Una vacía Basílica de Guadalupe para misa de Domingo de Ramos
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Con motivo de un Domingo de Ramos enmarcado en la crisis sanitaria global, la CEM enfatizó que “es tiempo para hacer a un lado las diferencias, unirnos y aprovechar esta oportunidad para crecer en la fe, como seres humanos, como familia y sociedad”
Ciudad de México. Frente a un templo sin fieles debido a la crisis sanitaria por el Covid-19, el arzobispo primado de México, Carlos Aguiar Retes, encabezó la misa de Domingo de Ramos, para conmemorar la “entrada triunfal de Jesús a Jerusalén”, ceremonia con la que se a inicio a la etapa más relevante para el catolicismo: la Semana Santa.
En la Basílica de Guadalupe, este medio día, el prelado no dejó pasar la coyuntura mundial vivida por la emergencia sanitaria por el coronavirus, por lo que a llamó a los fieles a conocer a Jesús no sólo de “oídas”, sino a “progresar en el conocimiento de sus enseñanzas” y aplicarlas en sus vidas.
“Especialmente ante los problemas, las dificultades de relación humana, las injusticias sufridas, las calumnias, las incomprensiones o por la consecuencia de nuestros mismos errores o ante las epidemias como las que estamos padeciendo”, señaló el arzobispo.
De su lado, en el editorial del Semanario Desde la Fe, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) sostuvo que hoy, el mundo vive tiempos difíciles. “La pandemia del Covid-19 ha trastocado severamente nuestras vidas. Ha sido impactante ver cómo ha afectado al mundo entero. Algunas escenas son perturbadoras: cientos de muertos al día en algunos países, féretros en las calles, soledad y vacío abrumadores, familias agobiadas por el confinamiento”.
Remarcó que los líderes de las naciones del mundo han actuado de muy diversas maneras, algunos “han sido rápidos para responder a esta crisis, mientras que otros se han mostrado escépticos y lentos, sin idea de qué hacer y cómo actuar. Esto último genera mucha preocupación entre los habitantes de esos lugares, porque después de la tormenta de la pandemia se avizora el huracán de la devastación económica”.
Muchos microempresarios y otros empresarios, agregó la CEM en el editorial de este domingo, “se sienten desolados y abandonados, compartiendo la angustia con sus trabajadores al ya no tener dinero para pagar salarios. A la par de los fallecimientos y los miles de contagios se construyen otras tantas historias de tristeza de quienes se enfrentan a un panorama económico muy oscuro”.
Con motivo de un Domingo de Ramos enmarcado en la crisis sanitaria global, la CEM enfatizó que “es tiempo para hacer a un lado las diferencias, unirnos y aprovechar esta oportunidad para crecer en la fe, como seres humanos, como familia y sociedad. Es tiempo de pensar en el otro, de pensar en conjunto y no individualmente. Nuestro futuro no puede estar dictado por las voces del egoísmo o de proyectos individualistas”.
También, en un mensaje a la comunidad difundido este domingo a través de redes sociales, el presidente de la CEM y arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera López, recordó que este domingo se inicia en la fe católica la semana de celebraciones más importante durante el año litúrgico de la Iglesia: la Semana Santa.
Lamentó que estos días los fieles y los jerarcas de la fe católica no puedan estar físicamente en los templos, pero esa situación –remarcó— no debe ser triste, pues la crisis actual será algo “pasajero”.
Envió un mensaje a los ministros de culto. “Queridos sacerdotes: La situación que estamos viviendo en el mundo, es histórica y debemos aceptarla con los desafíos que presenta, dando una respuesta de esperanza al pueblo que nos ha sido confiado. El papa Francisco, en su mensaje Urbi et Orbi, nos anima a no desfallecer, recordemos que somos humildes servidores, sacerdotes del Señor y es nuestra tarea hacerlo presente en medio de esta tempestad.
“Es nuestro ministerio, reconocer e interpretar los signos de los tiempos, creando conciencia en el pueblo de que esta pandemia es real y que, tristemente, ha llevado a la muerte a miles de personas en el mundo. Esto no significa crear pánico, sino cuidar de nosotros (…) Es necesario que acabemos de despertar y aceptemos, desde lo profundo de nuestro corazón sacerdotal, que esto es real y requiere lo mejor de nosotros, de nuestras experiencias de fe, virtudes y dones cultivados. El pueblo nos necesita cercanos a ellos (…) Si esta pandemia nos arranca lágrimas, estemos seguros que serán transformadas en esperanza”, refirió.