rato se perdió. Le marcó a su mamá pero no alcanzó a contestarle. Le marcó a Magali, su esposa, y le dijo que la quería, y se despidió. El hermano menor sintió un piquete y montó su bicicleta rumbo al monte, donde tenían unas marraneras. Norma y su esposo Mario lo alcanzaban a pie. El hermano no llegó a tiempo: Mario se había ahorcado con la correa del perro. En el suelo, un bote de cerveza lleno. El otro vacío. Era la una de la mañana del 14 de agosto.

—Tenía estudios y no le daban la oportunidad. Imagine otros –dice Norma-. Ella cree que mientras no les den la oportunidad a los jóvenes, esto va a seguir pasando: -Hay mucho alcoholismo y drogadicción. Hacen sentir menos a los que no trabajan en Peñoles. No hay lugares donde divertirse. Salen del trabajo y qué hacen, toman.

—¿Qué piensa de lo que se dice sobre el tema de la brujería?

—Dicen que un vigilante había visto a una señora de negro cuando pasó lo de mi hijo. Pero por qué no lo reportan a las autoridades, por qué no denuncian nada si dicen que alguien lo está haciendo. 

—¿Entonces no cree?

—No hay que decir que no, porque sí existe el mal pero yo no he visto nada.

Mario tenía muchos planes. Quería comprarse un terreno en la Chula. Se desvivía por Cintli. Si ganaba algunos pesos iba y le compraba un juguete a su hija. “Cuando trabaje voy a construir, voy a comprar muebles”, decía Mario. Le gustaba el beisbol y softbol. Se quería ir a Piedras Negras a trabajar con un tío pero tampoco quería quedar mal con los contratistas.

—¿Y ha pedido ayuda, señora?

—Quiero ir con la niña pero no hemos podido ir porque la psicóloga tiene la agenda llena. 

$!La extraña historia de un pueblo donde la gente se quiere morir
"Karín, no lo vayas a hacer, el niño se me va a ir pa’ abajo. Se me va a derrumbar. Qué voy a hacer. 'No mija, no lo voy a hacer'"

IX. El pueblo siguió la fiesta Karín Alfonso González López ha sido la última víctima de suicidio en Laguna del Rey. Pocos saben que Karín avisó a gritos que se suicidaría, sin nadie que lo empujara a pedir ayuda profesional. 

A Karín lo crió su abuela junto a sus hermanos Mayín y Laura, hijos de otro padre. A lado también estuvo Jaziel, que nunca conoció a su papá. –Karín siempre se sintió rechazado, hablaba mal de mi mamá porque lo había dejado a mi abuela –cuenta Laura, la hermana-.

A los 22 años Karín tuvo un hijo de nombre Daniel. Daniel tiene 15 años y se fue a vivir con su mamá a Torreón pero se escapó dos veces porque no se hallaba con su padrastro. Laura, su tía, lo acogió. 

Karín conoció a Juanita durante un baile en Laguna del Rey. Era alegre, fiestero pero trabajador. Vivían en la colonia Esperanza aunque esperanza era lo poco que había en materia laboral. Karín trabajó en Bermejillo, Durango y después se fue a Monterrey.

Dos años atrás, Karín había empezado a adorar a la santa muerte. Se tatuó en todo el pecho la figura de la muerte. Le gustaba tatuarse. También tenía un borrego cimarrón, corazones, un tribal y una muchacha tapizada en el cuerpo. Karín, platica la viuda, hablaba con la figura de la santa muerte. –Te quieres unir a nosotros. Mi chiquita dice que si te quieres unir –le preguntaba Karín a Juanita. –Tú haz lo que quieras pero ni a mí ni a mis hijos acerques eso –le contestaba Juanita.

—¿Usted cree en lo que dice la gente sobre lo que está pasando?

—Pues dicen que es por falta de empleo, ¿y el ingeniero que se ahorcó?, ¿qué le faltaba a él? Karín me decía que cuando estaba arriba de las estructuras veía un pájaro grande que le chiflaba.

—¿Un pájaro?

—Sí, me llegó a hablar y me decía ‘escucha’ pero yo no escuchaba. Supuestamente le chiflaba mentándosela y el animal le contestaba. Una vez también Jaziel y el padrastro fueron a tirar un panal de abejas y dicen que se les atravesó una gallina que se estaba arrastrando y la asustaron en lugar de matarla.

En mayo se suicidó su sobrino Jaziel y Karín empezó a hablar que también ya había llegado su hora. Ebrio o no, escupía que su final estaba cerca.  

—A veces que él estaba en Monterrey me hablaba y me decía que se estaba suicidando, que le hablara. Sí se oía que lo estaba haciendo. No sé si por la forma y lo que le decía pero lo rescataba. 

Karín regresaba cada mes a Laguna del Rey y Juanita le rogaba: -Karín, no lo vayas a hacer, el niño se me va a ir pa’ abajo. Se me va a derrumbar. Qué voy a hacer. –No mija, no lo voy a hacer –le aseguraba Karín. Así cada mes, después cada fin de semana, cuando a la distancia, Karín le hablaba ebrio.

—¿Nunca pidió ayuda? 

—Le decía a su familia, su mamá, su abuelita. Y nada.

Dos meses antes, Karín le dejó un recado en la mesa del comedor: “Cuida a mis hijos, dales amor y mucho apoyo. Ya me voy de con ustedes. Donde quiera que vaya, los estaré cuidando. Los quiero mucho”. 

Juanita miró la carta y empezó a avisar a la familia de Karín. “Es pura llamada de atención”, decía la familia. “No tiene valor para hacerlo”. Ese día no llegó a dormir. Duró dos días sin llegar a casa pero Juanita sabía que estaba con vida porque preguntaba a conocidos sobre el paradero. Cuando regresó le reclamó: “¿Por qué me dejaste esa nota. Me querías asustar?” “No le hagas caso, nomás lo escribí”, respondió Karín. Y Juanita dejó pasar el tema como se dejan pasar las cosas que no tienen mucho sentido. 

Pasó otro mes cuando Karín regresó de Monterrey. –Me queda un mes por allá. Voy a juntar para una renta y me los voy a llevar –le dijo a su esposa. A la siguiente semana tocó a la puerta y era él. No aguantó el mes. 

Empezó a hacer trabajos de albañilería en el pueblo. No estaba a gusto. Decía que se quería ir a Sonora pero Juanita le reclamaba que sería mucho tiempo sin que sus hijos vieran a su padre. Karín siempre fue detallista en su trabajo y esas semanas estaba inquieto, no le ponía la atención de otras veces.

Juanita, que trabaja en una panadería y en un puesto de gorditas, había hablado con los trabajadores de una empresa contratista para ver si había una plaza para su esposo. Le pidieron que llevara su papelería y Karín se presentó.

El sábado 3 de octubre, Karín se fue a hacer un trabajo de albañilería a La Chula y su esposa se fue a la panadería. En la tarde Karín ya tenía preparada la comida.

—Andaba vestido muy guapo para el baile de ese sábado. Me invitó y le dije que no. ‘Si quieres vete tú, yo no te acompaño, deja voy con mi mamá por los niños’. Ya no estaba cuando regresé, dije ‘pues ya se fue’. Era normal. Toda la noche ya no despertamos hasta el día siguiente. 

Juanita se levantó a bañarse para irse a trabajar. Pensó que quizás Karín estaba en la sala pero no. Era habitual –como si se tratara de lavarse las manos- que su esposo estuviera hasta tres días sin llegar a la casa. –Le pagaban los viernes, sábado y ya no regresaba si había baile. Ya sabía lo que seguía. No me preocupé. No hubo ruidos, nada extraño.

Juanita habla desde la casa de sus papás. En otro cuarto se escuchan sus hijos que aún no saben lo que ocurrió. Afuera pasa un coche a alta velocidad. No interrumpe el relato. Dice que Karín siempre se comunicaba con ellos cuando estaba fuera. Pero esa madrugada nunca sonó el teléfono. No se escuchó nada.

—En la mañana fui a darle de comer a los animales. Ni se escucharon las gallinas ni la perra. Cuando agarré el alimento pues ya…

Ese domingo, el domingo cuatro de octubre, la fecha del último suicidio en Laguna del Rey, a Karín le llegó a la casa el alta para entrar a trabajar con una empresa contratista de Peñoles. Laguna del Rey seguía de fiesta.

 

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