Suazo, la cara rebelde del gol
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Humberto Suazo fue un delantero muy particular: tenía la misma rebeldía en la vida y en la cancha. Destrozaba defensas con la misma determinación con la que le recetaba sus desplantes a cada uno de los clubes por dónde pasó.
Suazo siempre se ha manejado según la paleta de colores de su estado de ánimo. Su humor, como su gambeta, eran impredecibles.
Desde sus comienzos en los juveniles de Universidad Católica hasta su retiro en Colo Colo mantuvo firme su pendular comportamiento. Siempre ha sido un jugador y una persona sin punto medio ni arrepentimientos. Siempre tomaba decisiones arbitrarias, pero siempre tuvo una virtud para quedar absuelto de todo: su peculiar sobredosis de goles.
Quien no sepa mucho de Suazo no daría un peso si reparara sólo en su indisciplina; quien lo haya visto jugar pagaría lo que sea por recuperar aunque sea un cachito de esa impar contundencia ligada a su talento.
Suazo fue un goleador impresionante. Un artillero que creció más rápido de lo que maduró gracias a una superlativa estela de goles. Un delantero de ley que rompía protocolos y paradigmas. Un jugador cuyas grandes actuaciones eran una invitación al desorden. No entrenaba si se lo proponía, pero cumplía y anotaba si así lo decidía.
El “Chupete” se hizo grande en Rayados y engrandeció al club albiazul. Fue uno de los orfebres de la época dorada de la institución. Coleccionó títulos y aportó goles como ningún otro delantero en la historia del Monterrey.
Suazo se merecía un reconocimiento como el de anoche. Rayados, moralmente, se veía en la obligación de rendirle tributo y crearle una despedida a su medida. Se lo pedía más la historia que la gente.
El chileno no ha sido un goleador más. Ha sido un goleador único para un club que tan pronto se fue Suazo, lo empezó a extrañar. Sus logros individuales y en equipo a nivel local e internacional han quedado grabados en la memoria de todos y difícilmente se puedan borrar.
Hoy día y después de superar un enorme bache tras el ocaso de aquella generación de Suazo y compañía, Rayados apenas quiere sacar la cabeza a flote. Han pasado años de frustraciones en continuado a la sombra de aquel equipo de época al mando de Vucetich.
Las comparaciones son odiosas y, por lo mismo, es imposible trazar una parábola entre aquella etapa gloriosa dibujada en el viejo Tec y esta que amenaza con querer recuperar el protagonismo en coincidencia con la modernidad de su flamante estadio.
El cuadro de Mohamed ya ha perdido el primer round de muchos que le faltan para emular aquella versión de Rayados, pero sería injusto medir todo desde las referencias.
El actual Monterrey tiene otro corte de juego, vive otros momentos, pero posee algunos conceptos que se asemejan al pasado. Tiene goles, pero más diversificados. Tiene un jugador diferente como Cardona y una mirada ofensiva democrática y no tan centralizada. Juega hacia adelante y eso ya es ganancia.
El Rayados de hoy está obligado a construir su propio destino sin mirar hacia atrás. O si lo hace, sólo debería ser para recordar que alguna vez pasó Suazo por el club, quien con sus goles ha ayudado a alcanzar la grandeza deportiva e institucional desde donde hoy se apoya este presente.
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