Así es la vida en las trincheras en Ucrania, el país se prepara para la contraofensiva

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Actualmente, las tropas ucranias se alistan para llevar a cabo una contra ofensiva en contra de los soldados rusos. Por lo que han construido búnkeres desde donde emprenderán la batalla.
Ucrania- En un matorral de arbustos entre dos enormes campos de cultivo, una trampilla de madera contrachapada en el suelo del bosque se abría para revelar unas escaleras que llevaban a un refugio bajo tierra.
Dentro del búnker subterráneo, excavado en tierra negra, militares ucranianos de una unidad de morteros esperaban recibir las coordenadas de su próximo objetivo. Los hombres, que se apretujaban para pasar por un corredor del ancho de sus hombros iluminado con tiras de luces LED, miraban fijamente pantallas de tabletas que mostraban una transmisión en directo de un dron que sobrevolaba el terreno al exterior. Las ondas expansivas de los proyectiles de artillería y los cohetes hacían temblar el búnker, y una radio crepitaba y advertía sobre la llegada de helicópteros rusos.
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Sin embargo, los soldados estaban enfocados en sus pantallas, en particular en una línea de militares rusos y equipo pesado atrincherados a poca distancia que estaban marcados con signos más (“+”) de color rojo.
Ese sería su objetivo.
“Los chicos cavaron todo esto a mano, y quieren pelear, quieren disparar”, afirmó el comandante de la unidad, un hombre de 32 años con una cola de caballo trenzada que responde al alias Shuler. “Solo queremos sacarlos de nuestras tierras; eso es todo”.

Para los hombres de la Brigada 110 de Defensa Territorial, a la que pertenece la unidad de morteros, este es un momento crítico en la guerra.
Ahora que la lucha en la región oriental de Dombás ha llegado a un impase sangriento, la zona del óblast de Zaporiyia, al sureste de Ucrania, donde están emplazados, bien podría ser el próximo gran escenario, el punto focal de una contraofensiva prevista desde hace tiempo. Ucrania está bajo presión para demostrar algo de éxito al levantar los ánimos de los soldados y los civiles, reforzar el apoyo de Occidente y recuperar territorio robado.
La lucha aquí es profundamente personal. La mayoría de los soldados de la Brigada 110 provienen de áreas ahora ocupadas por Rusia, la unidad de Shuler fue obligada a retirarse en los primeros días de la guerra, que comenzó en febrero de 2022, y sus padres siguen en la ciudad ocupada de Melitópol, a unos 128 kilómetros del búnker.

En el transcurso del año pasado, han cambiado el rumbo poco a poco, al frenar el avance de Rusia y construir una red de posiciones defensivas que los militares rusos, pese a su superioridad en combatientes y armamento, no han logrado penetrar.
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“Conocemos muy bien esta zona, cada arbusto”, sostuvo el coronel Oleksandr Ihnatiev, veterano de las Fuerzas de Operaciones Especiales de Ucrania que asumió el mando de la brigada en abril del año pasado. “Desde el inicio de la guerra, nosotros, en nuestra franja, no hemos perdido ni una sola posición o puesto”.
Nadie sabe dónde ni cuándo se emprenderá la contraofensiva. Podría ser dentro de unas semanas, cuando el sol veraniego seque el lodo de la primavera para convertirlo en un pavimento sólido ideal para los tanques y los vehículos blindados de transporte militar proporcionados por Occidente que pronto entrarán a la batalla.

O quizá ya empezó —con justa razón, los ucranianos no están dispuestos a revelarlo— con los recientes ataques de exploración contra posiciones rusas al este del río Dniéper en la región vecina de Jersón, o con la rotación de nuevas unidades hacia Zaporiyia. Hace poco, las filas apostadas aquí se vieron reforzadas por la llegada de una unidad élite de artillería entrenada en el Reino Unido que antes estaba desplegada fuera de Bajmut.
Una ofensiva militar de Ucrania en la región de Zaporiyia tiene sentido desde una perspectiva estratégica, según dicen las autoridades militares y los expertos. Si atacan en el sur, atravesando las líneas rusas, y se mueven con rapidez hacia el mar de Azov, los militares ucranianos podrían partir a la mitad a las fuerzas rusas, cortar sus vías de suministro más importantes y minar los objetivos de guerra del presidente de Rusia, Vladimir Putin.
Zaporiyia es el corazón de un puente terrestre que las fuerzas rusas secuestraron en las primeras semanas de la guerra y que une el territorio ruso con la península ocupada de Crimea. Es uno de los pocos éxitos tangibles del Kremlin en Ucrania.
Sin embargo, los retos del combate son intimidantes. El éxito de Ucrania dependerá de que supere las líneas de defensa fuertemente armadas que los soldados rusos llevan los últimos diez meses reforzando, así como las deficiencias de su propia milicia. Los suministros de artillería y explosivos de defensa aérea están menguando. Los funcionarios de Estados Unidos han declarado que es poco probable que la contraofensiva genere un cambio de dinámica significativo a favor de Ucrania.
Tras 14 meses de lucha incesante, los soldados ucranianos están agotados.
FLORES QUE BROTAN AL LADO DE CADÁVERES
Al fondo del búnker, la parte más cercana a las líneas rusas, los militares abrieron otra escotilla, está hecha de metal y revestimientos de plástico, montada en un riel, y expusieron al cielo azul la boca de un mortero HM16 fabricado en Irán. Fue una demostración del ingenio que ha permitido que las Fuerzas Armadas de Ucrania, más pequeñas y más débiles, se mantengan en el combate.

Aunque está prácticamente bajo las narices de los rusos, el equipo de morteros es casi invisible en el refugio subterráneo, incluso para los drones rusos que están siempre zumbando en el aire.
“¡Postril!”, gritó un combatiente. ¡Fuego! Una pesada ráfaga de morteros se lanzó contra un grupo de unos diez soldados rusos que un equipo de reconocimiento había identificado en una línea de árboles cercana. El impacto de la explosión del mortero retumbó por todo el búnker, se comprimieron pulmones, castañearon dientes.
“Si logramos dar en el blanco, algunos terminarán calcinados”, afirmó el sargento técnico de 36 años de la unidad, quien usa el alias Shamil. “Los vamos a asustar un poco”.
Unos segundos después, una nube de humo emergió en la pantalla de la tableta de Shamil. Fallaron el tiro y tendrían que repetirlo.
Shuler se quejó de que su arma iraní, que él creía que había sido incautada por Estados Unidos y entregada a Ucrania, era menos certera que los modelos fabricados en Occidente. Además, los proyectiles pakistaníes y soviéticos que tienen en su arsenal, si bien son suficientes en cantidad, a veces no detonaban en absoluto.
Aun así, la Brigada 110 está en mucho mejor forma que al comienzo de la guerra, cuando solo contaba con 100 hombres para enfrentar a las fuerzas rusas que llegaron en tropel a la región de Zaporiyia desde Crimea, luego de que Putin anunciara la invasión.

Un joven comandante de batallón dentro de la brigada que responde al alias Polyak dijo que, en un inicio, sus hombres y él no tenían nada para defenderse, excepto palas. “El primer día, tuvimos que movernos como orugas”, relató Polyak. “Ni siquiera podíamos ponernos de pie; los cohetes granizo no paraban. Y poco a poco nos arrastramos, a gatas, y nos seguimos arrastrando”.
La intensidad de esos primeros días de batalla es evidente en un área de pueblos aniquilados que se extiende por todo el frente de Zaporiyia. Vehículos blindados destrozados están estacionados entre casas quemadas. Los combatientes mencionaron que intentaron recoger la mayoría de los cuerpos de quienes murieron en combate, pero un día reciente, los restos esqueléticos de un soldado ruso, aún vestido con un uniforme de camuflaje verde con el símbolo de la hoz y el martillo en la hebilla de su cinturón, yacían en el jardín de una casa abandonada, tulipanes rojos y narcisos amarillos florecían cerca de él.
LISTOS PARA LA ACCIÓN
Los disparos entrantes de artillería aullaban en el aire, las explosiones se acercaban cada vez más, mientras los soldados rusos apostados más o menos a 1.6 kilómetros de distancia ajustaban la trayectoria de sus cañones.
Pero el equipo de artillería ucraniano desplegado para responder a los disparos no se dejó intimidar. Los hombres bromeaban mientras cargaban municiones a su obús fabricado en Australia a la sombra de un cerezo, espantando a las abejas que zumbaban alrededor de sus brotes blancos primaverales. Dispararon. Luego dispararon de nuevo.
Tras la quinta ronda, el bando ruso se quedó en silencio.
Estos militares ucranianos son parte de una unidad de artillería de élite entrenada en el Reino Unido que está anexa a una brigada de asalto aéreo. Hace un mes, estaban apostados cerca de Bajmut disparando 1000 proyectiles a la semana mientras acababan con filas de infantería rusa. Y antes de eso, participaron en la liberación de Jersón.
Dadas sus habilidades y experiencia, algunos de ellos no comprendían por qué los enviaron a este rincón de la guerra.
“Tal vez tiene que ver con nuestra ofensiva. Quizá es una táctica de distracción”, especuló un sargento de tercera dentro de la unidad llamado Maksim, quien usa el alias Stayer. “No vemos el panorama completo”.
Está claro que la milicia rusa cree que el óblast de Zaporiyia es crucial para la guerra. Tras una pausa en el invierno, las fuerzas rusas han comenzado a atacar las posiciones militares de los ucranianos, así como ciudades y poblados, con una gama de armamento que incluye obuses de artillería, misiles guiados y drones con explosivos fabricados en Irán. Esto podría ser una señal de que las fuerzas rusas están preparando su propio ataque, o anticipando uno de Ucrania.
Stayer, de 39 años, dijo que sus hombres están listos para más acción.
Cada dos días, en Zaporiyia, Stayer tiene tiempo suficiente entre las descargas de artillería para correr 10 kilómetros y satisfacer su pasión por el café, que manda a traer de una torrefactora de especialidad llamada Mad Heads en Kiev, la capital ucraniana.
No obstante, la contraofensiva está en la mente de todos, afirmó. Con una piedra, Stayer dibujó en el suelo mojado lo que creía que era un esbozo de lo que podría ser un operativo: una incursión hacia el sur hasta la ciudad portuaria de Berdiansk, acompañada de fintas en el frente oriental y tal vez un intento de las fuerzas ucranianas apostadas en Jersón para cruzar el río Dniéper y atacar a las fuerzas rusas atrincheradas en la ribera este.
“Todo se ve muy simple”, comentó. “Estamos esperando a ver qué se le ocurre a nuestro alto mando, algún tipo de plan ingenioso”.
CONTEMPLAR EL CIELO NOCTURNO EN BUSCA DE DRONES
Cuando cae la obscuridad en el frente de Zaporiyia, los desafíos que le esperan al Ejército de Ucrania se vuelven muy evidentes. Una noche reciente, soldados rusos desataron una descarga tras otra de disparos desde sistemas múltiples de lanzamiento de cohetes conocidos como Grads o granizo, que iluminaron el cielo por un breve momento. Como respuesta, el bando ucraniano logró disparar uno que otro proyectil de artillería.

Mientras tanto, al otro lado de un campo de cultivo, los miembros de un equipo de defensa aérea, adjunto a la Brigada 110, veían todo esto y maldecían, fumando cigarrillos. Armado con una ametralladora montada en la parte trasera de una camioneta “pick-up”, el equipo estaba desplegado para vigilar y defenderse de los drones explosivos Shahed, que Rusia lanza desde territorios cercanos ocupados.

Incluso los soldados más dedicados ahora admiten que la guerra está empezando a pasarles factura. Un soldado raso llamado Vitaly relató que un amigo, que había regresado a casa de Israel para luchar, fue asesinado hace poco cerca de Bajmut. El comandante de la unidad también había muerto.
Los perros ladraban sin cesar y un dron Orlan de vigilancia rusa volaba por encima de ellos, la luz de su cámara térmica casi no se distinguía de las estrellas en el cielo. Se vio un destello, luego el zumbido de varios proyectiles entrantes hizo que el equipo se zambullera en el lodo.
“Claro que después de un año y dos meses de guerra, todos están cansados”, reconoció Vitaly. “Pero nadie se va a ir de aquí sin conseguir la victoria”.
Cerca de la medianoche, las nubes cubrieron el cielo, taparon las estrellas y la luna creciente, lo cual les facilitó a los drones rusos moverse sin ser detectados. Al otro lado del campo, la batalla continuaba en la obscuridad. c.2023 The New York Times Company.
Por Michael Schwirtz The New York Times.