Invasión en Ucrania, una guerra de los drones, sistemas de ataque informatizado e inteligencia artificial
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A días de cumplirse el tercer año de la guerra en Ucrania, los ucranianos, están entre la desconfianza hacia Trump y que a esperanza de liberación del país se desvanece en los territorios ocupados por Rusia y la esperanza de que concluya el conflicto militar a la guerra
MOSCÚ- Tres años de guerra en Ucrania. Lo que comenzó siendo un intento de “guerra relámpago” del ejército ruso, que quedó varado en las puertas de Kiev, es tres años después una guerra de posiciones, con pocos cambios en el frente y con un importante protagonismo de los nuevos sistemas de ataque y defensa basados en la informática y la inteligencia artificial.
La guerra de Ucrania es, sobre todo, la “guerra de los drones”. Así la ha definido en varios de sus análisis el antiguo director de la CIA David Petraeus, quien ha destacado el esfuerzo ucraniano para contrarrestar con ellos la superioridad rusa en armamento tradicional y de barcos en el Mar Negro.
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Esta guerra de los drones en Ucrania tuvo un precedente: a finales de 2020 Azerbaiyán utilizó su ventaja en el uso de estos aparatos de fabricación turca, tanto de ataque como de reconocimiento, para ganar la segunda guerra frente a Armenia por el Nagorno Karabaj.
La revista especializada rusa “Army Standard” cita un trabajo de un antiguo jefe de Estado Mayor ruso, Yuri Baluyevski que dice que los aviones no tripulados han conquistado “rápida e incondicionalmente” el espacio aéreo, con un “cielo lleno de nubes de microdispositivos que han aportado una transparencia sin precedentes al campo de batalla”.
Esto tendrá un impacto en el futuro de la estrategia militar: «en los próximos años se utilizarán en el campo de batalla decenas y cientos de miles de pequeños vehículos aéreos no tripulados» e incluso los soldados podrán llevar uno para su uso individual.
LA ESTRATEGIA DE UCRANIA
Con los drones, Ucrania ha intentado contrarrestar la ventaja rusa en efectivos y armamento tradicional: los grandes drones de ataque hacia la retaguardia, los pequeños merodeadores para informar del despliegue de las unidades enemigas en el frente o las posiciones de artillería, los «kamikaze» lanzados contra tanques, camiones o pequeños grupos de infantería, e incluso los drones marinos.
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Según un informe del Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, en inglés), un “thin tank” militar que ha seguido con informes diarios el curso de la guerra desde sus inicios, Ucrania ha diseñado un proyecto denominado “Drone Line” como parte de sus esfuerzos para integrar operaciones terrestres con drones.
Esto permitirá a las fuerzas ucranianas crear zonas de exterminio de 10 a 15 kilómetros de profundidad, proporcionará apoyo aéreo constante y cobertura de infantería, y detectará y destruirá a las fuerzas rusas antes de que puedan acercarse a las posiciones ucranianas.
Según el primer viceministro de Defensa de Ucrania, el teniente general Ivan Havrylyuk, citado por la agencia de noticias Ukrinform, desde febrero de 2022 Ucrania ha introducido más de 1.300 nuevos modelos de armas, la mayoría de los cuales son drones, y solo en 2024 se han aprobado más de 250 nuevos modelos. En 2024, la mayor parte de los productos aprobados fueron sistemas aéreos no tripulados, de interferencia electrónica, equipos de ingeniería y plataformas robóticas terrestres.
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Además, en julio de 2024 Ucrania creó la denominada unidad Typhoon, que es la encargada de la guerra electrónica: no solo de operar con los nuevos modelos de drones y vehículos robóticos, sino de contrarrestar las interferencias y otras contramedidas de los rusos, muy efectivas, para impedir su actividad.
Estos vehículos robóticos utilizan cámaras mejoradas con IA para detectar posiciones de artillería enemigas o unidades móviles desde lejos, para analizar vídeos y fotografías y navegar a través de densas áreas urbanas o bosques donde los operadores humanos podrían tener dificultades.
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Un análisis de la revista rusa «Army Standard» dice que a principios de 2025 la brecha inicial en drones a favor de Ucrania se eliminará y que el ejército ruso dispondrá de varias clases de drones de ataque, como el Lancet -muy poco visible para los sistemas de defensa y de una tecnología robótica muy perfeccionada- y de largo alcance, como el Geranium.
EL “SEA BABY” Y OTRAS ARMAS “INTELIGENTES”
El 9 de diciembre de 2024, el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) publicó imágenes de sus drones navales “Sea Baby” abriendo fuego contra los helicópteros rusos que los perseguían cerca de Crimea. Los drones marítimos de superficie se han convertido en parte importante de las acciones de ataque ucranianas en el Mar Negro.
Según el SBU, Ucrania ha utilizado este tipo de drones para atacar el puente de Crimea y un total de 11 barcos de la Flota rusa del Mar Negro. Con ellos intentó contrarrestar el uso de los barcos rusos para lanzar misiles Kalibr, Onyx y Zircon contra ciudades ucranianas.
La utilización de los drones marinos por parte de Ucrania agravó la situación de la flota rusa de tal manera (hundimiento del crucero Moskva y daños en el Admiral Makarov) que el grueso de esta tuvo que abandonar el puerto de Sebastopol, en Crimea, hasta la base naval de Novorosiisk.
Pero como en todas las guerras, las medidas conllevan contramedidas. Los rusos han equipado a los barcos con sistemas de defensa aérea y ametralladoras de gran calibre, aunque la mejor táctica, reconocen, es detectarlos en su lugar de concentración y destruirlos.
En un informe reciente, los analistas del IGW llegan a esta conclusión: pese a todo este despliegue de nuevos efectivos, impensables hace algunos años para los analistas militares, la infantería sigue siendo importante. Rusia utiliza sus soldados por oleadas y Ucrania debe abordar sus problemas de efectivos, moral y entrenamiento para detener el avance ruso en el este, donde se concentran los combates más intensos en el tercer aniversario de la guerra.
UCRANIANOS, ENTRE EL RECELO HACIA TRUMP Y LA ESPERANZA DE LA PAZ
Cerca de tres años después de que estallara la guerra en Ucrania debido a la invasión rusa, los ucranianos asisten a las negociaciones impulsadas por EEUU entre el recelo hacia el presidente Donald Trump y la esperanza de que ponga fin al conflicto con garantías de seguridad que eviten nuevas agresiones del Kremlin.
“Aunque la política no es mi fuerte, quiero creer que, como ha prometido Trump, pondrá fin a la guerra en nuestro país”, dice a EFE Marina Taranuja, una ucraniana que regenta dos salones especializados en el cuidado del cabello en la urbe de Dnipró del centro de Ucrania.
Taranuja es natural de Pokrovsk, uno de los bastiones ucranianos en la región oriental de Donetsk. Las fuerzas rusas están a unos pocos kilómetros de la ciudad, a la que tratan de acercarse con el mayor despliegue de hombres y armamentos de todo el frente.
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Los padres de Taranjua siguen viviendo allí, y su hermano combate con el Ejército ucraniano para defender el territorio.
“Esperamos despertarnos una mañana y que nos digan que la guerra ha terminado”, dice la mujer, que también anhela que su ciudad natal permanezca bajo control ucraniano y no vuelva a ser objetivo de una invasión rusa. “Espero que mi familia no quede separada y que podamos volver a casa”, declara.
MUCHO PODER Y “POCO CEREBRO”
También quiere que termine la guerra Konstantin Olénich, un joven desempleado de Dnipró que no muestra simpatía por Trump, pero sabe que el futuro de su país depende en gran medida de EEUU.
“Mi opinión sobre Trump es que es una persona oscura con mucho poder y poco cerebro, pero somos un país no muy poderoso y necesitamos aliarnos con él”, dice a EFE Olénich en el centro de esta urbe que da nombre al río que atraviesa Ucrania.
Después de casi tres años de guerra, Olénich considera que su país no está en condiciones de seguir luchando.
Pese a que tacha de “egoísta” la actitud de los EEUU hacia Ucrania -de la que la administración Trump quiere cobrarse todo el apoyo ofrecido hasta ahora por Washington con la explotación de sus recursos naturales-, el joven apela al realismo: “Por desgracia, dependemos de ellos”.
Liza Krávchenko es estudiante de Medicina en Dnipró y también confía en que las negociaciones impulsadas por Trump lleven al final del conflicto.
“La situación es dramática. Es muy duro para nuestros muchachos, nuestros niños, nuestros mayores. Soy estudiante de Medicina y para mí es muy difícil ver a los soldados heridos cuando vienen a nuestra clínica, a los niños, y por eso quiero que termine la guerra”, declara a EFE antes de tomar el autobús que le llevará desde Dnipró hasta su pueblo en la misma región de Dnipropetrovsk, a la que las fuerzas rusas se han acercado peligrosamente en los últimos meses.
“RUSIA VOLVERÁ A SUBYUGARNOS”
Las aspiraciones de volver a vivir en paz conviven con el miedo a que Trump entregue a su país a los rusos en los pensamientos de Yuri Popov, un informático de Dnipró que alude a las simpatías que el presidente de EEUU ha mostrado repetidamente por el presidente ruso, Vladímir Putin, y lamenta el nulo reconocimiento que el magnate neoyorquino convertido en político ha mostrado hacia la resistencia de los ucranianos.
A medida que Ucrania se acercaba al tercer aniversario de la invasión de Rusia, el camino que el país esperaba seguir hacia una paz favorable y duradera se vio trastocado en cuestión de días por el nuevo gobierno de Donald Trump
KIEV- Kiev se había beneficiado de años de firme apoyo por parte de sus aliados en Estados Unidos y Europa, que le brindaron un apoyo militar y financiero crucial para defenderse de las persistentes incursiones del Kremlin.
Pero la larga conversación telefónica entre Trump y el presidente de Rusia, Vladímir Putin, la semana pasada, que revirtió años de política estadounidense para aislar al líder ruso por su agresión, se interpretó en Kiev y en otras capitales europeas como una señal de que su alianza para contener a Moscú se estaba desmoronando.
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A continuación, la cronología de los hechos:
MIÈRCOLES 12 DE FEBRERO
En su conversación de 90 minutos, Trump y Putin acordaron iniciar las negociaciones para poner fin a la guerra, una medida que fue recibida con júbilo en Rusia, pero que el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskyy, había advertido que sería “muy peligrosa” si Kiev quedaba excluida de las conversaciones.
Aunque Trump habló con Zelenskyy inmediatamente después de la llamada con Putin, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, dijo ese día que el ingreso de Ucrania en la OTAN, algo que Kiev cree que protegería al país y a Europa de futuros ataques rusos, era poco realista. Además, sugerió que el país debería abandonar la esperanza de recuperar todo su territorio, una postura muy cercana a la de Moscú.
La vertiginosa velocidad a la que cambió la política de Washington hacia Ucrania y Rusia dejó a muchos ucranianos hartos de la guerra con la sensación de que estaban siendo excluidos de la conversación sobre su futuro, y temiendo que un acuerdo impuesto por la Casa Blanca y el Kremlin resulte en la pérdida de territorio y vulnerabilidad ante futuras agresiones rusas.
En su conversación de 90 minutos, Donald Trump y Vladímir Putin acordaron iniciar las negociaciones para poner fin a la guerra. Foto: AP/Alexander Zemlianichenko
VIERNES 14 DE FEBRERO
Los líderes europeos tuvieron su primera oportunidad de reunirse con miembros del nuevo gobierno de Trump en la Conferencia de Seguridad de Múnich, Alemania, donde esperaban aclarar el enfoque del líder estadounidense hacia la guerra.
Pero los mandatarios se quedaron atónitos cuando altos funcionarios estadounidenses, incluyendo el vicepresidente JD Vance, criticaron a las naciones europeas, enviaron señales contradictorias sobre el apoyo a Kiev y sugirieron que Europa no estaría en la mesa de negociación sobre Ucrania.
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“Aquí sabemos perfectamente que Rusia volverá a intentar subyugarnos, y tengo la sensación de que Trump se ha creído el cuento de Putin de que sólo quiere la paz y no sentirse amenazado por los ucranianos”, dice Popov recordando que la región de Dnipropetrovsk ya estuvo en el punto de mira de los rebeldes prorrusos en 2014, cuando milicias leales al Kremlin se rebelaron contra el Gobierno de Kiev en la mitad oriental de Ucrania.
Menos política muestra en sus comentarios Alina Mamédova, natural de Dnipró y una de las integrantes del movimiento espiritual Hare Krishna que recorren ciudades ucranianas y de todo el mundo cantando y bailando para promover la armonía y el entendimiento con el mantra que les da nombre.
“Espero que se acaben todas las guerras, no sólo esta guerra, porque no tenemos sólo esta guerra. En cada familia y dentro de nosotros tenemos una guerra, una pequeña guerra”, dice Mamédova, cuyo nombre espiritual es Amrita Charanami, durante una salida por el centro de Dnipró con otros integrantes de Hare Krishna.
SE DESVANECE LA ESPERANZA DE LA LIBERARIÓN DE TERRITORIOS OCUPADOS
A medida que se acerca el tercer aniversario de la invasión, los habitantes de los territorios ucranianos ocupados por Rusia se enfrentan a la amarga disyuntiva de huir o adaptarse a una nueva realidad mientras se intensifican las políticas de rusificación y se desvanecen las esperanzas de que Ucrania recuperé el control.
La presión sobre la población local para que acepte un pasaporte ruso ha aumentado; quienes se niegan corren el riesgo de ser deportados, y ya se ha restringido su acceso a la sanidad, el empleo y la propiedad.
La madre de Artem, quien prefiere no dar su apellido por razones de seguridad, se vio obligada a solicitar la ciudadanía rusa tras varias visitas de soldados armados que le dejaron claro que era la única forma de conservar su pequeño negocio, su principal fuente de ingresos.
Para ella, escapar de su casa en la región de Jersón es imposible porque tiene que cuidar de sus padres, explicó a EFE su hijo, que vive en territorio controlado por Ucrania.
LA ZANAHORIA Y EL PALO
La familia se comunica a través del frente por canales en línea y evita hablar de temas delicados por miedo a ser «escuchada» por los rusos.
“Cada vez que se menciona la palabra ‘guerra’, la conexión se corta”, explica Artem.
Rusia utiliza tanto el dinero como la violencia para ganarse la lealtad y acabar con la disidencia, afirma.
Los salarios y las pensiones del Estado son relativamente generosos, pero nadie puede sentirse seguro en el 18% del territorio ucraniano bajo control ruso.
Muchos aceptan «las limosnas» de Rusia y están seguros de que las cosas seguirán igual, cuenta Tetiana, una joven refugiada de un pueblo en la región de Lugansk capturado en 2022.
Sigue habiendo mucha gente “proucraniana”. Algunos cuidan de sus familiares enfermos o ancianos, muchos temen el arduo viaje de varios días hasta el territorio controlado por Ucrania o están desanimados por el escaso apoyo estatal allí, explica Tetiana a EFE en Leópolis.
“Los que todavía tienen la esperanza de que todo vuelva a ser como antes (de la invasión) son los que peor lo pasan”, añade, señalando que sus parientes rara vez salen de casa para evitar deprimirse.
La presencia rusa es asfixiante; el menor atisbo de opiniones proucranianas puede ser extremadamente peligroso, indica.
MIEDO Y FALTA DE FUTURO
Stefan Vorontsov, natural de Nueva Kajovka, en la parte ocupada de Jerson, y quien ahora vive en Polonia, dice que muchos jóvenes intentan huir ahora que Rusia se prepara para aumentar el reclutamiento obligatorio militar.
‘Humanidad’, un grupo de voluntarios que coordina, ha ayudado a unas seis mil personas a abandonar gratuitamente los territorios ocupados y anima a otros a hacer lo mismo mientras sea posible.
“Vinieron a matar a Ucrania y a destruir todo lo ucraniano en la mente de la gente”, afirma, recordando que una de las primeras cosas que hicieron los invasores fue destruir todos los libros proucranianos de Nova Kajovka.
La gente sigue desapareciendo mientras continúa la caza de residentes proucranianos, asegura.
Además, las crecientes dificultades económicas en esta región agrícola, afectada por la destrucción de la presa de Kajovka en 2023, también empujan a los lugareños a marcharse, explica Vorontsov, añadiendo que localidades cercanas al frente han quedado sin electricidad y sin una conexión fiable durante meses.
MANTENERSE CONECTADO
Aunque continúan los combates, el férreo control ruso sobre el flujo de información y la falta de perspectivas claras de liberación hacen que muchos en los territorios ocupados se sientan abandonados.
Sin embargo, los movimientos de resistencia no violenta siguen activos a pesar de los riesgos.
‘Lazo Amarillo’, una organización pro ucraniana, publica regularmente en Internet fotos de pequeñas banderas ucranianas azules y amarillas que coloca en lugares públicos de Crimea y otros territorios.
Su objetivo es recordar a los invasores que no son bienvenidos y decirle a la población local que no ha sido olvidada.
Kiev admite que en la actualidad carece de medios para recuperar sus tierras por la fuerza, mientras que muchos temen la destrucción que podría acarrear allí un recrudecimiento de los combates.
La prioridad de Ucrania, según Vorontsov, es evitar que se ocupen más tierras.
CULTURA, UNA ARMA DE GUERRA
Museos expoliados, daños por valor de 2,400 millones de dólares al patrimonio y un sector, el cultural, casi desaparecido. Es el balance de los tres años de guerra en Ucrania, una situación que sus cineastas, escritores, artistas y músicos no han dejado de denunciar a través de sus obras.
Es el caso de los realizadores Sergei Loznitsa, Mstyslav Chernov o Maryna Er Gorbach, de escritores como Andrei Kurkov o Victoria Amelina -fallecida en un ataque ruso- o de la Kalush Orchestra, que ganó Eurovisión 2022.
Pero también de artistas e intelectuales internacionales que han ahondado en sus obras en el drama ucraniano, como la mexicana Lydia Cacho, el grafitero británico Banksy o el actor norteamericano Sean Penn, que grabó un documental sobre la figura de Zelenski.
Junto al trabajo de cineastas y escritores, diversas exposiciones han logrado mostrar al mundo parte del arte salvado, pero importantes obras han desaparecido, destruidas por los bombardeos o expoliadas por las tropas rusas.
EL ARTE COMO ARMA DE GUERRA
El patrimonio y los museos ucranianos han sido uno de los principales objetivos del ejercito ruso desde el inicio de la guerra. Al menos veinte museos ucranianos han sido objeto de bombardeos y han quedado parcial o totalmente destruidos, según la Unesco.
Los museos ubicados en zona invadida han sido saqueados: el expolio más significativo lo han sufrido los museos de Bellas Artes y el Provincial de Jersón y el Museo de Historia Local de Melitopol. Este último atesoraba un valioso conjunto escita de oro, todo un emblema de cultura ucraniana.
La guerra que se libra también se debate en el terreno cultural. Tradicionalmente los creadores ucranianos han sido incluidos en los libros de historia como rusos. Es el caso de artistas como Sonia Delaneuy, Alexandra Ester o David Burliuk.
DE LAS PUSSY RIOT A BANSKI
Artistas de la talla de Banksy han tratado de llamar la atención sobre el conflicto con sus obras. El grafitero se desplazó hasta el país en 2022, al poco de estallar el conflicto, y realizó siete murales en ciudades como Kiev, Irpin o Borodyanka.
Las mediáticas Pussy Riot han sido muy críticas con la manera en la que la prensa rusa aborda la contienda. En ‘Mama don’t watch TV’, un tema publicado en 2022, muestran su oposición a la guerra, piden que Putin sea juzgado y claman a Occidente que deje de comprar gas y petróleo a Rusia.
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El año que estalló la guerra, Eurovisión coronó a Ucrania como ganadora del certamen por ‘Stefania’, un tema de la Orquesta Kalush, que combinaba ritmos folclóricos ucranianos con el hip hop, y que contó con el favor del voto del público, en una clara muestra de apoyo al país.
También la literatura ha sido un espejo de la cruda realidad ucraniana en obras como «Diario de una invasión», de Andrei Kurkov, que narra el terrible impacto de la guerra en la sociedad, o ‘Looking at Women Looking at War’, de Victoria Amelina, una novela inacabada porque la escritora fue asesinada por un misil ruso.
La mexicana Lydia Cacho, perseguida en su país por su trabajo periodístico, quiso aportar su grano de arena con ‘El día que invadieron mi planeta’, un conmovedor relato que retrata los horrores que sufre la niñez ucraniana.
EL CINE SE VUELCA CON LA GUERRA EN UCRANIA
El cine ha sido uno de los géneros que en estos tres años mejor ha plasmado los estragos de la guerra y lo ha llevado a salas de cine y televisiones de todo el mundo. Comenzando por ‘Superpower’, un filme de Sean Penn que inicialmente tenía por objetivo retratar a Volodimir Zelenski, «el actor convertido en presidente», pero se estalló la guerra y se convirtió en un documental sobre el líder ucraniano.
Es también el caso del desgarrador y brutal ’20 días en Mariupol’, ganadora del Óscar al Mejor Documental, que sigue el trabajo de los periodistas que se juegan la vida para contar al mundo la guerra de primera mano.
Muchos títulos han seguido: ‘The Invasion’, de Sergei Loznitsa, narra como la vida continúa entre bombardeos; ‘Searching for Nika’ (Stanislav Kapralov), ‘Klondike’, ‘Una casa hecha astillas’, o ‘Mariuopolis 2’, el documental póstumo del lituano Mantas Kvedaravicius, asesinado por las fuerzas rusas en el asedio a Mariupol.
Por Marcel Gascón, Rostyslav Averchuk, Celia Sierra y Alicia García de Francisco, Agencia EFE.