El Tri juega con fuego

Fútbol
/ 28 junio 2018

México no jugó bien cuando debía confirmar su progreso futbolístico y mental. Suecia le ganó con mucho menos trauma de lo que suponía. Nada estaba presupuestado. De ningún lado.

No fue un papelón como tal, pero la naturaleza del partido y sus consecuencias ofrecieron ribetes negativos.

Por ejemplo, la derrota dejó una mueca de insatisfacción y dudas. Venía muy bien el equipo de Osorio para semejante golpazo. Un tropiezo que hizo ruido más por el cómo que por el por qué.

México no tuvo protagonismo e hizo un futbol sin peso específico, donde estuvo mucho mejor preparado para sobrellevar un desarrollo que por obligación necesitaba imponer desde lo colectivo. Lo preocupante, en todo caso, es que ni siquiera canalizó por sus venas esa rebeldía que le reclama la adversidad.

Tampoco hubo señales que fortalecieran una propuesta supuestamente ambiciosa. Osorio repitió equipo, y cuando esto sucede, en teoría se debería achicar el margen de error en la estructura. Pero nada de eso hubo.

México fue uno al avanzar y otro totalmente diferente al defender. Fallaron las transiciones (más lentas e inseguras de lo normal), pero también faltó agresividad, generosidad, precisión, marca y sorpresa.

Moreno y Salcedo perdieron de vista todo el tiempo a Berg, el faro ofensivo sueco que fue factor determinante para resolver. Fuera del radar de los centrales, el “9” se movió con o sin pelota para abrirle juego a lo que venían desde atrás.

Suecia olfateó cierta fragilidad defensiva a espaldas de Layún y Guardado. Metió más gente para presionar y aceleró para tratar de castigar.

Frente a un adversario exageradamente vertical y que no le da valor a la posesión, México perdió en ritmo y en la lectura del partido. Porque otra cuestión fue el intrascendente manejo del circuito ofensivo. Mucho toque sin ser productivo arroja siempre un saldo rojo.

México primero jugó al pelotazo para saltar líneas y después buscó asociarse para entrar por abajo. Sin embargo, frente a tanta densidad de piernas lo que no hubo fue desequilibrio, y mucho menos, soluciones. Vela, si acaso, se quiso conectar con el gol desde media distancia. Apenas algunos intentos.

El Tri jugó con fuego en un partido decisivo y le fue mal. En Octavos se viene Brasil, un seleccionado con una horma mucho más amplia que le demandará al Tri un combo de cualidades y exigencias.

Puede que, como pasó ante Alemania, el tamaño del reto sea el combustible, aunque ahora se verá qué tan maduro está el equipo para dar vuelta la página.

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