Mucha Patria

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Un tipo le dice a su amigo: "Cada día veo menos a mi novia". Pregunta el amigo: "¿Por qué?". Responde el otro: "Porque es anoréxica". Nada anoréxico es el Censo 2010. Constituye un vasto y profuso documento; impresionantes son su volumen y su contenido. Pero si alguien me pidiera sintetizarlo en cinco palabras, yo lo resumiría así: "Los mexicanos somos muy cogelones". Perdón por usar un mexicanismo que algunos tildarán de plebeyo, pero ese vocablo es más expresivo que decir, por ejemplo, "lúbrico", "erótico", y otras palabras del mismo jaez que la Academia admite. Sin embargo en este caso no importan las palabras: importan más los números. (Quizás eso sea en todos los casos). En los términos del último censo la población de México asciende a 112 millones 336 mil habitantes. Tal cifra excedió considerablemente a la que habían previsto los especialistas, quienes pensaron que en 2010 seríamos, en números redondos, 108 millones 500 mil mexicanos. Fuimos casi cuatro millones más. De mantenerse esa tendencia, en 2030 la población de México será de 160 millones de habitantes. Eso planteará demandas difíciles de cumplir. Hubo en mi ciudad una pequeña fábrica de colchones que usaba la marca "Progreso". En aquellos años -los cuarentas del pasado siglo- había en el País vastas regiones sin poblar. México, entonces, necesitaba más mexicanos. La propaganda oficial creó un eslogan: "Hacer hijos es hacer patria". Y aquella fabriquita aprovechó el lema para hacerse publicidad. Decían sus anuncios: "Hacer hijos es hacer patria. Haga patria en colchones Progreso". Las cosas ahora, sin embargo, son distintas. El aumento excesivo de la población puede traer consigo problemas de mucha gravedad. He aquí, entonces, un mensaje de orientación a la República: "¡Mexicanos y mexicanas! ¡Ya no hagamos tanta patria!"... Cierto marido perdió el empleo que tenía. En vano buscó otro. Cuando se agotaron los exiguos ahorros de la casa el desesperado señor le habló a su mujer con dramático acento, el mismo que empleaba Talma para decir aquellos versos de Racine en "Athalie": ". Elle flotte, elle hésite; en un mot, elle este femme!...". ("Ella oscila; ella duda; en una palabra, ella es mujer"). Le dijo: "Amada mía: la situación se ha vuelto muy desesperada. Apenas tenemos ya comida: mañana hay sólo para que coma yo. Deberás hacer un supremo sacrificio. Por algún tiempo te dedicarás al oficio más viejo del mundo". "Pero no sé cazar" -opuso ella, que no estaba muy bien informada en lo relativo a la antigüedad de los oficios. "¡Desdichada! -se azaró el señor-. ¡El oficio más viejo del mundo es el de las prostitutas! Yo me he topado con algunas de las fundadoras, pero jamás pensé que mi esposa lo ejercería también". "¡Eso nunca! -clamó ella-. ¡Tanto que he batallado para que tus amigos no me convenzan! ¿Acaso voy a dejar de ser casta y honesta? ¿Qué de mi pudor? ¿Qué de mi honor? ¿Qué de mi honradez? ¿Qué de mi pudibundez? ¿Qué de mi integridad? ¿Qué de mi incorruptibilidad?". Se detuvo la señora para tomar aire, y prosiguió: "¡Antes que vender mi cuerpo prefiero, si no morir, al menos desmayarme!". "No se trata de vender tu cuerpo, mujer -adujo el señor pacientemente-. Jamás me atrevería a pedirte eso. Se trata sólo de alquilarlo a ratos". "¡Pero piensa en mi honra mancillada! -sollozó con desgarro ella-. ¡Jamás he conocido hombre aparte de ti! Ah, y de mi primo Carnelino, pero él no cuenta porque es de la familia. Piensa, además, en mi salud. Bien sabes que padezco debilidad del corazón". "Hasta ahí no te van a llegar -razonó el individuo-. Mira: si te decides te compraré un vestido". "¡Miserable! -se ofendió la señora-. ¿Crees que por esa ruin dádiva entregaré mi cuerpo y arriesgaré mi eterna salvación?... ¿Con zapatos del mismo color?". "Sí -ofreció el marido-. Y accesorios y bolsa también". "Bueno -cedió ella-. Haré lo que me pides. Profunda vocación de la mujer es sacrificarse sin esperar nada a cambio. ¿Por dónde empiezo?". "Por el primer piso del edificio -le indicó el sujeto-. Son 14 departamentos nada más". A la caída de la tarde la señora había acabado el recorrido, y traía ya muy buen dinero. Dijo el tipo, que la había esperado en una banca del parque: "Con eso es suficiente por hoy. Vayamos a la casa a descansar. Mañana será otro día". "¡Ah no! -protestó la señora-. ¡Todavía me faltan cuatro pisos!". FIN.