¿Rayados aún ilusiona?
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Rayados le sigue invirtiendo a su obsesión por el título. Cambió de entrenador para refrescar ideas y trajo, hasta ahora, jugadores consagrados para ayudar a hacer más fértil el proceso.
En el Monterrey hay algo que tienen muy en claro: por más que el club tenga músculo financiero para armar un equipo competitivo en cada verano, los aficionados no van a la Macroplaza regia a festejar los refuerzos. Si los títulos no se dan, nadie le reconocerá el esfuerzo.
La herencia que dejó Mohamed es un ejemplo de ello. Más de 30 jugadores, entre promovidos, prestados y comprados, alimentaron una causa-ilusión que terminó en nada. Demasiados nombres para muy pocas utilidades. Rayados se capitalizó, pero nunca llegaron las consagraciones.
Ahora es un volver empezar. Nadie le garantiza al Monterrey que con Alonso vaya a encontrar el camino del éxito. El uruguayo no conoce el club y mucho menos las deudas pendientes con los aficionados. Seguramente se lo han contado, pero difícilmente hoy pueda dimensionarlo.
Alonso no sólo deberá cargar con el peso de la historia, sino también con el encadenamiento de fracasos. Tendrá que manejarse con pie de plomo para no confundir con su discurso y aceptar la insensibilidad de la tribuna. De entrada, ya tiene el primer abucheo encima y estará en su propuesta poder neutralizarlo y revertir el escepticismo. Su equipo tiene que contagiar, no sólo ganar.
El técnico charrúa no prometió nada alocado por sentido común. Cualquier aire de suficiencia en su primer mensaje al pueblo albiazul lo hubiera condenado.
Sin embargo, Davino habló por él. El presidente de Rayados se hizo responsable directo de su contratación. Fue a título personal y no institucional, quizás un error de novato que puede incinerarlo.
Al decir que Alonso es el DT que necesitaba Rayados, como si fuera el único en su tipo, fue un arrebato emocional de Davino. A Mohamed, no hace mucho, también lo había elogiado, aunque nunca lo consideró “su” entrenador.
Davino, conociendo la temperatura del BBVA, asumió riesgos innecesarios en nombre suyo, pero enlazó al club. La gente, al final de cuentas, dará su veredicto y no hace falta que le metan ideas en la cabeza.
Hacer ver al técnico que llega como “el mejor” o “el indicado” porque él lo eligió es, cuando menos, una imprudencia que sólo se corregirá con un título.
Alonso, Pizarro, Barovero y Gallardo, nuevas caras para apuntar hacia viejos propósitos. Los refuerzos siguen llegando, pero ya sin ese efecto alentador de otros tiempos. Se quiera o no, la infructífera era Mohamed se llevó de encuentro hasta el encanto.