Z-42 dormía y se escondía en penal de Piedras Negras para evitar ser detenido: Proceso
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La revista publica que control en el penal de parte del crimen organizado le permitía usarlo como escondite; PGJ no confirma ni desmiente información
El control que mantenían Los Zetas sobre el Cereso de Piedras Negras le permitía a Omar Treviño Morales Z-42, esconderse en su interior cuando la Marina realizaba operativos para capturarlo, publicó recientemente Proceso.
Autoridades de la Procuraduría General de Justicia del Estado consultadas por VANGUARDIA ante esta información no negaron ni avalaron lo publicado por Proceso.
La información sobre la presencia de Omar Treviño Morales en el penal se desprende de las 138 entrevistas que realizó personal de la Subprocuraduría de Personas Desaparecidas al interior del Centro Penitenciario, de las cuales se recabaron 42 declaraciones testimoniales, las evidencias fueron el resultado del operativo denominado “Búsqueda en Vida” que inició en febrero del 2014 en el norte del estado para localizar a las víctimas asesinadas en Allende, la región de Cinco Manantiales y en Piedras Negras, el despliegue de más de 250 efectivos policiales, militares y peritos incluyó una revisión al interior del centro penitenciario para localizar cadáveres.
Los testimonios de los reos arrojaron que desde de diciembre del 2009 a enero del 2012, más de 155 personas fueron llevadas al interior del Cereso de Piedras Negras para asesinarlas e incinerarlas.
Ramón Burciaga Magallanes “El Maga”, presunto jefe de los diez “cocineros” que trabajaban para Los Zetas, tenía el privilegio de salir por las mañanas a tomar café y leer los periódicos; comer por la tarde en un buen restaurante y regresar a su celda en la noche,
“Posterior a la incineración de los cuerpos, las cenizas fueron trasladadas y vertidas en el Río San Rodrigo, a la altura del Ejido el Moral, que se encuentra ubicado en la carretera Piedras Negras-Ciudad Acuña”, señaló José Ángel Herrera, titular de la Subprocuraduría de Personas Desaparecidas de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE).
Además, en el interior de esa prisión Los Zetas fabricaban sus uniformes y clonaba la “ropa táctica” de los militares. También modificaban la carrocería y pintura de vehículos robados.
La Procuraduría logró identificar a siete víctimas, todas ellas miembros de una familia, por lo que obtuvo cinco órdenes de aprehensión por los delitos de “desaparición de personas” contra cinco reos: David Alejandro Loreto Mejorado; Francisco Javier Vélez; Santiago Peralta García; Ramón Burciaga Magallanes y Manuel Elguezabal Hernández.
Señaló que “por órdenes de Ramón Burciaga Magallanes se privó de la vida a varias personas y fueron incinerados sus cuerpos”.
El subprocurador Herrera informó que las cinco órdenes de aprehensión forman parte de la primera etapa para identificar a más víctimas y determinar quiénes y cómo las mataron.
En la segunda etapa, agentes del Ministerios Público viajarán a diversas cárceles para interrogar a los reos recapturados que se fugaron del Cereso en septiembre del 2012.
“De las diversas declaraciones obtenidas se advierte que hay más personas involucradas en los hechos, mismas que se fugaron del Centro Penitenciario”, concluyó el subprocurador.
Zetas: pago a militares, policía y funcionarios
En esta investigación, la Procuraduría omite –según publica Proceso- a los verdaderos autores intelectuales de la masacre al centrarse en los eslabones más débiles de la cadena. Con esa manipulación evita revelar la complicidad que mantenían los capos con las autoridades penitenciarias, así como la protección que recibieron de mandos policíacos, militares y de funcionarios de la anterior administración estatal.
Cuando Los Zetas tomaron el control del Penal, El Maga ya estaba preso y sentenciado por un secuestro ocurrido en Ciudad Acuña. E el resto de los reos se tuvo que someter a las órdenes del grupo criminal.
Además, la Procuraduría lo torturó para que “confesara”, como consta en denuncias presentadas ante organismos internacionales.
Los principales responsable de los crímenes masivos en Allende, el Norte de Coahuila y el Cereso fueron los hermanos Treviño Morales, quienes tenían en su nómina a altos mandos de la Policía Federal, del ejército y funcionarios de la Fiscalía que encabezaba Jesús Torres Charles.
Lo anterior fue revelado por el responsable del tráfico de drogas en la ciudad de Piedras Negras a las autoridades estadounidenses:
“Mi nombre es Mario Alfonso Cuéllar. Tengo 46 años de edad. Tengo 11 años de estudios, con nivel de Maestría y vengo de México. Soy ciudadano de Estados Unidos”, le dijo el testigo al fiscal Garden durante un juicio celebrado en la ciudad de Austin, Texas, en abril del 2103.
Cuéllar especificó al jurado que comenzó a traficar drogas desde los 18 años de edad, pasando entre 50 y 100 kilos de mariguana por la frontera de Piedras Negras para venderla en Dallas. Fue arrestado por el FBI y pasó unos años en prisión. Tras salir en 2005, se refugió en Coahuila donde comenzó de nuevo a traficar droga.
Para el año 2006 llegó el Cartel del Golfo (CDG) para tomar ese estado. Lo encabezaba Ezequiel Cárdenas Guillén Tony Tormenta, junto con un séquito de zetas como Omar Treviño Morales y Enrique Rejón Aguilar, alias Mamito.
La lista
Los Zetas traían una lista de traficantes de droga para reclutarlos a su grupo. “Los Zetas irrumpieron en Piedras Negras y comenzaron a reclutar gente para que trabajara para ellos y los que no se alineaban eran asesinados”, remembró Cuéllar.
El Lucky convirtió a Piedras Negras en el principal punto para el tráfico de drogas de Los Zetas. Cuando el grupo rompió con el CDG, en febrero del 2010, Heriberto Lazcano, Miguel Ángel Treviño y Mamito se trasladaron a Coahuila.
Lazcano se estableció en un lujoso rancho ubicado en el kilómetro 13 de la Carretera Villa Unión-Guerrero, el cual posteriormente pasó a manos de Omar Treviño.
Cuéllar contó a los fiscales que era el responsable de cruzar cocaína por esa frontera en tráileres de 18 ruedas. Su cómplice Héctor Moreno se encargaba de empaquetar la droga de tal forma que no fuera detectada por los perros entrenados. En Dallas la recibía su socio José Vázquez.
Gracias al control que intentaban tener sobre Piedras Negras, los halcones Zetas comenzaron a confundir a inocentes como miembros de grupos rivales. Cinco sordomudos que llegaron a la frontera para vender sus productos fueron detenidos y llevados al Cereso donde los torturaron para que “hablaran”. Nunca salieron.
En esa época, Omar y Miguel Ángel Treviño Morales organizaban concurridas carreras de caballos que en el Rancho La Ilusión del municipio de Morelos, a donde asistían empresarios y funcionarios que protegían al grupo criminal. Además, acudía regularmente a las competencias el empresario veracruzano Francisco Colorado Cessa.
Para coordinar las operaciones de trasiego de droga, Poncho Cuéllar compró 10 teléfono móviles BlackBerry.
“Todo lo que se hizo fue través de mensajería. Compré diez BlackBerry, uno para Miguel, uno para Omar, y otros para más personas. Uno era para mí.
“En cierto momento, Héctor Moreno y José Vázquez estaban denunciando a la DEA y el ICE las operaciones de narcotráfico. Esas dependencias les avisaron a las autoridades mexicanas. Pero las autoridades mexicanas les dijeron a los capos que alguien dentro de mi organización los estaba traicionando. Por eso huí a los Estados Unidos”.
Los mensajes que salieron del móvil de Moreno donde denunciaba operaciones fueron entregados a Z-40 por altos funcionarios de la PGR, después de que los recibieron de la DEA.
A partir de ese momento se desató una masacre que dejó como saldo más de 300 víctimas en Allende, Piedras Negras y la región de Cinco Manantiales.
“Ellos destruyeron todo, rompieron todo en pocas piezas; mis casas y los apartamentos. Robaron mis caballos. Todo lo que yo tenía me lo quitaron. Y mataron a muchas personas cercanas a mí”, concluyó Alfonso Cuéllar.
En Piedras Negras los sicarios zetas destruyeron con maquinaria pesada 27 lujosas residencias y departamentos propiedad del capo. Algunos de los colaboradores de Cuéllar asesinados fueron incinerados en el interior del Cereso.