A un año de la helada

Opinión
/ 2 octubre 2015

El mundo tal como es,

sin adornos, es precioso

Hundertwasser

Hace un año, el 4 de febrero de 2011, padecimos de una helada de hasta 10 grados bajo cero que diezmó, en más de un 50 por ciento la flora urbana de Torreón. Los árboles de la ciudad a los pocos días lucían secos; sus hojas las había petrificado el frío, tan es así que aquellos ficus, laureles de la India o pingüicos que no fueron podados por los dueños de las casas-habitación donde se encuentran, hasta la fecha siguen conservando un gran número de hojas, que están ahí, no se si como testigos de la helada sufrida o como consecuencia de que en tierras semiáridas seguimos plantando árboles que no son de ésta región o no están aclimatados a las condiciones de la Comarca Lagunera. En La Laguna las condiciones climáticas varían de manera brusca, en unas cuantas horas, de mucho calor a frío.

La semana pasada, al salir de Torreón hacía Saltillo, una gran sorpresa nos recibió: empezó a llover. La lluvia fue poca, de baja intensidad y por unas pocas horas, pero ante el hecho que llevabamos muchos meses sin recibir agua del cielo, la esperanza de empezar a recuperar nuestra flora del semidesierto se avivó. La sequía después de la helada, ha sido de mayores consecuencias. Ha afectado no sólo a las yucas, los mezquites, la gobernadora, los magueyes e infinidad de las plantas xerófitas que habitan a lo largo del Estado, sino que también ha impactado en el ganado. Primero la helada que acabó con el pasto, después la naturaleza nos ha privado del agua de lluvia por largos meses, todo esto como consecuencia del cambio climático y, tanto en las ciudades como en las áreas rurales, las acciones que llevamos a cabo los humanos en nada remedian los efectos catastróficos que día a día destruyen nuestra naturaleza y nuestro entorno urbano.

En la Perla de la Laguna la mayoría de los ciudadanos que se decidieron a reponer sus árboles, plantaron afuera de sus casas, otra vez, especies que no son nativas, ni están aclimatadas. Las mismas sufrirán los embates de la naturaleza en el futuro, no hay duda. La terca realidad poco a poco habrá de convencer a los ciudadanos de ésta región que los árboles nativos también gozan de una belleza que el semidesierto les proporciona; tenemos que aprender a apreciar nuestra flora, a saber contemplarla en sus colores verdes grisáseos, verdes tenues, cafés aterrados. Si tratamos a los mezquites, por ejemplo, como árboles; es decir, los regamos, los podamos, los fertilizamos, en suma, los cuidamos, ellos lucirán imponentes y hermosos. Nos proporcionarán la belleza semidesértica, y sombra tan necesaria para hacernos más amigable la convivencia con estas tierras semiáridas.

Cabe recordar que en muchas partes del País no contamos con mezquites grandes y frondosos, porque los talaron para construir las vías del ferrocarril a finales del siglo 19. Los durmientes o "tallas" todavía en muchos lugares siguen después de más de cien años soportando el peso de los vagones y de las locomotoras. En algunos lugares todavía se pueden apreciar estos árboles, de gran tamaño y con una amplia copa. En los patios de la Universidad Autónoma de La Laguna se conservan varios que lucen imponentes, como desafiándonos a nosotros, los humanos.

En las ciudades del estado de Arizona, en Estados Unidos, la reglamentación no permite plantar flora que no sea nativa, no sólo por cuestiones ecológicas, también para cuidar la poca agua de la que disponen; tan sólo por ello deberíamos de cambiar nuestra actitud. Sin lluvia disponible, porque no la proveé la naturaleza, en Coahuila, cada día contamos con menos agua. Incluso en las instituciones educativas de ese estado norteamericano, se ofrecen especialidades en paisajísmo con especies xerófitas, con plantas del semidesierto.

A un año de la helada, Torreón, luce con muy poca vegetación. Es importante impulsar campañas de reforestación, con planta propias de la región e incluso, habrá que reglamentar para promover que se reforeste con especies nativas o aclimatadas y que permita cuidar la poca agua de que se dispone. Para cerrar, hay que atender lo que dice Hundertwasser: "... glorifica el cielo sin límites, las nubes, la luz del sol, las montañas, las praderas de montaña y las áreas de pasto..."

jshv0851@gmail.com


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