A un año de Tlahuelilpan, la herida no cicatriza

Nacional
/ 17 enero 2020

Las risas y las bromas que inundaban el 18 de enero de 2019 a Tlahuelilpan cesaron en cuestión de segundos para dar paso a gritos de terror y tristeza

Las risas y las bromas que inundaban el 18 de enero de 2019 a Tlahuelilpan cesaron en cuestión de segundos para dar paso a gritos de terror y tristeza. La explosión de un ducto no solo se quedó en la memoria de los habitantes, sino también en su corazón.

Los hechos ocurridos a las 18:52 h de aquel fatídico día vuelve a la mente de los mexicanos como un recordatorio doloroso de lo que puede suceder cuando la necesidad y la ignorancia se mezclan.

Los datos oficiales hablan por sí solos: 137 muertos, decenas de lesionados y 194 menores que quedaron huérfanos.

“El dolor nunca desaparece, se aprende a vivir con él y yo creo que aprendemos a vivir con el dolor que nos generó la tragedia en la pérdida de familiares, porque cada una de las familias de Tlahuelilpan fueron afectadas directa o indirectamente”, señaló el alcalde de este municipio, Juan Pedro Cruz Frías, en entrevista con Notimex.

La tarde del viernes 18 de enero del año pasado, alrededor de las 14:20 h, elementos del Ejército mexicano detectaron una toma clandestina de combustible en Tlahuelilpan a 13 kilómetros de la refinería de Tula.

Más tarde, a las 15:40 h pobladores comenzaron a aglomerarse en la zona, señaló tres días después de lo ocurrido el secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo.

Vídeos publicados por testigos y periodistas que se encontraban en la zona daban cuenta de la llegada de personas en vehículos cargados de bidones y bandejas donde almacenarían y recolectarían el combustible que minutos más tarde alcanzó un chorro blanquecino de más de seis metros de altura.

En el lugar se observaba la llegada de familias (incluidos menores de edad), que con pañuelos o chamarras, se cubrían nariz y boca para recolectar la mayor cantidad de insumo posible.

Posteriormente, al primer pelotón de 25 soldados que detectó la toma clandestina, se le unieron otros 60 más, además de personal de la Gendarmería y Policía Militar.

Sin embargo, el bajo número de elementos poco pudo hacer para contener a los más de 800 pobladores que para entonces ya estaban en el sitio.

En los vídeos compartidos en redes sociales y publicados por diversos medios, se puede apreciar a los militares mirar a la gente que bromea mientras se adentra a la zanja donde se encontraba el ducto de combustible.

A las 18:20 h, dos horas y 40 minutos después de que el Ejército detectara la toma, Petróleos Mexicanos cerró el ducto y detuvo el bombeo de hidrocarburo.

A las 18:20 se suspende el bombeo. Hay un protocolo que establece en qué momento debe cerrarse una válvula y es cuando baja a determinado nivel de presión”.

“A las 14:30, que llega el personal militar, esas válvulas tienen una salida, una fuga mínima, es hasta que se incrementa la fuga y que llega al nivel que establecen los parámetros de seguridad, que se cierran las válvulas, y esto sucede a las 18:20”, relató Durazo Montaño.

Tan solo 31 minutos más tarde, a las 18:52 h, las risas dieron paso a los gritos. El ducto había explotado y la tragedia apenas iniciaba.

Las imágenes son difíciles de olvidar. Decenas de personas corrían por el terreno con las piernas, los brazos y la cabeza envueltas en fuego, mientras a la distancia personas les gritaban que se tiraran al suelo.

Otros tantos no tuvieron tiempo de escapar y fueron arrasados por las llamas al estar tan cerca de la explosión.

Un camarógrafo anónimo intentó hacer un acercamiento a pequeñas hogueras que ardían en la lejanía, eran cuerpos consumiéndose en el fuego.

“Ayúdenme, me muero” se escuchó decir a un hombre que se lanzó a un pequeño charco de agua que había en las orillas del terreno.

Impactados por lo acontecido, el sonido ambiente se llenó de llantos y gritos y una que otra frase como “Ya ves, ya ves, querías ir a meterte”. Los sobrevivientes se lamentaban por sus familiares.

Los servicios de emergencia comenzaron a arribar a las 20:34 h. Más de hora y media después de la explosión llegaron 16 ambulancias de la Cruz Roja Mexicana, mientras la Dirección General de Riesgos de la Secretaría de Salud mandaba apoyo médico para atender a 100 ciudadanos heridos.

Varones con pedazos de ropa adheridos a la piel y los pantalones a medio desgarrar, caminaban en shock por la zona. Según las investigaciones, el movimiento de centenares de personas y la fricción de la ropa sintética que portaban, ocasionó la explosión que fue controlada a las 23:45 h.

“Fue algo monstruoso”, afirmó el edil de Tlahuelilpan, quien consideró como “víctimas de la falta de oportunidades que hay en este país” a los centenares de pobladores que murieron y resultaron lesionados o afectados indirectamente por el suceso.

A casi un año de la catástrofe, el alcalde afirmó que aunque el robo de combustible continúa en “un cinco por ciento” en el municipio, el desempleo ocasiona que a pesar de la tragedia, mucha gente siga viendo en el robo de combustible una alternativa para subsistir.

“El tema de las oportunidades sigue totalmente estancado en Tlahuelilpan, no podemos cumplir con nuestra verdadera función que es generar las condiciones para que los habitantes tengan empleo”, sostuvo.

En este sentido, solicitó apoyo al gobierno federal para impulsar proyectos turísticos que dejen mejores ganancias a la vocación de servicios de la demarcación.

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