Muhammad Ali, cinco años sin el más grande boxeador
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El mundo del boxeo no ha olvidado a Muhammad Ali, quien a través de sus puños se erigió en un defensor de los derechos humanos y en un deportista excepcional. Hoy se cumplen cinco años de su muerte.
Nacido como Cassius Clay y convertido al islamismo como Muhammad Alí (también conocido como Mohamed Alí). Dos personajes en una misma secuencia, la de una pobre infancia marcada por el racismo existente en su Louisville (Kentucky) natal, y la del gran boxeador y activista a favor de los derechos humanos que marcó su carrera deportiva.
Porque Muhammad Alí está entre los más grandes deportistas del siglo XX, al nivel de Pelé, Maradona, Michael Jordan… el “Rey del boxeo”, como le proclamó el Consejo Mundial de Boxeo en 2012
A los cinco años de su muerte, el 3 de junio de 2016, en Phoenix (Arizona) después de más de treinta años “peleando” con el Parkinson, Muhammad Alí sigue vigente en el mundo del boxeo, un deportista inigualable, un competidor implacable y un hombre que sobrepasó su fama como boxeador por sus ideas y su lucha contra el racismo.
Ali no fue un hombre cualquiera ni un deportista del montón. En ambas facetas fue excepcional y prueba de ello son el legado de frases y anécdotas que dejó en sus 74 años de existencia.
Primero como Cassius Marcellus Clay y más tarde como Muhammad Ali, el nombre que adoptó en los años sesenta para convertirse al islamismo. "Classius Clay es el nombre de un esclavo. No lo escogí. No lo quería. Yo soy Muhammad Ali, un hombre libre", dijo tras su bautismo al Islam. Ali fue miembro de la organización religiosa de la Nación del Islam, de la que también formó parte Malcolm X, símbolo del movimiento más radical por los derechos civiles de la década de los 60.
EL ROBO DE UNA BICICLETA, EL ORIGEN DE UNA GRAN ESTRELLA
Su rebeldía se forjó desde su infancia. Ali contó en repetidas ocasiones que su inicio en el boxeo se produjo por el robo de una bicicleta cuando tenía 12 años y prometió venganza para los ladrones. El consejo de un policía de Louisville y entrenador aficionado, Joe Martin, para que aprendiera a boxear antes de cumplir con su promesa fue su primer contacto con el deporte de las doce cuerdas.
Pronto, Cassius Clay demostró sus cualidades en los cuadriláteros, comenzó a ganar peleas y con 18 años ganó la medalla de oro de los semipesados en los Juegos Olímpicos de Roma, una medalla de guarda una peculiar historia de su fuerte personalidad. Ali lanzó la presea dorada al río Ohio de Louisville, días después de su gesta en la capital italiana, porque le impidieron entrar en un restaurante por llamarlo “negro olímpico”.
Tras su paso al profesionalismo, en 1964 conquistó su primera corona de los pesos pesados ante Sony Liston, un día antes de cambiar su nombre de Cassius Clay por el de Muhammad Ali. Fue el nacimiento de un campeón, con una frase que presagiaba su gran dimensión. “Soy el más grande. Me lo dije incluso a mí mismo cuando no sabía que lo era”.
Un campeón que no renunció a su rebeldía por las injusticias que se cometían contra los de su raza, que lo llevó a negarse a incorporarse al Ejército estadounidense y acudir a la guerra de Vietnam, alegando ser musulmán. "Yo no tengo problemas con los vietcong. Ningún vietcong me ha llamado nigger (negro)", dijo. A Alí le condenaron a cinco años por insumisión y fue suspendido tres años y despojado de su título de los pesados.
Regresó a los cuadriláteros en 1970 y tras varias victorias y algunas derrotas (ante Frazier en 1971 y Norton en 1973), volvió a conquistar el título de los pesados en Kinshasa (actual República Democrática del Congo) en 1974, ante George Foreman, en el famoso combate “The Rumble in the Jungle“ (La pelea en la selva).
En 1978, volvió a perder la corona mundial ante Leon Spings, aunque la recuperó un año después ante el mismo rival. Ali colgó los guantes definitivamente en diciembre de 1981, aunque su carrera no es de las más exitosas (56 victorias, 37 por KO, y cinco derrotas) su impacto en el mundo del boxeo es insuperable. Tres años después, anunció que padecía Parkinson, enfermedad que varios médicos dijeron que contrajo a consecuencia de los goles recibidos en los combates.
Célebre fue su estilo, “volaba como una mariposa, picaba como una avispa”, como él mismo definió. Su continuo movimiento de pies ante sus rivales, su rapidez de brazos y sus reflejos son un manual en el mundo del boxeo.
Su fallecimiento el 3 de junio de 2016, en Phoenix, congregó en Louisville, donde fue enterrado, a personas de diferentes razas, religiones e ideologías. "Ali fue un soldado universal de nuestra humanidad”, dijo el expresidente estadounidense Bill Clinton en el funeral.
Su legado está presente hoy en el museo que lleva su nombre en Louisville, el Muhammad Ali Center, que prepara un festival (entre el 3 y el 13 de junio) coincidiendo con el quinto aniversario de su muerte.
“Hace cinco años, cuando se supo la noticia de que Muhammad había fallecido, los visitantes comenzaron a llegar a nuestras puertas. Vinieron de todo el mundo, pero fueron sus paisanos de Louisville quienes lo lloraron más, porque conocían a Muhammad, lo vieron crecer”, explica Laura Douglas, directora del Muhammad Ali Center.
“El festival de este año es una forma de unirnos, como Muhammad hubiera querido que hiciéramos”, explica Douglas. Sus seguidores están citados en el cementerio Cave Hill, donde destacan sus restos, quienes recibirán una rosa para que la coloquen en la tumba de Ali, el boxeador más grande que nos dejó hace cinco años.
DESTACADOS:
+ A los cinco años de su muerte, el 3 de junio de 2016, después de más de treinta años “peleando” con el Parkinson, el legado de Ali no sólo se centra en su carrera como boxeador, también en su constante lucha contra el racismo.
+ Muhammad Alí está entre los más grandes deportistas del siglo XX, al nivel de Pelé, Maradona, Michael Jordan… el “Rey del boxeo”, como le proclamó el Consejo Mundial de Boxeo en 2012.
+ El museo que lleva su nombre en Louisville, el Muhammad Ali Center, le rinde un homenaje en el aniversario de su muerte.
Por Juan A. Medina EFE/Reportajes