Sin amapola solo queda el éxodo de poblado de Guerrero
De las 130 familias que lo habitaban quedan 30 y su ausencia se siente. La pobreza y la marginación también
LA MONTAÑA, GRO.- En este pueblo, el tiempo está construido con una arquitectura distinta: el sonido no es un parámetro para medirlo, pues tanto de día y de noche predomina el silencio.
El contraste entre claridad y oscuridad es lo que distingue el paso del reloj: las personas no caminan por las calles, los niños no juegan en la cancha, los carros no circulan. El único sonido que delata a la noche es el canto de los grillos.
Este pueblo se está vaciando poco a poco. Hace tres años inició un éxodo silencioso que muy pocos han visto, que no perturba ni le importa a nadie. De las 130 familias que lo habitaban quedan 30 y su ausencia se siente. La pobreza y la marginación también.
Acá no están acostumbrados a vender alimentos, de entrada, porque nadie compra, pero en realidad se debe a que muy pocos tienen algo que ofrecer. Lo poco que tienen lo cuidan, lo estiran.
Por eso, los pobladores han preferido huir —sí, huir— de la pobreza, de la falta de empleos, de servicios básicos, de escuelas, de médicos... y también de la marginación.
Hasta hace tres años, aún tenían algo que les daba un poco de dinero: sus cosechas de amapola. Acá, con la siembra de la flor ocurría algo distinto a lo que sucede en otros pueblos de Guerrero: ésta arraigaba a los ciudadanos.
Ahora, sin amapola no hay trabajo, no hay arraigo... todos huyen como María quien dejó tres menores a su suerte
Ella salió huyendo de este pueblo después de que la siembra de amapola dejó de ser una fuente de empleo.