Qué cómodo ser Moreira

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El viernes mataron en Saltillo al periodista Valentín Valdés. Tenía 28 años. Lo levantaron el jueves junto con otro compañero al salir de la redacción del diario en que trabajaba, Zócalo.
Luego de torturarlo, los criminales tiraron el cadáver, sólo el de él, afuera de un motel, con una nota: "Esto les va a pasar a los que no entiendan el mensaje es para todos".
El Gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, sentenció ipso facto que la muerte de Valentín tenía liga directa con la pésima estrategia militar del presidente Calderón.
Tiró la piedra con socarronería: "¡Ya basta Presidente! Desde Los Pinos, encerrado, está dirigiendo una guerra que emprendió, con no menos de mil soldados cuidándolo, y a La Laguna sólo envía 300 efectivos. Qué cómodo, ¿no?".
Sea Eliseo Barrón, nuestro compañero de Torreón asesinado en mayo, o sea el joven Valentín, Moreira nada tiene que ver. La culpa es del centro, de la guerra contra el narco. Qué cómodo, carajo.
Es el mismo Moreira que maneja a su antojo los recursos públicos y tiene en punto las novísimas y viejísimas formas de control político y electoral. Y mucho dinero. El viernes, el presidente Calderón dijo algo vago acerca de la opacidad con que navegan los gobernadores sobre sus presupuestos.
Moreira saltó a protestar con el segundo ¡ya basta! del día: "Ya basta que nos esté aventando a los gobernadores, porque él nada más es un presidente, no es Dios".
No hay buenas noticias para los coahuilenses en seguridad, policía, economía, vida cotidiana. Las buenas noticias parecen monopolio de y para Moreira, los Moreira y el PRI de Moreira y los Moreira.
Es la quintaesencia del gobernador mexicano exitoso del siglo 21.