Mirador

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Caminaba la lechera con su cántaro.
Vendería la leche en el mercado, iba pensando. Con el dinero compraría huevos que le darían pollos con cuya venta compraría una vaca que le pariría terneros que al venderlos la harían tener una casa con la cual le sería fácil encontrar marido.
Pensando iba todo eso cuando tropezó y dejó caer el cántaro, que al quebrarse derramó la leche. ¡Adiós huevos, y pollos, y vaca, y terneros, y casa! ¡Adiós marido!
¿Adiós marido? No. Un hombre joven vio las lágrimas de la lechera, y se prendó de sus ojos de cielo. La cortejó y la hizo su esposa. Entonces la lechera tuvo marido, casa, terneros, vaca, pollos y huevos.
Final feliz es éste. Muy distinto al triste final de la fábula. Lo que sucede es que a los fabulistas no les gustan los finales felices, y a mí sí.