Mochilazo en el tiempo
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Ha pasado casi medio siglo de que Felipe “El Tibio” Muñóz subió al podio luego de ganar la presea aurea en la categoría de 200 metros pecho y de que Mari Tere Ramírez se colgó la medalla de bronce tras derrotar a la australiana Karen Moras en los 800 metros de nado libre, pero Nelson Vargas lo recuerda como si hubiese sido ayer
CDMX.- La falta de solidaridad, de trabajo en equipo y de un proyecto de nación para fomentar el deporte en el país son las razones por las que el empresario Nelson Vargas afirma que morirá antes de ver a un nadador mexicano colgarse una medalla olímpica. Ha pasado casi medio siglo de que Felipe “El Tibio” Muñóz subió al podio luego de ganar la presea aurea en la categoría de 200 metros pecho y de que Mari Tere Ramírez se colgó la medalla de bronce tras derrotar a la australiana Karen Moras en los 800 metros de nado libre, pero Nelson Vargas lo recuerda como si hubiese sido ayer. En su memoria alberga dichas victorias que tuvieron lugar en la Alberca Olímpica Francisco Márquez, nombrada así en honor a uno de los niños héroes que defendieron el castillo de Chapultepec en 1847 y la cual fue inaugurada por el presidente Gustavo Díaz Ordaz el mismo día, pero de 1968. Vargas deja claro que aunque fue mentor de Felipe Muñoz y Mari Tere Ramírez, Johnson fue quien puso las bases técnicas para que estos se coronaran. En su “territorio”, recuerda cómo vivió aquel 22 de octubre de 1968. Pero antes menciona que debe ser honesto y decir que en esas olimpiadas la gente pensaba que Felipe no tenía ninguna posibilidad de subir al podio. Una de las personas más escépticas era el director de la Clínica 23 del IMSS, lugar donde él trabajaba, “no creía que jóvenes con tercer grado de desnutrición fueran a ser campeones olímpicos“ de cualquier forma lo apoyó en todo. Como anécdota, recuerda que tenían un rito; cuando practicaban en el Centro Deportivo Olímpico Mexicano, llenaban botellas de plástico con agua de sus albercas y cuando iban a eventos internacionales y a los propios juegos olímpicos las vaciaban en donde competirían, Johnson les decía que era de buena suerte porque “era nuestra agua, contaminábamos las albercas para tener más fuerza y sentirnos seguros”. Cuando Felipe Muñoz ganó, fue la locura, “jamás en la vida había visto un protocolo tan mexicano” dice Nelson, pues al finalizar el Himno Nacional los jueces de todos los carriles corrieron hacia “El Tibio”, lo cargaron en hombros y le dieron una “vuelta al ruedo”. Al término del evento, Ronald se despidió y le pidió a Nelson que llevara a Felipe a la Villa olímpica. “Lleve a Muñoz a la villa, pero yo seguía con mi calentura de festejar”, el profesor convenció a su alumno y juntos se fueron al “Gallito” un restaurante ubicado en la avenida Insurgentes. Como iba con el recién campeón olímpico, el profe creyó que en el restaurante no les cobrarían ni un peso, sin embargo los dueños de “El Gallito” dijeron que no podían perdonar la cuenta y lo único que podían hacer era hacerles un pequeño descuento “pues al final ahí nos veías poniendo dinero entre todos, sacando lo que no teníamos” relata entre risas el instructor. Con respecto a la falta de apoyo a los atletas dice que en los últimos diez años el presupuesto para el deporte ha sido histórico “por dinero no paran” y lamentó que el Comité Olímpico sea solo un lugar de “socialité” en donde no se prepara a los deportistas ni se preocupan por su desarrollo antes o después de ganar cualquier presea. Para concluir, Vargas mandó un mensaje a los atletas que competirán en Río: “Deben estar orgullosos de ser los únicos que llegaron allí y aunque sabemos de las pocas posibilidades que tienen, si se ubican entre los 30 mejores, yo seré el hombre más feliz”. SUS RECUERDOS >Las olimpiadas de 1968 son el recuerdo más grande en la vida de Nelson, no sólo por las hasta ahora irrepetibles medallas que se ganaron, sino porque en el entrenador Ronald Johnson, quien estaba al frente del equipo mexicano, encontró al padre que no tuvo.