Tipología de actitudes
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Una cosa es lo que pasa y otra la que nos pasa. Ha de distinguirse entre la situación y la actitud. No es igual lo que sucede a la forma en que se maneja lo que se vive. Frente a un mismo estímulo se pueden tener diferentes reacciones. Un huevo se endurece en el agua caliente y un trozo de mantequilla se derrite.
Puede pensarse en una tipología de actitudes ante la invasión mediática de la noticia como amenaza, como desastre, como escándalo o como fatalidad. Miedosos, irritables, evasivos, razonadores, comprometidos. Cinco actitudes como los dedos de la mano.
Al miedoso se le dice cobarde. El miedo viene de imaginar la pérdida de un bien querido o la llegada de un mal temido. Se experimenta todo como un riesgo. Se sufre por lo que aún no ha pasado. Se imagina lo peor y lo pésimo de lo que puede pasar. Quien se intimida se siente vulnerable, inseguro como un rey de ajedrez que adivina un próximo jaque. Se siente atacado por la realidad y ensaya todos los mecanismos posibles de defensa.
El irritable se indigna, se encorajina y culpa y acusa y ataca. Se vuelve destructivo y amenazador, grita y patalea. La ira lo hace sentirse como una bomba a punto de explotar. Algunas veces su irritación es miedo disfrazado o conciencia de culpa que no quiere aceptarse.
Los evasivos huyen y sacan la vuelta. No quieren enfrentar situaciones y desaparecen. Buscan compensaciones y sustituciones. Pueden enriquecerse con monedas falsas y en un naufragio se encierran en la comodidad de su camarote mientras el barco se hunde.
El razonador quiere explicarlo todo y se atasca en un fango de definiciones y declaraciones. Usa la verborrea y la algarabía, el sofisma y la altisonancia. Lo atropella la vida al encontrarlo ocupado en justificar su propia tibieza y mediocridad o su soberbia inútil.
Por último el comprometido pasa de la intención, el sentimiento y la palabra a la obra, a los hechos, a la vida. Responde a los retos con presencia y acción significativa que se expresan con una elocuencia sin palabras...