La historia del asesino serial de la Merced que estremeció a la CDMX en los 90s; era un trovador solitario que gustaba del arte
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La cineasta Yulene Olaizola realizó un documental sobre su vida.
De acuerdo a Reporte Índigo, Jorge Riosse era una persona bien parecida, que tocaba la guitarra, componía y hasta pintaba. Sin embargo, nadie imaginaba que su personalidad se transformaba por completo.
La cineasta Yulene Olaizola realizó un documental sobre su vida. Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo narra la historia de Jorge Riosse, un peculiar personaje que por años le rentó un pequeño cuarto a la abuela de Yulene a quien, dicho sea de paso, le cambió la vida.
El inquilino se convirtió rápidamente en amigo de la abuela Rosa, a quien pintaba, regalaba algunas de sus obras y dedicaba muchas canciones, sin imaginarse que convivía con uno de los asesinos seriales más sanguinarios de finales del siglo XX.
“Jorge marcó a esa casa y a mi abuela en particular”, narró en alguna presentación de la película Yulene, quien abundó que sólo lo vio dos veces en su vida, una de las cuales le tomó varias fotos para después realizarle un dibujo.
Entre 1991 y 1993 las autoridades del entonces Distrito Federal se vieron azoradas por una oleada de asesinatos de mujeres que tenían signos de ser cometidos por una sola persona, un asesino serial.
Los cuerpos de las mujeres, de entre 25 y 38 años, siempre eran encontrados en hoteles de la zona centro de la capital mexicana, debajo de la cama y con una sábana blanca cubriéndolos.
Los investigadores descubrieron que, además de que los cuerpos de las mujeres eran “escondidos” debajo de la cama, todas habían muerto por estrangulación. En algunos casos el asesino dejaba macabros mensajes en los espejos de las habitaciones pintados con labial.
Al entonces misterioso asesino serial se le contabilizaban, al menos, 13 muertes de mujeres, la mayoría prostitutas que laboraban en la Merced. Entre los mensajes que dejaba pintados era recurrente el de “Volveré L.B.M.”.
Narra la abuela de la directora Yulene Olaizola que cuando Jorge era su inquilino lo único raro que notaba en él era su fijación por las mujeres, cuyos retratos hechos por sí mismo, coleccionaba en el pequeño cuarto donde vivía; además de que una noche lo vio salir ataviado con un vestido de novia con los labios pintados de rojo.
Cuando la policía del Distrito Federal se vio rebasada por la presión social pero, sobre todo, mediática, debido a que los asesinatos no se resolvían, decidieron emprenderla contra un lavacoches después de que en el motel Mexicali hallaran el cuerpo de una mujer a la cual le habían sacado el corazón para pintar, con su sangre, un indescifrable mensaje en el espejo.
No se supo cómo, pero en 1993 el lavacoches, llamado Jorge Enrique Martínez, confesó, con lagrimas en los ojos y el cuerpo lleno de moretones, que él era el asesino serial que había cometido los crímenes en hoteles como El Madrid, Las Vegas, Maya, Glorieta y Cuba.
El caso parecía cerrado. El 9 de abril de 1993 la verdad salió a la luz… Una prostituta había logrado escapar de las garras de un hombre que había intentado hacerle daño, la policía apareció ante los gritos desesperados de la mujer y logró herir con una bala al agresor.
La noche cálida se había convertido en caótica tras la persecución que se desató y que culminó en el cruce de las calles de Shakespeare y Víctor Hugo, en la colonia Anzures del entonces Distrito Federal en cuya azotea de una vivienda el hombre había iniciado un incendio.
Tras la llegada de los bomberos, quienes sofocaron las llamas, los agentes de la policía hallaron en el piso, inconsciente, a Jorge Riosse. En la pared del cuarto una leyenda, pintada con rojo, decía “no soy homosexual”.
En el piso se encontraron varias identificaciones y ropa de mujeres, listones, cabello y recortes de periódicos que narraban los asesinatos de mujeres en la Merced. Jorge murió poco después en un hospital de la que a la postre se convertiría en la Ciudad de México. Para los investigadores que llevaron el caso no hubo duda de que él era el asesino serial que mantuvo en vilo al centro del país por tres años.
Los asesinatos en serie de mujeres pararon. Las cintas en donde Riosse grabó las canciones que componía o que replicaba, así como sus poesías y pinturas aún reposan en algún punto del centro del país.