Del modelaje a ser la flamante directora de comunicación de Trump: Hope Hicks
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La joven de 28 años es amiga de Ivanka, tiene un historial laboral intachable y a veces escribe tuits por Trump
A diferencia de John Kelly, Hope Hicks conoce muy bien a Trump. Incluso conociéndolo en la intimidad de la Torre Trump desde hace varios años y ha sabido adaptarse a su personalidad.
Cuando era más joven, Hicks llegó a ser modelo de Ralph Lauren y protagonizó la portada de un libro para adolescentes de tirada nacional escrito por la creadora de “Gossip Girl”.
Es con facilidad uno de los rostros más atractivos de la Casa Blanca, una de las pocas mujeres y también una de las personas más cercanas a Trump. Tan cercana que incluso a veces tuitea por él.
Empezó a trabajar para la Trump Organization porque la compañía era uno de los clientes de la firma de relaciones públicas para la que trabajaba desde 2012.
Sin embargo, su buen desempeño consiguió llamar la atención de Ivanka Trump, para la que empezó a trabajar en el verano de 2014, y después de su padre, que acabaría sumándola a su equipo.
Su entrenadora de lacrosse en la universidad declaró al Washington Post, que Hicks fue capitana durante cuatro años y estableció los cimientos de lo que sería el equipo en los años siguientes.
Mattew Hiltzik, su antiguo jefe en la firma de relaciones públicas en la que Hicks empezó, declaró “su atención al detalle y sus sensibilidad” la ayudarían a su transición a la vida política en la que ella, tal y como Trump, no tenía ninguna experiencia.
La familia de Hicks, además de un rico historial en el mundo de las relaciones públicas, tiene lazos con Washington. Sus padres vivieron sus primeros años de matrimonio en la capital e incluso trabajaron para miembros del congreso de diferentes partidos políticos.
Paul B. Hicks, su padre, es un alto ejecutivo de comunicación de la NFL. Eso le hace parte de los despachos que durante años han luchado contra la cruda realidad del deporte que supervisan.
Entre tanto personaje caricaturizable, la figura de Hope Hicks resulta fascinante por su irrelevancia mediática. Su trato con la prensa es constante, y sin embargo sus declaraciones son muy raramente mencionadas porque normalmente sólo comenta off the record.
Su espíritu de equipo encaja perfectamente en el esquema que busca Trump, quien según sus aliados siempre ha valorado la lealtad como uno de los mejores atributos de quienes trabajan para él. También lo hace la ausencia de ambición protagónica que sí han tenido otros como el excéntrico Anthony Scaramucci, despedido después de 10 días del cargo de director de comunicación que ahora oficialmente, le toca ocupara a ella.
Es esa cercanía con Trump la que le ha conseguido la fama de consejera leal y conocedora de las mejores estrategias para implantar ideas en el hombre más importante del país.
Porque en la Casa Blanca no importa tanto el saber qué es lo que piensa Trump, sino el descubrir la mejor forma de presentarle cualquier iniciativa que ayude a impulsar las diferentes estrategias de cada uno de los mil bandos que luchan internamente en el ala oeste.
Hicks, para muchos, es la susurradora del líder. Pero es una analogía con la que durante mucho tiempo también se etiquetó a Ivanka, una mujer de la que Hicks parece una calcomanía por lo mucho que se parecen ambas en la forma de vestir y de hablar.
Aunque ninguna de ellas ha sido capaz de arrastrar a Trump a donde querrían. Ivanka no consiguió que Trump aceptara quedarse en el acuerdo climático de París y Hicks tuvo que dejar que Trump concediera aquella fatídica entrevista con The New York Times.
Ivanka y Hope Hicks son dos mujeres presas del Síndrome de Estocolmo que muchos parecen sufrir en la Casa Blanca de Trump. Ivanka intenta ser el contrapunto racional de su padre sin contrariarle apenas en público. Y Hicks ha decidido trabajar únicamente como habilitadora de cualquiera que sea el discurso político del día en la cabeza de Trump.
El trabajo de comunicación que Hicks va a tener tratará precisamente de llevar el mensaje de Trump a los ciudadanos de la forma más digna y profesional posible.
Después de Charlottesville, lo que eso significa es que a una joven de 28 años le ha caído uno de los trabajos más difíciles.
Con información de Vanity Fair