Santos y su “mística”

Fútbol
/ 21 mayo 2018

    El Santos campeón le debe una buena porción de méritos al técnico Robert Siboldi. Igual, la muy buena campaña, independientemente del desenlace que se conoce, ya era una obra de su autoría.

    El primer gran acierto fue de Alejandro Irarragorri, presidente del club, quien apostó por un entrenador de la casa en un momento dificilísimo, donde la crítica herencia que le había dejado el Chepo De la Torre conducía al equipo al abismo.

    Pero no ha sido la primera vez que Santos le puso un pleno a un cambio de aire para refrescar ideas y distanciarse de un clima desgastado. Movimientos que, al final del día, se tradujeron en títulos.

    Lo hizo primero con el portugués Pedro Caixhina, un desconocido por entonces que llegó a Torreón con el propósito de rescatar a un equipo en decadencia. Con Benjamín Galindo ya venía en picada en el Apertura 2012, después del título obtenido un semestre antes.

    Caixhina aterrizó con su particular filosofía y le dio la quinta estrella al Santos en el Clausura 2015. La apuesta le pagó mucho a Irarragorri y con Siboldi le pasó más o menos lo mismo.

    La diferencia fue que el DT uruguayo ya estaba en el club. Irarragorri entendió que era hora de revivir la mística de un equipo que se había alejado de su ADN, del gusto tribunero y que había cedido mucho en ese patrimonio innegociable como el sentido de pertenencia.

    Santos tomó una decisión con la cabeza, con directivos convencidos a asumir riesgos para que, si se daba como se dio, las ganancias iban a ser fabulosas. El plan resultó, no sólo por el título alcanzado, sino por lo que generó el equipo para una exigente afición lagunera que se sintió identificada.

    Siboldi vino de abajo, de las Fuerzas Básicas, y le impregnó al equipo la cultura santista, esa de jugar por la camiseta, de creer que sólo la generosidad de todos y no darse por vencidos era el único camino que los depositaría en el éxito.

    Le inculcó la idea de la casa a jugadores que traían patrones de conducta diferentes, muchos de ellos provenientes de la periferia del futbol. Siboldi entendió que no siempre se necesitan estrellas para lograr un equipo luminoso.

    Lo fundamental estuvo siempre en la horma del equipo, en el equilibrio, en el balance y en las convicciones.

    Exprimió la capacidad individual para que la suma de eslabones le dieran una robustez colectiva. Santos jugó un muy buen futbol a lo largo del torneo. No ha sido casualidad lo de la famosa y trillada “mística”.

    Santos recuperó su esencia con una sola figura: el equipo. Como en sus viejos tiempos, donde el empuje y el corazón de barrio hacía rechinar los tablones del viejo Corona.

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