Como en la película de Amores perros, sujeto se disfraza de pepenador para matar a su víctima, en Morelos
El crimen fue ejecutado a plena luz del día en una calle transitada
Vestido como un pepenador cualquiera, encorvado sobre la basura en una esquina cualquiera, un hombre esperaba el momento exacto para matar. No parecía distinto al montón de rostros anónimos que deambulan por las calles, invisibles para todos, como lo hacía ‘El Chivo’ en Amores Perros. Así comenzó una escena que parecería salida del cine, pero ocurrió en la vida real, en Jiutepec, Morelos, en plena tarde de lunes.
La calle 16 de Septiembre, en la colonia Morelos, fue el escenario de una ejecución meticulosa, premeditada, brutal. Una cámara de seguridad grabó todo: el asesino está de espaldas, fingiendo separar cartón y plástico en la base de un poste. A solo unos pasos, la víctima—un hombre vestido con una playera blanca y pantalones cortos—aguarda frente a una puerta, la que parece ser la entrada a su casa. Espera a alguien. Quizá no sabe que ya lo están esperando a él.
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El agresor viste una sudadera con capucha que le cubre el rostro. Actúa con calma, como si de verdad estuviera buscando algo útil entre los desechos. Y en cierto modo lo está: busca el momento. En cuanto el hombre le da la espalda, el falso pepenador saca un arma corta de una bolsa y dispara, al menos cuatro veces. No hay diálogo, no hay advertencia.
El cuerpo de la víctima desaparece de la cámara al caer dentro del inmueble. El agresor corre sin mirar atrás, da vuelta en la esquina y se esfuma. A pesar de que todo fue registrado por la cámara, su rostro nunca se revela. Solo queda su silueta, una figura más entre los bordes borrosos de la violencia urbana.
Los vecinos, alertados por los disparos, salieron a la calle y llamaron a emergencias. Pero los paramédicos no pudieron hacer más que confirmar lo inevitable: el hombre ya había muerto.
Lo que ocurrió no es solo un asesinato; es una ejecución cuidadosamente representada. Una coreografía de muerte entre bolsas de basura y paredes grises, donde el disfraz no solo oculta al tirador, sino que también revela algo más profundo: la impunidad con la que se puede asesinar a plena luz del día, sin rostro, sin nombre, sin huida aparatosa.
Porque en las calles de Morelos, como en las películas, la muerte a veces camina disfrazada. Y nadie parece notarlo.