El América de La Volpe

Fútbol
/ 19 diciembre 2016

El América de La Volpe lleva intrínseco el sello táctico de su entrenador y la rebeldía genuina de sus jugadores. No es un equipo estéticamente vistoso, pero sí altamente efectivo en las tareas básicas de ejecución.

Esta particularidad o esa combinación donde la idea ensayada encuentra respuestas en la obediencia colectiva, hacen del América un equipo resistente y peligroso, independientemente de las formas y los gustos futbolísticos.

América, cuya cara más ortodoxa y práctica la mostró frente a Real Madrid recientemente en el Mundial de Clubes, ha encontrado con La Volpe una manera de funcionar sin desbocarse y se ha convertido en un cuadro más controlador y especulador, con capacidad de modular las distintas fases que ofrecen los partidos.

Con La Volpe, América ha ganado solvencia —si se le compara con la era Ambriz— y hasta ha resignado goles en aras de conservar el ADN del estilo, ese que radica en jugar y defenderse con la pelota, y que apuesta a la cobertura de los espacios en corto para sacar ventajas en la recuperación y ser más directo en la elaboración de las jugadas.

Para llevar adelante un plan futbolístico, todo técnico tiene que tener los jugadores adecuados y La Volpe los tiene. Partiendo desde esta natural e indispensable ecuación, América hoy puede presumir su contenido, o al menos, puede asumir que posee un plantel equilibrado para lo que su DT pretende.

La Volpe ya ha logrado imponer su anticuada, inoxidable, pero siempre vigente receta —con la línea de 5 como eje de acción—, potenciada por la intuición, características técnicas y visión de sus ejecutores.

Sin embargo, el equipo también está preparado para mutar a una línea de 4 si las circunstancias así lo requieren. Una dualidad táctica que la ha venido experimentando para ajustarse a los desarrollos y que no le provoca trastornos pronunciados. Muchas veces estos cambios le favorecen.

El DT convenció a Da Silva de que puede ser el motor de arranque del equipo desde una posición más retrasada. El brasileño se ha adaptado a las funciones de contención sin perder el sentido ofensivo de sus cualidades.

También le ha inculcado a Peralta que puede ser más versátil y diversificar su juego recostado sobre la izquierda. Oribe ya no es el referente de ataque –lugar que ocupa Romero-, pero sí es una valiosa opción de descarga para fomentar sociedades en la avanzada americanista.

Cuando no estuvo Sambueza, Peralta con Renato Ibarra han sido los laderos de Da Silva en la región central, y La Volpe ha utilizado a Quinteros como segundo delantero detrás de Romero. Un combo de futbolistas ofensivos rápidos y de buen pie que le ha dado resultados: 17 goles en 11 partidos de Liga.

Las piezas de La Volpe también coinciden atrás. Con la figura de los tres centrales dibujada sobre la cancha, el joven Álvarez —que seguramente le dejará el puesto al paraguayo Valdez— Goltz y Aguilar conforman una zaga rocosa, escoltados por las bandas por Alvarado y Samudio.

Lo que tiene el América no es precisamente mucho juego bonito, sino seriedad en el manejo táctico de lo que quiere. Tiene una idea y la respeta, y esto en el futbol siempre será ganancia más allá del formato.

Habrá que ver en qué estado mental , pero sobre todo físico, llega desde Japón para encarar la Final ante Tigres. Habrá que ver también si se le facilita o se le complica a La Volpe enfrentar a un modelo de equipo predeterminado como el de Ferretti.

O al revés: un Tigres que cuenta con una alta explosión individual —casi siempre determinante— y que suele reducir a sus rivales con algunos destellos, cómo resolverá la serie a su favor frente a un adversario al que no es tan sencillo sacarlo de su órbita.

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